Una caja con una hamburguesa y un cassette de Los Gatos adentro. Un contrato leonino firmado hace cincuenta años, cuando era menor de edad. Una espantosa versión de “La balsa” hecha en clave “dance” sin autorización. El ninguneo que supone la no reedición, durante veinticinco años, del primer disco de Los Gatos, piedra fundacional del rock hispanoamericano. En la esquina de Melopea, estudio de grabación y sello discográfico en el que viene editando sus producciones desde fines de los ‘80, el calor no parece agobiar a un Litto Nebbia que ofrece, como al pasar, una copia del primer disco de Los Gatos. 

Remasterizado por Mario Sobrino (su mano derecha desde hace décadas) y Ciro Fogliatta (su compañero en Los Gatos, Los Gatos Salvajes y hasta en los Wild Cats), el disco constituye la primera entrega de la reedición completa de los cinco álbumes del grupo, publicados entre 1967 y 1970, cuya ausencia en las casas de discos desde hace décadas no parece ser casual: Nebbia y su sello Melopea son un ejemplo cabal que demuestran que ser un músico independiente y autogestionado no solo no es “quijotesco”, como a veces s lo califica, sino posible, justo y necesario. Además de ser la única alternativa para muchos artistas, claro.

La carta que Nebbia le envió a Sony Music hace algunas semanas puede llegar a ser un documento histórico: allí explica que, desde 1992, época de la llegada del CD, se publicó “por única vez la colección completa de Los Gatos, que rápidamente se agotó”, exceptuando la pequeña edición simbólica de 2002, en la que PáginaI12 consiguió del sello la concesión para editarlo en sus ediciones dominicales (sin estar al tando de que el sello le pagaba a Nebbia... 3 centavos por copia). De allí que esos discos casi no existan en el mercado. 

Más allá del conflicto, la calidad de la discografía de Los Gatos invita a hacer un poco de historia: lanzado el 3 de julio de 1967, el simple con “La balsa” y “Ayer nomás” logró vender en pocas semanas más de 250 mil copias, alcanzando el primer éxito masivo de lo que ahora se conoce como rock argentino. La compañía RCA Víctor decidió entonces capitalizar semejante éxito con la edición del primer disco de Los Gatos, en noviembre de 1967. Allí, Fogliatta (su órgano siempre está el frente en ese primer álbum), Kay Galliffi, Alfredo Toth (bajista que luego desarrollo una importante carrera con su banda, G.I.T, como sesionista y productor), el propio Nebbia (apenas un adolescente, pero inspiradísimo) y el legendario baterista Oscar Moro derrocharon swing, estilo y gracia.

Volviendo a la carta documento, en este texto antológico Nebbia explica: “Lo cierto es que si a cualquier persona se le ocurriera hoy adquirir un disco con la versión original de la canción más importante del rock argentino, ‘La balsa’, no lo encontraría, pues hace veinticinco años que los discos no están a la venta en ningún lado. Por ello y a punto de cumplirse cincuenta años de la salida del primer material del grupo, he decidido no esperar más tiempo sin que los discos de Los Gatos estén disponibles para el público, por lo que, a través de Discos Melopea, he publicado el material en forma completa, pues estoy cansado que perjudiquen mis derechos autorales y artísticos, ya que me he visto sometido –como tantos otros músicos– a la arbitrariedad y maltrato por parte de las compañías discográficas que utilizan la proscripción y la falta de publicación de la obra como una forma de castigo”. Aunque extensa, la cita, ayuda a entender que, más que lejos del lenguaje opaco de las leyes el planteo de Nebbia se basa en el sentido común y en la conciencia de sus propios derechos. “Esta es la única declaración pública que se nos ocurrió simpáticamente dar, explico que el disco es mi obra y que voy a editarlo porque a quiero verlo. Ya salió el primero y faltan los otros cuatro”. 

Haciéndose eco de un hecho que es digno de ser celebrado, este año PáginaI12, en coincidencia de los cincuenta años de “La balsa” y de los treinta del diario, va a publicar el libro de Mario Antonelli A naufragar: La historia de Los Gatos. Antonelli ya se ganó la confianza del Nebbia en 2005, con la historia de Los Gatos Salvajes, su primera banda.

Nebbia asegura que no tiene nada más que decir sobre lo legal: “No estoy haciendo una demanda de dinero o cualquier otra cosa; yo no soy empresario. Pero ahora, a lo sumo, ellos tendrán que mostrar algún documento. El primer disco lo publique el 6 de febrero y aún no tuve ninguna respuesta. Además, cuando firmé el contrato con ellos yo era menor de edad; y a eso hay que sumarle el agravante de que durante este medio siglo la compañía ha cambiado de dueño ya cuatro veces: yo firmé para RCA Víctor, a los 8 años era BMG, a los 8 años era Ariola y ahora es Sony”.

Nebbia no es un inexperto (su abogado es Alejandro Bisbal) y eligió una excelente oportunidad: “sSiempre pensaba que en algún momento se me iba a ocurrir algo para poder hacerlo razonablemente; el año pasado me di cuenta de que ya se cumplían 25 años y pensé ‘¿Qué voy a hacer?’ Hicimos esto: restauramos las tapas, está por fin masterizada por nosotros (con la mano y el oído maestro de Mario Sobrino), suena tremendo porque lo hicimos en la Neve (consola analógica hecha por el gran Rupert Neve, que Nebbia le comprara en su momento a la compañía)”.

