"Clio mata big data". Con esta simple pero laboriosa estrategia de campaña, y contra todos los pronósticos iniciales de coyuntura, Axel Kicillof resultó gobernador electo de la provincia de Buenos Aires. “Comprensión mata big data”, habría que decir, más bien. Porque a poco de caído el gobierno donde fue ministro de Economía, esa recorrida que primero fue a pie tuvo un claro objetivo: el encuentro directo y cargado de contenido con la gente, la apuesta por entender lo que había pasado y preparase para lo que vendría, la antítesis absoluta de Cambridge Analytica y Durán Barba y sus folletos. Aquel sombrío pronóstico, demostró tristemente la realidad, llegó a quedarse corto. Cuatro años y 80 mil kilómetros de Clío después, y con todo el aparato hegemónico mediático en contra, Axel Kicillof se impuso ante la candidata oficialista, y además gobernadora actual, María Eugenia Vidal, con más del 52 % de los votos.

La pre campaña en movimiento fue en sus comienzos catártica y de tono didáctico; arrancó en las plazas de la ciudad de Buenos Aires a solo días de la asunción de Mauricio Macri. Flotaba en el aire el perfume de la familia "blanca, hermosa y pura" festejando en el balcón, y Kicillof reunía a una multitud en Parque Centenario, por las suyas y por redes sociales. “Si Macri quiere hacer un ajuste es por responsabilidad de este gobierno, no porque le hayan dejado un problema”, definió entonces, y sus palabras terminaron siendo proféticas. Se enfocó en bajar la macroeconomía al changuito de supermercado, las decisiones del Banco Central al saldo de la tarjeta. Habló de resistencia.

Comenzó a recorrer la provincia mucho antes de ser candidato, primero solo los fines de semana, juntándose con empresarios pyme, en el club de jubilados o con las entidades rurales zonales. Escuchando, conociendo, explicando. Terminó su campaña recorriendo los 135 distritos de la provincia a bordo del célebre Clío (el jueves pasado los completó en Punta Indio), acompañado por un equipo mínimo, entre ellos su vocera Jesica Rey y el ya célebre “conductor” Carlos Bianco (quien llegó a sufrir una tendinitis en su pie derecho por las horas que pasó pisando el acelerador).

Axel Kicillof nació el 25 de septiembre de 1971, es hijo del psicoanalista Daniel Kicillof y de la psicóloga Nora Barenstein. Estudió en el Nacional Buenos Aires, fue en “el Colegio” donde hizo sus primeras armas políticas. También en Ciencias Económicas de la UBA, donde en los 90 le disputó la hegemonía a Franja Morada con la agrupación TNT. Allí militaba con Augusto Costa, Paula Español y Cecilia Nahón, entre otres, y a nivel nacional irrumpían con iniciativas como la “501”, viajar a más de 500 kilómetros para quedar eximidos de votar en las elecciones que terminaría ganando la Alianza. Se recibió con honores, cerró su doctorado con un 10 en su tesis sobre Keynes. Fue docente de la UBA e investigador del Conicet.

En el inicio de su segunda presidencia, Cristina Kirchner lo convocó primero como secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo del Ministerio de Economía. Fue luego subinterventor y director de YPF, durante el proceso de sanción de la Ley de Soberanía Hidrocarburífera; ya como ministro, negoció el proceso de expropiación con Repsol. Integró el Comité Ejecutivo del Programa Procrear, fue CEO y subgerente general de Aerolíneas Argentinas, en sus primeros años como empresa pública. En noviembre de 2013 asumió como ministro de Economía. Los programas de incentivo al consumo como Ahora 12 y Precios Cuidados, el plan Progresar, la línea de créditos para empresas Fondear, el plan Gas para incentivar la producción gasífera, la flexibilización del cepo a los pequeños ahorristas, fueron algunas de las medidas de su gestión. 

Está casado con Soledad Quereilhac, doctora en Letras y docente de la UBA, investigadora del Conicet y cinturón negro de Taekwondo, con quien tiene dos hijos varones. Aunque mantuvo siempre a su familia por fuera de la exposición pública, su campaña incluyó un video de su intimidad familiar. “Habrás escuchado que últimamente se dijeron muchas cosas sobre mí. No tienen nada que ver con cómo vivo y cómo soy. Por eso pensé en abrirles las puertas de mi casa, como me las abrieron muchísimos bonaerenses recorriendo la provincia”, decía allí. Mostraba fotos de familia, de su casamiento (con traje pero no corbata, una marca de estilo, además del mate), otra de Evita, que ella le regaló al abuelo de su esposa, Eduardo Mattulich, capitán del barco del famoso viaje a Europa.

Vecino de Parque Chas, cambió de domicilio en 2017 a Pilar. Anunció que, de resultar electo, trabajaría en La Plata, a contramano del folklore de los gobernadores bonaerenses. El lugar en el que vivirá “se decidirá familiarmente en los próximos días”, indicó su vocera a este diario. Poner el centro en la capital de provincia es una diferencia con su antecesora. Solo una de las tantas. La más visible es la mediática: Vidal fue por lejos la dirigente de Cambiemos con el mayor paraguas mediático, transformada en “hada buena” hasta la parodia. Kicillof, por el contrario, fue blanco de ataques prestamente reproducidos, y en este caso la parodia incluyó desde la denuncia por patentes impagas del Clío, hasta la acusación de "marxista" o la “narco capacitación en las escuelas”. Cuando el domingo ganó e inició la ronda de discursos en la celebración del bunker, Kicillof tomó el micrófono y siguió explicando, desarrollando, dando cifras. Apostando a la comprensión. Y sobre esa base, dijo, a la reconstrucción.