En tiempos difíciles, Mario “Pacho” O´Donnell vive el teatro como un refugio. Desde 1975, el médico, escritor, político e historiador sumó a sus múltiples facetas la de dramaturgo con su primera pieza teatral Escarabajos, y desde allí nunca abandonó esa nueva vocación en la que hoy invierte gran parte de su energía.

Proyectos teatrales no faltan para el prolífico intelectual, reconocido por su extensa obra de divulgación y revisión de la historia argentina. Su obra A la izquierda del roble, con la cual debutó como actor y en la que homenajea a Mario Benedetti, compitió recientemente en la categoría de “Music hall y/o Café concert” de los Premios ACE 2019, y volverá en marzo de 2020 a la cartelera del Centro Cultural de la Cooperación, donde también se presentará Escarabajos, dirigida nuevamente por Hugo Urquijo. Y aunque la lista de sus piezas teatrales que podrán verse el próximo año incluyen otros títulos como La tentación, Cruzar los Andes y el reestreno de Quinto round, la atención se dirige hacia la propuesta que actualmente puede verse en El Tinglado (Mario Bravo 948), todos los lunes a las 20: La decisión.

Basada en la pieza original Leandro y Lisandro (2010), y dirigida por Gerardo La Regina, la puesta muestra un encuentro imaginario entre los dirigentes Leandro N. Alem (Daniel Dibiase) y Lisandro de la Torre (Aldo Pastur), vinculados no sólo por su participación en la creación de la Unión Cívica Radical, sino también por haber elegido ambos el suicidio como forma de escape frente a una realidad hostil.

“Me interesó unir a estas dos personas que comulgaban en el hecho de haber sido suicidados ante el horror de la sociedad y la política”, explica O´ Donnell sobre su elección de cruzar a dos personalidades que jamás se encontraron en la vida real. “En sus distintos momentos, ambos figuran como políticos que no toleraron la podredumbre en la que se sintieron sumergidos y que no pudieron superar. Me parece que la obra es una reflexión sobre la política. Leandro y Lisandro creen que la política es respetuosa de los valores burgueses, y un lugar donde vence el que tiene razón y la ética y la honestidad pueden ser premiadas. Si bien son personas elogiables, está muy claro que no entienden qué es la política, que es algo que, aunque guste o no, tiene más olor a azufre que a incienso, y que está más cerca del pecado que de la virtud”.

- En ese aspecto, frente a la política es Lisandro el que se muestra más pesimista.

- Lisandro es el que se mete un poco más en la política, y se enchastra más, entonces se desilusiona. Lo que muestra la obra es que los que aparecen como opositores al sistema son finalmente funcionales, porque no tienen capacidad de victoria y ejemplifican el hecho de que no vale la pena oponerse porque en última instancia vas a ser derrotado. Por eso, a veces pienso que la persona que más favoreció la corrupción en el país, y sé que algunos van a protestar, fue Illia, porque con su imagen de honestidad y seriedad demostró que alguien como él está condenado al fracaso. Leandro y Lisandro tratan de jugar un partido con unas reglas que no son las de la política. En la política se asciende si cumplís con ciertos intereses, y si te manejás con cierta inescrupulosidad.

- En la obra, de la Torre le dice a Alem: “Los argentinos saben distinguir entre el bien y el mal, pero cuando tienen que elegir les da lo mismo el bien que el mal”. ¿Coincide con esa mirada?

- Sí, creo que es así. Los argentinos hemos perdido un eje moral y eso perjudica el funcionamiento social. Y no se trata de ser moralista. Saber lo que está bien y lo que está mal es algo bueno. Y cuando se pierde eso, aparece una ley de la selva donde cada uno hace lo que le conviene. Una cosa es el funcionamiento deplorable de la justicia argentina, y otra es ver que la sociedad no tiene sanción moral. Uno ve que salen a la luz todos los trapitos y negociados que hace con el Estado un empresario, para después verlo fotografiado en las reuniones sociales o de vacaciones en su yate. No hay condena social, y eso es quizá más grave que el hecho de que la justicia no funcione.

- ¿Es posible imaginar en la actualidad a dos políticos discutiendo con el nivel de profundidad que lo hacen Leandro y Lisandro en este diálogo ficticio?

