En tiempos en que desde los feminismos se cuestiona todo, la figura de la primera dama también se pone en debate. ¿Es realmente necesaria o quedó anticuada? Y no se trata de discutir un nombre, en este caso el de Fabiola Yáñez, sino de pensar si ese lugar, que el protocolo y los usos y costumbres le asignan a la pareja del presidente de la Nación --estén o no casados, desde ya--, no redunda en ese rol tradicional de la mujer, que ocupó con tanta dedicación Juliana Awada, de secundar al hombre más que acompañarlo a la par. En México existió la figura de primera dama hasta diciembre de 2018, cuando asumió el gobierno de Andrés Manuel López Obrador: su esposa, Beatriz Gutiérrez, aclaró que no quería el titulo porque lo consideraba clasista y dejó de aplicarse. “Tenemos que comenzar a pensar y actuar diferente; pongamos fin a la idea de la primera dama porque en México no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda”, dijo durante la campaña electoral. Y luego aclaró que su prioridad pasa por seguir siendo profesora universitaria, investigadora y escritora. ¿Hoy qué significados están en disputa alrededor de una nomenclatura con ciertas resonancias monárquicas?

Primera Ciudadana, pidió Cristina Fernández de Kirchner que la llamaran cuando Néstor Kirchner fue elegido al frente del Poder Ejecutivo. Fue la primera y única esposa de presidente que llegó con carrera política propia --ya era senadora--, y planteó no ser nombrada como primera dama. Y cuando llegó ella a la presidencia, Néstor Kirchner, que era diputado, se reía y se mostraba incómodo con la idea de ser Primer Caballero: es más fácil analizar la particularidad del tema desde esa perspectiva, cuando quien ocupa la primera magistratura es una mujer (en una pareja heterosexual) y es un hombre quien debería hacerse cargo de ese rol: mirado así seguramente parecerá medio contradictorio. En realidad, la figura de primera dama no está contemplada en la Constitución, ni están definidas sus funciones o su responsabilidad en ningún marco legal. En la historia argentina, Eva Perón marcó un estilo, muy alejado de los asuntos domésticos y ceremoniales, con una impronta que la llevó a construir su propio poder político y un vínculo con las masas, que dejaron una huella indeleble en la retórica peronista.

El periodismo machirulo y vacuo ya hizo de las suyas: enfrentó a Yáñez y a Juliana Awada en “un duelo de estilos” para comparar sus “looks” y hasta llegaron a titular que la primera le había robado el peluquero a la segunda. Patético: el eje fueron sus vestuarios y, claro, el enfrentamiento entre dos mujeres, dos estereotipos de género sexistas a la hora de informar: apariencia y competencia entre minas. Pero hay otros aspectos, seguramente, más interesantes para analizar de las primeras damas que sus ropas y peinados. Presidentes de derecha, como Mauricio Macri, Donald Trump y Jair Bolsonaro, colocaron a sus esposas en un lugar bien secundario, casi de adorno, mostrando un claro retorno a la imagen tradicional del ama de casa, después de personalidades tan potentes como las de CFK por estas tierras, y Michelle Obama y Hillary Clinton en el país del norte.

¿De dónde viene esa terminología?

Las investigaciones ubican que la primera vez que se usó fue en 1877 y en Estados Unidos, cuando la periodista Mary C. Ames, del diario The Independent, se refirió a Lucy Webb Hayes, esposa del 19º presidente norteamericano, Rutherford B. Hayes, como “la primera dama de la tierra” (thefirst lady of theland”, si bien algunos estudios retrotraen el nacimiento del término a 1849 para referirse a Martha Washington en su funeral. Los tiempos cambiaron. ¿Cambiaron?

Antes que la esposa de AMLO en México quitara la figura, durante su mandato, Rafael Correa, en Ecuador, suprimió directamente el rol de primera dama con el argumento de ser una función sexista y al no haber sido votada por el pueblo no tenía por qué tener un rol político. Sin embargo, su sucesor, Lenin Moreno lo restauró.

“Es una figura que no solo no está en la Constitución sino que es obsoleta”, considera Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA de lxsTrabajadores .“Tiene como trasfondo el dicho popular que señala que “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer” que lo cuida, lo sostiene, le cría los hijos para que él haga política. Es bien funcional a esa división sexual del trabajo y a alguna perspectiva de la caridad. Se colocaba a las primeras damas haciendo cierta asistencia social, que embellezcan las gestiones de sus maridos, que en muchos de los casos provocaban desigualdades que después ellas las limpiaban un poquito con caridad. Sin lugar a dudas, Evita no tuvo nada que ver con ese lugar común y la histórica y conocida pelea con las damas de beneficencia y de la caridad fue una muestra palpable de eso. Creo que el peronismo tiene una tradición de ruptura frente al modelo más conservador: Tanto CFK, el propio Néstor, y también de alguna forma Chiche Duhalde, que tenía un perfil muy propio en las gestiones en las que intervino, se corrieron de ese lugar más tradicional”, analizó Díaz.

¿Por qué se habla de primera dama?

“Es una titulación ridícula, entrañablemente propia del patriarcado y además, es poco republicana ¿Primera dama? ¿Qué quiere decir? Que se distingue por ser la consorte del presidente? Es un conferimiento de carácter aristocrático”, opina la historiadora feminista Dora Barrancos, quien fue candidata a senadora nacional por la ciudad de Buenos Aires en la lista del Frente de Todxs.

“Desde lo discursivo –dice Paula Salerno, doctora en Lingüística de la UBA— tradicionalmente se define a la “primera dama” por su relación con un hombre, “entonces, la función es acompañar, mantenerse en un lugar secundario” y al ser “una dama”, se le adjudican “ciertas formas recatadas, cumplir con cierto mandato femenino asociado a la belleza, la simpatía, el silencio”. Para Salerno hay “algo para preguntarse: si la primera dama es la mujer modelo de un país, ¿qué modelo de mujer estamos reproduciendo o tratando de pensar como sociedad”.

¿Qué discursividad se pone en juego?

Las primeras damas no son votadas. Pero aun así cumplen funciones institucionales y protocolares, y al estar al lado del presidente, “y estar vinculada con el cuidado del hogar y del amor, encarna esa intersección, combinación de lo público y lo privado”, apunta Salerno.

En la figura de la primera dama, dice Salerno, se pone en juego una discursividad sobre la mujer. “Tenemos varias formas: una es la de Juliana Awada que es la más tradicional, que se dedica también a la familia, y al amor y también a situaciones protocolares y diplomáticas. Tradicionalmente la primera dama se vincula no solo con una mujer protectora, no protege sola a la familia, sino también a les niñes, a las personas necesitadas en la sociedad: me parece que Fabiola Yañez está dirigiéndose un poco hacia ese lado: en el último tiempo empezó a hacer tareas más asociadas a una primera dama, en algunos medios se lo describió como un reperfilamiento. Ella dijo en una entrevista con Página 12, que la gente le pedía cosas a Alberto Fernández y se dio cuenta de que su función era ayudar a las personas necesitadas. Me parece que hay una cuestión discursiva importante, porque con esas imágenes, esas palabras, esas acciones, se está generando un discurso que activa la memoria discursiva peronista, y me refiero a Evita, particularmente”, reflexiona Salerno. Y agrega como un signo diferencial de Fabiola Yáñez, que posiblemente pueda mantener su carrera profesional como actriz, independientemente de la política, y de ser primera dama. Hay que ver si ella quiere.