Texto. “Violencia. La víctima, un carabinero”. Cortito y al pie. El epígrafe de la foto de Clarín ancla la imagen de un tipo vestido con ropa militar, un carabinero (dice el editor), que parece correr, agachado, de espaldas a un manifestante vestido de negro y rojo y con la cara tapada (nótese el simbolismo), que estira su pierna como antes o después de dar una patada, en una pose que el lugar común periodístico definiría como “coreográfica”. No se sabe. Es un instante congelado. Nunca sabremos si la patada llegó a destino o si fue esquivada por el uniformado.

Contexto. La foto y su pie de foto yacen en la parte de aabajo de una media columna que da cuenta de la situación en Chile, con información sobre el estado de las cosas: “Estallido social”, “Piñera condenó la violencia”, “Bordón, evacuado”, dicen los títulos, volantas y subtítulos. El plano de la imagen es tan cerrado (miserias de la diagramación editorial) que verdaderamente no “dice” dónde ocurre la escena. Los protagonistas (carabinero y manifestante) está bien definidos, pero el uniforme del “carabinero” es uno de esos de camuflaje, el de “combate”, no el clásico verde oscuro de los “pacos” chilenos. El fondo desenfocado permite inferir una manifestación callejera, cualquiera. Me olvidaba: está en la tapa de Clarín del miércoles 13 de noviembre de 2019.

Sintaxis. Desde que comenzó el conflicto en Chile, los protagonistas, los periodistas independientes, los usuarios de las redes sociales, los observadores internacionales, los médicos y paramédicos, los organismos de derechos humanos, es decir, un amplísimo abanico de personas y entidades públicas y de la sociedad civil han coincidido en señalar la desproporcionada violencia de las acciones represivas tanto del Ejército como de los Carabineros chilenos. Hidrantes que arrojan agua con sustancias tóxicas, bombas de gases lacrimógenos, balaceras indiscriminadas y sin acciones disuasivas previas. Más de 2500 personas heridas, una veintena de muertos. Cuerpos mojados, baleados, apaleados, torturados, violados, vejados, desparecidos. Y para el gran diario argentino los carabineros son las víctimas.

Ver. Hay una cifra que me obsesiona: cientos de personas heridas en los ojos. Sí, en los ojos: ojos lastimados, ojos mutilados, ojos cegados. Récord mundial de heridas en los ojos. ¿Por qué se les dispara a los ojos? ¿Qué es lo que no quieren que vean? ¿Se puede no ver lo evidente? ¿Se puede cegar de nuevo a una sociedad que despertó? ¿Qué pasa cuando una sociedad se saca la venda de los ojos y empieza a ver la realidad de la injusticia? ¿Se puede seguir invisibilizando la inequidad? Ya lo dijo el “Ciego”: la enumeración es el infinito.

Fin. ¿El fin justifica los medios? Los medios se justifican por sus fines. ¿Quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios? ¿Quién lo dice? ¿Cómo lo dice? ¿Dónde lo dice? ¿Cuándo lo dice? ¿Por qué lo dice? Volvamos al principio: hay que tener cara, para decir que los carabineros son víctimas de la violencia callejera. Una verdadera lección de periodismo. Una verdadera lección de la condición humana.