Basada en una columna del New York Times que se llamaba Modern Love, la serie del mismo nombre que acaba de estrenar Amazon Prime está compuesta de ocho capítulos unitarios, de media hora de duración, en los que se despliegan distintas historias que, a partir del título de la serie, se esperaría que dialoguen con los modos contemporáneos de concebir el amor. El primero de ellos, seguramente, el que cuestiona la preponderancia de la pareja monogámica heterosexual como el modelo mismo del amor, y plantea a otras formas de vínculo como desviaciones o pobres sustitutos. En ese sentido, la serie cumple: el primer capítulo, sin ir más lejos, está construido alrededor de la relación de una chica de unos treinta años con el portero del edificio en el que vive. Es un poco siniestra la manera en que el portero le espanta a los varones que ella trae a su departamento a pasar la noche, pero a pesar de eso, cuando queda embarazada y decide maternar sola es el portero el que la acompaña en noches de desvelo y luego establece un vínculo, entre abuelo y niñero, con la hija. Este primer capítulo no termina de asumir los alcances de su planteo, de todos modos; ¿el portero está enamorado de la chica? ¿Tiene un costado psicópata? ¿Es solamente tierno y protector que un hombre se meta en la vida de una chica de modo posesivo y desubicado? El final es feliz, igual que el capítulo protagonizado por Catherine Keener y Dev Patel, quizás el más edulcorado y de comedia romántica, porque se trata de un chico, desarrollador de una app de citas, que se separó de su novia soñada por una infidelidad de ella y dos años después, a través de una charla con una periodista que le cuenta su propia historia, decide que no puede perderse la oportunidad de saber si aquella chica era su amor para toda la vida, y corre hacia ella. El enamoramiento, después de dos años, está intacto, porque parece que a pesar de que al amor pueda endilgársele un adjetivo como “moderno”, hay algo del tiempo que le pasa por encima y no lo cambia.

 

No hay aeropuertos en esta serie, como en Realmente amor (2003), ni propuestas de casamiento grandilocuentes con público que termina aplaudiendo, pero el espíritu de Modern Love no está tan lejos de aquella película que ya tiene casi dos décadas, y ahí es donde la modernidad de Modern Love se desfigura. Porque lo moderno tendría que ver en todo caso, ¿con qué? ¿con uniones inesperadas? Hay una pareja gay de neoyorquinos copados que quieren adoptar el bebé de una chica que es homeless y lleva una vida nómade por aventura, una chica de 21, huérfana desde los 11, que tiene un metejón con un compañero de oficina treinta años mayor porque le recuerda a su padre, una pareja de ancianxs, viudxs los dos, que se casa, y así. No se termina de entender cuál es el aporte de la serie a esta conversación extensa y globalizada donde todxs estamos repensando el amor, salvo que sea un optimismo furibundo por el cual todo puede edulcorarse y presentarse bajo una luz que lo haga ver bien, como a todos los personajes bellos y en general de buen pasar que transitan una Nueva York poética y confortable, la misma de todas las comedias románticas. El candor de John Carney (director de Once y Sing Street) no termina de funcionar en esta Nueva York totalmente inofensiva; Modern Love brilla cuando los actores y actrices la hacen funcionar: la pareja de Tina Fey y John Slattery mostrando las luces y sombras del matrimonio largo a través de dos partidos de tenis es algo, la melosa historia tipo Antes del amanecer de Catherine Keener y Andy García deja un sabor demasiado conocido, Anne Hathaway jugando a La La Land seguido de decadencia furiosa para ilustrar la bipolaridad es insoportable, y la escena en que se encuentra con una amiga que por fin la entiende y puede hablar parece sacada de un manual de cómo ayudar a personas con trastornos mentales. En definitiva, en un borde entre la comedia romántica, la sensibilidad indie por la cual todos somos frágiles y dignos de compasión y empatía, y la consecuente anulación del conflicto, el de Modern Love decididamente no es el lenguaje en el cual retratar el amor moderno.