Aunque algún odioso, de los que nunca faltan, piense que este encuentro debería llamarse “La tercera es la vencida”, ellos, al fin y al cabo los protagonistas, entre el magma de frases hechas eligieron la menos apremiante “No hay dos sin tres”. Con este nombre, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina vuelven a compartir sus canciones en cuatro shows que tendrán lugar en el flamante Movistar Arena de Buenos Aires, que oficialmente inaugurará Tini Stoessel el viernes. A doce años del primer encuentro y siete años después de la última actuación juntos, el dúo comenzará la serie este sábado, para continuar el domingo 3, jueves 7 y viernes 8 de noviembre, antes de llegar a Córdoba el miércoles 13.
Serrat y Sabina son dos nombres entrañables para la sensibilidad de un gran público en esta parte del mundo. Ambos son artífices de canciones instaladas en la cultura hispanoamericana, que de distintas maneras señalaron sentidos y atravesaron generaciones. Cada uno trazó su gesta y construyó su imagen: Serrat es el libertario que llega de los ’70, Sabina el libertino que surcó los ’90. En dúo funcionan como una especie de juego de las diferencias, la pareja despareja que cuando hace falta se complementa. Basta verlos entrar al salón del hotel cajetilla donde el jueves recibieron a la prensa. Sabina con un saco de cuero y pantalones a cuadros. En la mano del anillo desproporcionado un vaso de cerveza y en la otra un cigarrillo de plástico que no deja quieto. Serrat, de saco y camisa gris y un gesto acaso más reflexivo.
Comienza a hablar de cómo será el show y las bromas entre uno y otro surgen enseguida. Son una distribución de roles, un muestra de lo que podría ser el show. “¿Qué pensamos para esta gira? Pues nada. Nunca pensamos juntos, acá el que piensa es él”, dice Sabina y señala a su socio. “Siempre tu tomando la posición más cómoda”, le devuelve Serrat. “Cuando pasan cuatro o cinco años que no actuamos juntos nos empieza a trabajar un gusanillo para que nos juntemos. Entonces empezamos a llamarnos por teléfono. Él empieza a darme órdenes y yo me pongo de pie y le digo ‘sí mi teniente coronel’ y así empezamos”, continua Sabina. “Es inútil darle órdenes a Sabina, porque están condenadas a ser desobedecidas. Yo se que cuando llega el momento él se pone las pilas. Mientras eso ocurre hay que dejarle con sus tonterías”, retruca Serrat.
“No podemos dejar de sernos brutales mutuamente, de otra manera se perdería la frescura entre nosotros. El espectáculo que se basa en la coincidencia de dos personas que tienen derecho de agresión el uno sobre el otro”, continua el catalán. “Siempre que el otro no se cabreé. Cuando notas que el otro se puso cabrón, entonces ahí hay que parar. Cada uno tiene el derecho de llegar hasta ahí, pero también la obligación de aceptar todo lo que le caiga encima”, agrega. Respecto a las canciones elegidas, Serrat es contundente. “Las canciones no tienen culpa y lo que tratamos de hacer es buscar aquellos elementos que nos predispongan bien para estar en el escenario y ser capaces de transmitir a la gente”, asegura y agrega: “Por otra parte tratamos de incorporar canciones y momentos y maneras de entender nuestras canciones. También tratamos de convocar aquellas canciones que la gente no nos perdonaría si no cantásemos, que son unas cuantas. Pero especialmente, tratamos de buscar maneras de no hacer lo mismo. No por miedo a que nos acusen de hacer lo mismo, sino para no aburrirnos. Si hacemos lo mismo nos aburrimos y esto no tiene sentido”.
“Qué diferencia hay entre una gira con Serrat y una gira de Sabina sólo?”, se pregunta el mismo Sabina y enseguida se responde: “Que con Serrat se produce un encuentro tribal, intergeneracional . Un homenaje a la amistad a muchas cosas que nos han pasado a nosotros y que nuestras canciones han reflejado de manera que la gente se las apropió como si les hubiese pasado a ellos. Todo eso produce una sensación de fiesta que nos gusta mucho”. “Cuando empezamos con estos espectáculos ni pensábamos que podían repetirse. Incluso siempre digo que las casas de apuestas se arruinaron, porque la gente nos consideraba tan disímiles, que nadie apostaba a que esta dúo podría durar, que podía compartir el mismo espacio. Sin embargo, se equivocaron. Por suerte”, agrega.
Sentados a una mesa, ante cinco periodistas de medios gráficos, los españoles lograron salir del apremio de los pasos de comedia, para conversar también de las cosas del mundo que los rodea. Las novedades políticas en Argentina, los levantamientos populares en distintas partes de mundo, el rol de las canciones en las coyunturas y lo que no dudaron en señalar como “una revolución de las mujeres” fueron temas que entraron en la charla. “Me contaron que Alberto Fernández toca la guitarra, pero no lo vi”, dice Sabina y enseguida profundiza: “Lo que sí me gustó mucho fue cuando se puso la gorra de Braian. Y esto lo digo desde fuera del peronismo o la pasión partidista. Muy al contrario. Estos son gestos que rompen la grieta y que no se parecen a otros brutales que otras veces he visto en Argentina”, asegura el andaluz. “
La gira que comienza este sábado en Buenos Aires, también llevará a “No hay dos sin tres” a Paraguay, Uruguay y México, pero debió suspender la etapa chilena, prevista para el martes 5. “Sabemos que Argentina está viviendo un momento complicado, pero lo de Chile, ese país que siempre nos mostraban como el ejemplo de democracia neoliberal y tal, es paradójico. Que haya tenido ese estallido tan tremendo nos ha sorprendido”, dice Sabina. “Pero pasa en Chile, en Hong Kong, en el Líbano”, interviene Serrat y agrega: “Estas manifestaciones son una muestra de espontaneidad que se dan de pronto, sin que exista una dirigencia que impulse y capitalice. Curiosamente parten de hechos mínimos para entrar en reclamos más serios. Lo más profundo que revelan estas sublevaciones no es sólo el desinterés de la clase dominante por cambiar las cosas, sino además su incapacidad de reconocer que este es un camino que no tiene marcha atrás. Podrá tardar más o menos, pero este estado de cosas, la desigualdad, va a cambiar. Aunque ellos no se den cuenta”.