“Esto viene desde hace décadas –sigue Nebbia–, porque a los tipos más poderosos de la industria nadie les dice nada de nada, nunca, y están súper acostumbrados y súper cómodos con esa situación. Esto hace que actúen con una impunidad increíble y hagan lo que se les canta. Ahora, si vos te les enfrentas, es decir que simplemente les decís que no tenes ganas de que esto siga ocurriendo, hay que ver ahora qué pasa. Creo que esto tendría que haber ocurrido mucho más antes, no ahora. Y ojalá tenga repercusión, porque la verdad es que al no editarlo durante veinticinco años me están perjudicando, se me está borrando de la faz de la Tierra. Si vos queres ir a comprar ‘Viento, dile a la lluvia’ a un disquería, no está”.

“En el año 2000 yo me banqué que coordinaran con un supermercado, una empresa grande de la que no te digo el nombre para no afectarlos, y que arreglaran la edición de una caja de hamburguesas que incluía un cassette con la versión original de ‘La balsa’ de Los Gatos. ¡A mí no me entra en la cabeza que con todo lo que hemos hecho históricamente después metan la canción adentro de un paty! Cuando me enteré casi me desmayo. Son muchos improperios, pero después los temas más famosos, como ‘La balsa’, ‘El rey lloró’ o ‘Viento, dile a la lluvia’ (los tres incluidos en el primer disco, junto a ‘Madre, escúchame’ y ‘El vagabundo’, otros dos clásicos) siempre están en algún compiladito, siempre se preocuparon por eso. Otra cosa que hicieron y que es impensable es que incluyeron una versión de ‘La balsa’ en una versión ‘dance’”. 

Al pronunciar la última palabra, la cara de Nebbia es un poema: a él, que desde la época de Los Gatos siempre tocó con bateristas y percusionistas extraordinarios (como Moro, Rubén Rada, Domingo Cura, Néstor Astarita, Daniel Colombres, Quintino Cinalli, y, ahora más cerca del tiempo, con Franco Salvador de Pez o Tomás Corley de los Reyes del Falsete), esa apropiación realmente parece afectarlo. Nebbia nunca fue un simpatizante de la música ni de la cultura bailable. Y, de hecho, las dos versiones incluidas en el compilado Alta tensión (publicado por BMG Ariola y remixado por Roberto Diaz de Vivar) son como una broma de mal gusto: “Ahí en ese disco agarraron algunas versiones de temas clásicos, como ‘La balsa’, y un DJ les agregó el Bum Bum Bum, el beat del dance, y aplausos, pitos, matracas. Eso es como agarrar ‘La Gioconda’ de Leonardo Da Vinci y ponerle bigotes: tendría que estar prohibido”.

Durante 2017 seguirán apareciendo el resto de los discos de Los Gatos, de los que Nebbia dice no tener preferencia: “En los últimos discos, el sonido se puso más rockero. Ya desde entonces tengo la costumbre de elegir el repertorio según cada banda que tenga, teniendo en cuenta los que tocan en ese momento y los instrumentos que hay. Y esa era la química que teníamos nosotros con ese grupo. La sonoridad de esos dos últimos álbumes de la banda tiene que ver con una sonoridad que en ese momento se propagó por todo el mundo: habían salido los Beatles, pero después salió Jimi Hendrix, salió Cream, y el efecto de eso es que la heroína era la guitarra eléctrica. Y la distorsión y estas cosas no existían en el ‘65; por entonces, era todo más rítmico y cancionero, más en la onda Mersey Beat, que si está en los primeros discos. Yo me ubicaba en lo que sucedía en la época y en la banda: con un batero como Moro y un violero como Pappo no podía dejar de sonar rockero. Por eso es que al mismo tiempo que grabé Rock de la mujer perdida (un disco más blusero y rockero, de 1970), también hice mi primer disco solista. Fue en los mismos meses y son muy distintos, pero es música... Pero también me paso de tocar temas más rockeros y con un sonido más distorsionado, como con Los Reyes del Falsete o con Pez; ahora justamente estoy preparándome para hacer un concierto grande con Pez y la mayoría son temas de Los Gatos. Ahí yo toco el órgano y tocamos con el volumen que tocan ellos y que pide esa música. Y también estamos haciendo algunos temas históricos de Los Gatos, algunas composiciones que estamos haciendo en forma conjunta, y también algunos temas de Pez: este año tenemos pensado hacer un par de shows juntos y quizá terminemos haciendo un disco juntos”.

Fruto de década de trabajo en forma siempre independiente, los Pez han logrado generar un auténtico fenómeno de popularidad que tiene una clara afinidad con esa independencia que siempre pareció desvelar a Nebbia: “¿Cuántos años que hacen que están los Pez autogestionándose y pelándose el lomo? Y en su medida Los Reyes del Falsete siguen en la misma: son los dos hermanos con el amigo y siguen en esa”. Como el propio Nebbia, que en los ‘80 compuso “Yo no permito”, tema que quizá deberían escuchar mejor los ejecutivos de Sony Music: “Yo sé que no puedo morir, por ahora, y la razón es que estoy muy ocupado; pero suceden cosas diariamente que intentan liquidar mis sentimientos, pero yo no hago caso. Yo no permito que me impidan seguir, yo los invito a que me vean seguir. Y si lo intento es porque estoy convencido que para lograr algo hay que insistir”.