"Esto que te pasó es producto de una política que a vos te hace peligroso y al policía que mata por la espalda lo hace un héroe”, le dijo Alberto Fernández a Braian Gallo. El presidente electo fijó un cambio sustancial respecto de Macri, tanto en la comunicación como en el modo de relacionarse con la gente. Una reconciliación del poder político con los sectores vulnerables del conurbano, dijo Martín Granovsky, acertadamente.

Si se piensa en el policía Chocobar -quien a pesar de estar imputado de homicidio fue sostenido por Patricia Bullrich y recibido por Macri-, o la responsabilidad del gobierno en las muertes de Rafael Nahuel y Santiago Maldonado, se puede esperar cambios que impondrán una concepción completamente diferente sobre los derechos humanos, aquellos derechos esenciales que tienen los habitantes de un país y que los Estados tienen la obligación de respetar, promover y salvaguardar.

Que el presidente electo se haya puesto la gorra de Braian debe significar que esos derechos humanos sean efectivos fundamentalmente para los más vulnerables, con serios problemas de vivienda, educación y salud; que cese el control permanente que las fuerzas de seguridad realizan sobre esos sectores, cuyos pibes son detenidos y maltratados diariamente por su color de piel, la vestimenta o el barrio en el que viven.

De allí se coligen otras cuestiones, como dejar completamente de lado falacias como la baja la edad de punibilidad, el aumento de penas o la pérdida de libertad, sobre todo porque el monopolio de la violencia estatal y su brazo más sofisticado, el sistema judicial penal, se ejerce fundamentalmente sobre los sectores más vulnerables y porque, además, no sólo no resuelven nada, sino que agregan mayor violencia a la desigualdad imperante.

Que se deje de utilizar la pérdida de libertad como la panacea contra la inseguridad callejera, con la cual legisladores, abogados, jueces y periodistas debaten sobre la necesidad de construir más cárceles y endurecer las leyes sobre excarcelación, en lugar de consagrar a la libertad como derecho humano esencial al que sólo excepcionalmente se lo debe restringir con orden fundada de juez. La inseguridad institucionalizada bajo el eufemismo de “todos debemos hacer el esfuerzo”, es no comer, no poder ir a la escuela, no contar con servicio de salud, y la padece buena parte de nuestra sociedad.

La gorra de Braian se relaciona con la necesidad de que el Estado, de una vez por todas, arbitre los medios para terminar con la situación inhumana del sistema carcelario y los malos tratos y torturas que cotidianamente sufren los internos. Quienes padecen la cárcel son, en su inmensa mayoría, del mismo sector que Braian. Para ello será necesario estudiar penas alternativas a la prisión, cumplir con el mandato constitucional sobre los lugares de encierro, y terminar con un servicio penitenciario militarizado, cuyo objetivo esencial es la seguridad en lugar del desarrollo y el bienestar de las personas.

Que las autoridades de gobierno dejen de lado el discurso de mano dura será un claro avance para fijar una nueva agenda en derechos humanos, tan bastardeados por el macrismo, al punto tal de que su secretario Claudio Avruj -al igual que el canciller Faurie y el mismo Macri- se disciplinaron a Trump para negar el golpe en Bolivia; se reunió varias veces con sectores que reivindican a genocidas; avaló el 2x1; denostó a los organismos de derechos humanos; avaló las tesis negacionistas junto a otros macristas; cuestionó la calidad de víctimas de la dictadura; llamó “nuevos paradigmas en derechos humanos” a que la policía matase por la espalda; acordó con el pinochetismo para sostener la persecución política contra exiliados chilenos lesionando la Convención de Refugiados; avaló la violación de los derechos de los migrantes y la utilización del sistema judicial para perseguir a opositores, entre otros desaguisados.

La gorra de Braian y las palabras del presidente electo pueden ser el puntapié inicial para imponerse al discurso y las acciones de los sectores retrógrados de nuestra sociedad y trabajar por una sociedad comprometida en luchar contra la desigualdad.