La exposición “La mirada excéntrica” presenta una amplia antología de obras del reconocido artista argentino César Paternosto (1931), que surgió a comienzos de los años sesenta en el informalismo, tendencia que abandonó poco después para, a mediados de aquella década, orientarse hacia una cruza supuestamente contradictoria entre razón y emoción, que la crítica denominó “geometría sensible”. La selección parte de los años sesenta hasta llegar a la producción más reciente.

Para Paternosto --que entre 1967 y 2004 vivió en Nueva York y desde entonces reside en España-- la práctica del arte supone siempre una conciencia y un cuestionamiento sobre el concepto mismo de pintura y sobre el modo en que es percibida.

En una larga serie de obras en donde la tela se ve frontalmente blanca pero los bordes están pintados, el artista problematiza la pretensión o la costumbre de percibir todo de un vistazo frontal. En 1973 escribía: “Si el arte pictórico ha sido siempre una imagen frontal cuyos componentes están para ser aprehendidos simultáneamente en un único acto, en lo lateral, lo oblicuo, se desafía esa visión simultánea. La visión lateral incita a experimentar la pintura a través de una secuencia ‘imagen-vacío-imagen’, y como resultado de esa secuencia emerge la totalidad de la entidad visual. Esa imagen debe se mentalmente reconstruida: cuando se ve un lado es necesario recordar el otro para aprehender la totalidad de la estructura visual”.

La percepción es algo que debe construirse y reconstruirse, como la imagen pictórica. Raramente algo pueda percibirse por completo de una sola mirada frontal. Comenzar por los bordes, por el margen, también podría pensarse como una política del trabajo del artista, y de la mirada. Y la incitación a experimentar, también es toda una definición del “trabajo” del espectador, quien para Paternosto, siempre completa la obra del artista.

Al privilegiar las zonas laterales se propone una vía de entrada inusual a la obra, de modo que a partir de ese gesto inhabitual cambia la estrategia. El movimiento de la mirada, incluso de la manera en que se sitúa el espectador, genera un modo de “lectura”, un movimiento, una recapitulación, tal vez asociado a la corriente del “pensamiento lateral” que propone una aproximación creativa, heterodoxa, indirecta, para la resolución de problemas, por fuera de la lógica habitual.

“A fines de los años sesenta --decía Paternosto en 1973-- comencé una serie de pinturas que se convirtieron en una dirección frecuente en mi trabajo. En ese momento se evidenció claramente para mí que, poniendo el énfasis en ubicar lo pintado sobre los extremos exteriores del bastidor de la pintura, y dejando la superficie frontal en blanco, vacía de toda imagen, implicaba cuestionar el hábito ancestral de solamente experimentar las pinturas desde sus frentes. Esta situación me develó la posibilidad de ‘lo lateral’ y ‘oblicuo’ como modo de ver”.

Más allá de cualquier discurso sobre el arte, la producción de Paternosto se enfoca en el estatuto de la obra, en los modos en que puede ser vista, en la potencialidad del espectador para “completar” la obra sólo por situarse ante ella y recorrerla, previamente a cualquier sistema de ideas.

La obra más importante de la exposición es la enorme instalación de sitio específico “Deconstrucción pictórica” (2019), realizada espcialmente para el MNBA por el artista, para que los visitantes se sumerjan en su obra.

Según explica la crítica y ensayista María José Herrera, “la instalación de sitio específico Deconstrucción pictórica parece ser la consumación de la pintura-objeto en la que César Paternosto trabaja desde sus comienzos. Como la obra de Mondrian que inspiró su serie de la visión oblicua”, el centro está despejado. Tal vez ese centro sea el sitio privilegiado desde donde el ser humano observe lo que creó para sí. Pero no es esta la deconstrucción de una de sus pinturas de la serie de la ‘visión oblicua’. Deberíamos pensar que es uno de sus cuadros más recientes, los de la serie Marginalidad y desplazamientos, donde efectivamente los planos se desplazaron buscando la tridimensionalidad: se rebatieron, giraron y reubicaron. Cada vista de la instalación nos propone un subcuadro; habrá tantos como recorridos haga el visitante, quien los acumulará en su mente. Toda instalación de sitio específico plantea una experiencia. Es decir, lleva a una exploración topográfica que reconfigura perceptual y conceptualmente la caminata del flâneur. Con Deconstrucción pictórica, Paternosto revierte una vez más las jerarquías, para que sea el espectador, con su participación y en lugar del artista, quien complete los insospechados vericuetos del espacio-tiempo tal como se ofrece a los sentidos”.

Paternosto coloca al espectador en un lugar democrático, porque lo estimula a una experiencia que no precisa determinados saberes previos. Al revés que muchas de las corrientes artísticas contemporáneas, que presuponen cierta enciclopedia, la producción de Paternosto apela a observar, prestar atención y dejarse llevar, como en un juego.

En 1967, el artista escribió: “Trabajamos en formas volumétricas o planas, simples, concisas, amplias, rotundas. La pigmentación aplicada a dichas formas, integralmente o por tonos opuestos o semejantes, origina la 'activación' de los planos o volúmenes. Pintar con colores planos y homogéneos significa, primordialmente, el decisivo abandono de toda tradición ilusionista. El método operativo nace de una aproximación empírica a la geometría. Entendemos que estos objetos se bastan a sí mismos. No reclaman ninguna interpretación intelectual complementaria, pues son de naturaleza visual, o mejor, productos de la visión creadora. Entonces, se ‘revelan’ enteramente al ojo, sin residuos de ninguna especie”.

Al apuntar a los modos de percepción, el artista coloca su obra en un amplio rango de visión. Es así como los visitantes de la exposición, según lo “pida” cada obra, se mueven y oscilan a uno y otro lado de los cuadros y objetos, en una especie de coreografía, como siguiendo pasos de baile amablemente sugeridos por el artista.

* En el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473, hasta el 2 de febrero de 2020.