- Ellos están en condiciones de hacer eso porque eran personas muy cultas. En este momento tenemos al gobierno de Macri, que es absolutamente ignorante y además hace alarde de la ignorancia. Ni siquiera se molestan en hacer una cita en sus discursos, porque esta gente que ha devastado el país no ha necesitado de la cultura para hacerse de un lugar en la vida. Por el contrario, la cultura es algo que ellos desprecian profundamente. Y esa será una de las tareas, entre tantas, que tendrá Alberto Fernández: devolverle a la cultura y a la educación el lugar que merecen en una sociedad democrática, abierta, solidaria e inclusiva. Salvo excepciones, los políticos -también los de la oposición- son bastante ignorantes. Porque la cultura aparece como algo que, aparentemente, no tiene nada que ver con el ejercicio político.

- ¿A qué otros personajes le gustaría cruzar en escena?

- Quizá sería interesante entender por qué Roque Sáenz Peña llegó a impulsar la ley del voto cuando la oligarquía sabía que eso iba a significar algo absolutamente opuesto a sus intereses. En ese momento, no había una oposición armada por parte de la oligarquía argentina para oponerse a las elecciones que ganó Yrigoyen. Como si hubiesen dado por sentado que aun con esa ley las cosas iban a seguir siendo como antes. Para esto, creo que sería interesante un diálogo entre Sáenz Peña y Mitre o Pellegrini.

- ¿Cómo apareció la vocación de dramaturgo?

- Mi primera obra fue Escarabajos, dirigida por Hugo Urquijo. Creo que esta vocación apareció a partir de mi amistad con él. El teatro es un refugio en momentos muy críticos. Y creo que ahora se me dan tantos proyectos teatrales porque estoy muy afligido y golpeado por la situación social. El deseo es un gran enhebrador de situaciones y oportunidades, y hoy mi deseo está lanzado hacia el teatro.

El flamante Premio Martín Fierro

Entre sus diversas actividades, Pacho O´Donnell hace radio con Idas y Vueltas, el programa que conduce en AM 750 todos los domingos a las 21, y que acaba de ganar el premio Martín Fierro a “Mejor programa cultural educativo”. “Es mi tercer Martín Fierro de radio”, cuenta el conductor e historiador en diálogo con Página/12, desde México. Y aunque esa distancia fue la que le impidió estar presente en la premiación celebrada el pasado sábado 9 de noviembre, O´Donnell siguió por internet la transmisión en vivo del momento en el que Eduardo Aliverti, director de la radio, y el productor Gabriel Cócaro, subían a recibir la estatuilla. “Para mí es un gran honor trabajar en la AM 750 y que el premio fuera recibido por Eduardo Aliverti, un amigo y una persona a quien respeto y admiro muy sinceramente”, asegura.

- ¿Qué significa este reconocimiento?

- En lo personal, este premio tiene una significación emocional porque desde 2011 tuve un programa que se llamaba Los caminos de Pacho O´Donnell, en Radio Nacional, con el que gané dos Martín Fierro, hasta que a fines de 2017 fui echado, obviamente por razones ideológicas, por Ana Gerschenson, la directora de la radio en ese momento. La animosidad que tenían conmigo era clara porque el último horario que tuve ahí fue los domingos a la una de la mañana. Por eso no tengo miedo de decir que este premio tiene una característica de revancha y que se lo dedico muy especialmente a la señora Gerschenson.

- ¿Qué importancia tiene divulgar y revisar la historia en los tiempos actuales?

- El revisionismo histórico trata de poner en claro que la historia oficial y liberal, que se escribió al final de las guerras civiles, es una historia escrita con fines políticos e ideológicos y que, como diría Althusser, es un aparato ideológico del Estado muy preservado por el poder de la derecha. Y por eso surge una reacción muy fuerte cada vez que se cuestiona con cierta fuerza la historia liberal. Cuando se creó el Instituto Manuel Dorrego, este recibió un embate rabioso por parte de gente de la historia y de la política. Está muy claro que la historia consagrada es una base ideológica profunda de sostén del sistema político y económico que nos tortura desde hace mucho tiempo. Por eso abogar por una historia mejor, más verdadera, que reivindique a aquellos que tergiversan la historia oficial y que ponga luz sobre lo oscurecido, es una tarea apasionante y necesaria.