Mauricio Macri y Alberto Fernández ya se encontraron y comenzaron la transición. Las elecciones quedaron atrás y ahora solo hay que pensar en lo que viene. De aquí en más las noticias girarán en torno a lo que haga el Gobierno en ejercicio y en lo que proyecte el Frente de Todos, el gabinete, la danza de nombres, la correlación de fuerzas.

Pero cabe también la reflexión política sobre lo ocurrido, para aprender y seguramente para tener en cuenta en el accionar de la gestión que conducirá Alberto Fernández.

Si la clave para ganar fue el peronismo unido como catalizador de una alianza que va más allá de sus propias filas, este solo hecho debería servir para tomar en cuenta que esa misma unidad se necesita para gobernar en una situación de crisis por donde se la quiera mirar. Quizás, como bien dijo Cristina Fernández, uno de las cuestiones será reflexionar acerca de qué nos pasó como sociedad para llegar hasta este punto.

La misma noche del triunfo electoral Alberto Fernández, Cristina y Axel Kicillof hablaron de la reconstrucción. Se necesita, dijeron, la contribución de todos y todas. No hay duda de ello. Pero uno de los ejes será reconstruir también la alianza político social entre el Estado y la sociedad civil, con las organizaciones populares ubicadas en un lugar de protagonismo. Entendiendo además que no es fácil ni cómodo pasar de la resistencia a la propuesta, de la queja a la construcción colectiva, de lo social a lo político.

No se puede perder de vista que cuatro de cada diez argentinos respaldaron a Mauricio Macri y a Juntos por el Cambio. Parte de esos votantes son, sin duda, ciudadanos de sectores populares que, a pesar de la crisis, siguen depositando su confianza en quienes seguirán gobernando hasta el 10 de diciembre. Si ello ocurre a pesar de la crisis y del daño causado, hay que revisar el trabajo político hecho por la oposición durante estos cuatro años. Algo faltó.

Por otra parte seguramente entre esos votantes del oficialismo hay también un componente significativo de antiperonismo y antikirchnerismo. Esto último, así como la polarización política basada en una fuerte radicalización de posiciones de derecha, son parte de la herencia que deja el macrismo. En su discurso de despedida el propio Macri se perfiló como líder de la oposición diciendo que "esto recién empieza" y que "vamos a cuidar lo que hicimos". Habrá que esperar para ver cómo se procesan las disputas internas en las filas de lo que hasta ayer fue el oficialismo gobernante. Pero Alberto Fernández tendrá un congreso dividido y enfrente a un bloque de poder que junto a la dirigencia política suma grupos, empresas, capitales, intereses y corporaciones de comunicación. Nacionales e internacionales. El Presidente electo ha mostrado disposición al diálogo y capacidad para llevarlo a la práctica. Es una tarea difícil pero no imposible. Habrá que ver si de la otra parte hay apertura y verdadera voluntad para ello. Argentina lo necesita para salir del pozo en el que la dejaron sumida.

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