Quien es una de las voces poéticas latinoamericanas más destacadas de la región, y cada vez más globalmente, el chileno Raúl Zurita, tuvo un paso fugaz por la ciudad de Buenos Aires. Con una invitación conjunta de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), de la cátedra “Poesía universal I” cuyo titular es Arturo Carrera, y la editorial Audisea, Zurita realizó una performance pública el pasado viernes 2 de noviembre, en el Aula Mayor del tercer piso repleta de gente con admiración y expectación, y especialmente de jóvenes incluso ya sin sillas para ocupar, parados a los costados y al fondo, y sentados adelante, en el piso. Entre el público se encontraba también Tamara Kamenszain, directora de la Licenciatura en Artes de la Escritura, entre el plantel docente de esa misma casa de estudios.

En la apertura, Zurita tuvo un breve coloquio con Gerardo Jorge en torno a la relación de su trabajo poético con la tradición literaria, al sueño y al deseo como motores para hacer arte y para sobrevivir a una dictadura feroz como la de Pinochet, sobre su nuevo libro próximo a publicarse, Tú que fuiste desmembrado (Random), y los “soportes” que empleó en distintos proyectos: su poesía escrita en los cielos y en el desierto, un plan para proyectarla sobre los acantilados, acompañada por una banda de rock, e incluso en instalaciones. Un segundo momento fue la lectura de sus poemas, en el marco de la presentación del volumen Cuadernos de guerra, recientemente publicado por Audisea. Zurita leyó, y también recitó largamente de memoria, y hubo un apoteósico final, con un último poema que tuvo a Beethoven sonando a la par de su enérgica, apasionada y arrobadora lectura: la obertura de Egmont, Opus 84.

No faltaron desde el público gritos de aliento y aplausos para saludar la actual lucha del pueblo chileno, y los comentarios del poeta sobre el proceso en curso. Un movimiento masivo que incluyó acciones creativas como la de Delight Lab, una dupla audiovisual que proyectó sobre la Torre Telefónica –un rascacielos de 34 pisos– mensajes y respuestas políticas contra los dichos y acciones del presidente de Chile Sebastián Piñera: “¿Qué entiende Ud. por democracia?”, “Dignidad!!”, “Chile despierto”, “No estamos en guerra!”, “El derecho de vivir en paz”; los nombres de los muertos por la represión: Romario Veloz, Alex Nuñez, Kevin Gómez, Manuel Rebolledo y José M. Uribe, entre otros; e incluso una frase, del propio poeta, a modo de homenaje tanto para él como para los caídos: “Que sus rostros cubran el horizonte”. Además, en ese Chile convulsionado, se exhibió, desde comienzos de octubre, Zurita, verás no ver, flamante película documental de Alejandra Carmona.

¿Qué podés decir de Cuadernos de guerra, el libro publicado? ¿Es parte de algún ciclo, es un tema autónomo, o se inscribe dentro del proyecto del gran tomo Zurita?

-Hasta donde uno puede ser exacto con sus autoevaluaciones, es ambas cosas; por un lado absolutamente todos sus poemas forman parte de Zurita, todos, no hay una línea de Cuadernos de guerra que no esté allí, y por otra puede ser leído como un libro autosuficiente. Todos los libros que hemos sacado con Audisea tienen esa característica. Mientras escribía ese libro grande, de tanto en tanto, por angustia tal vez porque mil veces sentí que ese Zurita me excedía, jugaba a ser Dios y me metía en eso que ya iba por las 800 páginas y en 20 minutos armaba otro libro de un tamaño más normal, creo que en total fueron cinco ¿o seis? Cuando terminemos de publicarlos, publicaremos con Audisea, una editorial independiente a cuya gente amo, el libro completo.

Hablando de “guerra”, es imposible no salir del arte y la literatura y preguntarte por la situación de tu país, tras el estallido y rebelión social de octubre pasado, las medidas del gobierno de Piñera –quien justamente afirmó al comienzo de las movilizaciones “estamos en guerra”– y la situación abierta, aún en pleno proceso. ¿Cómo ves o te imaginás el futuro, pensando en las fuerzas en pugna en la actual situación?

-Si alguien se hubiese tomado el tiempo de leer lo que escribían los jóvenes poetas chilenos del 90 y 2000 como Héctor Hernández Montecinos, como Pablo Paredes, Diego Ramírez, Paula Ilabaca, Felipe Ruiz o Germán Carrasco, si alguien hubiera leído en ese entonces Comisión liquidadora de los extraordinarios José Ángel Cuevas o Bobby Sands de Carmen Berenguer, todo esto estaba absolutamente anunciado. Pero vivimos en una locura en que la poesía carga con la maldición de Casandra, esa hechicera antigua que sabía absolutamente todo lo que iba a pasar, pero nadie la escucha.

Mientras el poder no comprenda que lo que vimos fue una explosión maravillosa de lucha y esperanza, pero también una demoledora advertencia y no cumple con las grandes demandas que la sociedad a gritos exige, la próxima manifestación puede ser que ya ni siquiera quede algo para remediar. Son demasiadas las tensiones que se están acumulando, y no solo en Chile, y lo que finalmente está en juego es la supervivencia de nuestra especie. Lo único que puede salvarnos es una revolución en el sentido más nuevo y hondo que tiene esa palabra. El que sea una revolución pacífica o una revolución apocalíptica es algo que se está decidiendo ahora.

Va a publicarse próximamente Tú que fuiste desmembrado, libro de prosa autobiográfica. ¿Es un escrito reciente o algo que ya tenías y terminaste para que sea publicado? Por algunos adelantos que se han podido leer, tratás la década de 1980 y algunas intervenciones del Colectivo de Acciones de Arte.

-Sí, es un libro que vengo escribiendo, que no he terminado, y que toma como telón de fondo la dictadura de Pinochet, entre finales de los 70 hasta mediados de los 80, y donde se realizaban las intervenciones del CADA, Colectivo de Acciones de Arte, como se denominaba un grupo de artistas visuales y escritores entre los que me contaba, que se propusieron realizar intervenciones con toque de queda y ocupado por la dictadura. Todo eso fue una parte de mi vida, un período de una extraña pasión e incluso alegría en que en las narices mismas de Pinochet, unos tipos nos jugamos todo, nuestro miedo y nuestra belleza. El CADA está presente en las grandes manifestaciones del Chile de hoy, pero como están presentes los sueños. Es como si nosotros, las Acciones de Arte, Las yeguas del Apocalípsis de Lemebel y Casas, fuéramos los soñantes y el país en las calles el sueño, el sueño popular e infinito de cambiar el mundo.