Donde hay rebeliones hay canciones y la pregunta surge naturalmente ¿Qué les hubiese gustado cantar en Chile? “Yo hubiese querido cantar alguna canción eufórica, optimista, de felicidad y futuro en Chile. Pero tal como están las cosas seguramente hubiese recurrido a una canción como ‘Me gustan los estudiantes’, de Violeta Parra”, asegura Serrat. “No quiero que mis canciones se conviertan en banderas. No me gustan las banderas, prefiero las canciones. Sabiendo aun que las canciones pueden cambiar el mundo personal, el subjetivo. Hace mucho que no creo en las canciones banderas, pero sí creo en que estos movimientos puedan inspirar canciones. Claro que sí”, agrega Sabina, antes del remate de Serrat: “Cada tiempo tiene sus canciones y también sus banderas y naturalmente también este las tendrá, las harán sus protagonistas”.
Recuerdos argentinos
Serrat y Sabina supieron encarnar una forma personal de ser argentinos. El catalán llegó por primera vez hace casi 50 años y su recuerdo es vívido. “Fue un deslumbramiento. La primera vez que vine me instalé en el Hotel Alvear, que estaba en ruinas prácticamente, maravilloso en su decadencia. Aquellos fueron tiempos fantásticos, yo era mucho más joven que ahora, mi cuerpo se encendía con otra intensidad, además pasaban cosas como las huelgas de Sitrac-Sitram y el Cordobazo. Era cuando en las universidades y las fábricas la gente se sentía, sino dueña, por lo menos partícipe del futuro. Todo eso a un joven que venía de un país oscuro, donde la dictadura lo tapaba todo, donde todo estaba sumamente reprimido y controlado, le resultaba deslumbrante. Pero a lo largo de las idas y venidas, las subidas y bajadas, la vida y la muerte que se ha ido produciendo en este país a lo largo de estos cincuenta años, no guardo aquel retrato mítico y utópico. Me sienta más bien ligado a ese país que ha pasado tantas veces entre la euforia y la depresión, el lugar brillante o ceniciento que mantuvo un rescoldo con el que me prendo con mucha facilidad. Pero más allá de eso, debo decir que en aquellos tiempos también las chicas tuvieron mucho que ver con ese deslumbramiento”, se explaya Serrat. “¡Me lo vas a decir!”, irrumpe Sabina y cuenta de su primera vez en Argentina: “Recuerdo que al único que conocía era a Juan Carlos Baglietto y a su entonces mujer Jorgela, que habían pasado unos días en mi casa de Madrid. Acá no me conocía nadie y ellos organizaron una especia de reunión con periodistas, como para presentarme en sociedad. Yo por entonces tenía una canción, 'Pacto entre caballeros', que en un verso decía “Coca, birra y sexo”. Pues bien, en un momento de la noche una muchacha me recitó ese verso y enseguida me dijo: ‘tengo las tres cosas, en el orden que quieras’. Y hasta aquí llego”.
La revolución feminista
Muchas cosas pasaron desde aquel primer encuentro entre Serrat y Sabina en 2007. En particular en lo referido al rol de la mujer en la sociedad, a su presencia, a su imagen, a la manera en que se la consideraba. Posiblemente mucho de lo que aquellos shows decían e insinuaban hoy sería cuestionado. “Incluso fuimos incorrectos no solo con la mujer, sino además con otros grupos sociales”, reflexiona Serrat. “En esta incorrección estaba la actitud históricamente machista que nos acompañó toda la vida y que hoy finalmente ha cambiado. Hay que cambiar en todo lo que podamos y ojalá que todo lo que podamos sea todo lo que debemos. A veces quedan reminiscencias que están adheridas a nuestra cultura y no es fácil”, agrega el catalán. “Después de decir bien fuerte ‘Me Too’ quisiera agregar que el exceso de corrección política está llevando a la autocensura de los artistas”, irrumpe una vez más Sabina. “Me gusta mucho que en el mundo exista una novela como Lolita de Nabokov, que sería imposible publicar ahora, y me molestan los boicoteos a ese gran genio de nuestro tiempo que es Woody Allen. Creo que los artistas no debemos ser políticamente correctos”, agrega Sabina.
Sin subir el tono de voz, Serrat sigue reflexionando. “La barca se maneja entre las olas y todo se mueve a su alrededor. De todas maneras pienso que la educación que hoy reciben mis nietos es mejor que las que recibieron mis hijos e infinitamente superior a la que recibimos nosotros. Es el respeto hacia lo distinto, saber vivir en la tolerancia, aceptar aquello que no acabamos de entender plenamente, pero está, lo que debemos incorporar. En esto se ha ganado, pero estoy de acurdo con Joaquín en evitar que esto nos lleve a un mundo más aburrido. Si un artista no es libre para hacer lo que realmente piensa que debe hacer por estos caminos tan complicados, nunca podrá ser válido, no nos aporta mucho. Censurarse siempre es malo”, dice Serrat. “De todas las revoluciones soñadas, más o menos utópicas que vio el último siglo, esta de las mujeres es sin dudas la única que ha dado pasos de gigante y está ganando es la feminista. Y eso nos alegra mucho”, concluye Sabina.