"El nuevo proceso político que se abre en nuestro país requiere pensar al gobierno más allá de sí mismo. ¿Cómo hacemos que la sociedad civil también se sienta parte del nuevo gobierno? ¿Cómo llenamos de contenido lo que llamamos acuerdo social o contrato social?", se pregunta Nahuel Sosa, sociólogo y profesor de la UBA, miembro del Observatorio de Seguridad del Instituto Gino Germani. Es también director del Centro de Formación y Pensamiento Génera, integrante de Agenda Argentina, un espacio que nuclea a diversos centros de estudios y organizaciones académicas y políticas que apoyan al Frente de Todos, como los grupos Callao, San Juan y Fragata; la Usina de Estudios Políticos, Laborales y Sociales (Ueplas); el Espacio Atahualpa; el Centro de Estudios Atenea; Proyecto Habitat; el Instituto de Energía Scalabrini Ortiz; Comunes; el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz; El Sur No Espera y la Usina del Pensamiento Nacional y Popular.

-¿Cuáles son las apuestas socioculturales necesarias en el contexto actual?

-La primera es construir pensamiento crítico, que supone pensar que hay fenómenos inéditos y que eso implica animarse a construir nuevas categorías teóricas para comprenderlos. Al mismo tiempo, tiene un correlato práctico en tanto es útil para intervenir sobre estos fenómenos. La segunda apuesta consiste en conectar demandas de la sociedad civil con las agendas políticas. En este sentido, el nuevo proceso político que se abre en nuestro país requiere pensar al gobierno más allá de sí mismo. ¿Cómo hacemos que la sociedad civil también se sienta parte del nuevo gobierno? ¿Cómo llenamos de contenido lo que llamamos acuerdo social o contrato social? En tercer lugar, el pensamiento crítico también tiene que abonar a que en ese acuerdo social, que va a tener una cara institucionalizada con actores ya organizados, va a contemplar sectores dispersos que no están organizados.

-El nuevo tiempo político va a tener el desafío de mantener cohesionada a la coalición de gobierno, pero también lidiar con una sociedad agrietada.

-Tenemos que dar una nueva batalla cultural y entendemos que esto no significa que el otro piense como yo. Una victoria sería que, en la diferencia, podamos compartir ciertos valores comunes. Por ejemplo, compartir que el hambre es un límite, que el Estado debe ser central para reducir las desigualdades. Porque podés tener un triunfo electoral, sin que eso se traduzca en un triunfo cultural. El gran acierto fue la unidad para ganar y ahora el desafío es mantener la unidad para gobernar para todos y todas, incluso para quienes no apoyan a este proyecto político.

-Hay plena conciencia desde el Frente de Todos que se trata de una coalición y eso siempre supone diferencias y, a veces, conflictos. ¿Cómo se manejan esas diferencias?

-Le robo un concepto a Álvaro García Linera: las tensiones que conviven al interior de la coalición deben ser creativas. Linera habla de las tensiones creativas cuando hay diferencias al interior de un bloque popular que, lejos de entorpecer, permiten dinamizar al espacio político. Existe un consenso básico que se contrapone a las políticas neoliberales. Lo cierto es que todo acuerdo implica ceder algo, bajo la premisa de que hace falta dar un paso atrás para dar dos adelante. Hay que demostrar que esta ecuación es necesaria para poner de pie al país. Por supuesto, van a existir contradicciones, pero también prioridades. Los primeros meses de gobierno, los problemas prioritarios deben ser de quienes más sufrieron la crisis. Eso sólo se logra por medio de la política: cuando Alberto dice que entre los bancos y los jubilados se queda con los jubilados, está blanqueando que el acuerdo social es necesario pero que las prioridades son innegociables.

-¿El Frente de Todos debería construir un albertismo con mística y simbólica propias?

-Creo que hay que tener en claro que la dupla de Alberto y Cristina expresa la síntesis de todos los espacios que conforman ese frente. El problema es que desde la oposición al FdT se estimula la idea de personalizar los procesos políticos, con el objetivo de generar divisiones internas. Creo que la idea fija del FdT es poder salir de la crisis y lograr una estabilidad económica, pero además sostener en el tiempo las distintas identidades políticas que conforman este espacio. La gran virtud de Alberto es sintetizar, unir, dialogar. Desde los gobernadores, los sindicatos, hasta los movimientos sociales. Creo que él cumplirá un rol histórico profundo que va más allá de una construcción propia. La síntesis es el desafío y su fuerza radica en el equilibrio y la unidad para poder reconstruir un nuevo proceso político y económico. También habrá que transformar a las minorías dispersas en nuevas mayorías diversas.

-¿Hay una nueva apuesta por la política de parte de la sociedad?

-Creo que hay una ciudadanía que quiere recuperar el espacio público, como forma de dirimir los conflictos. Necesitamos volver a asociar la política a la solución de los conflictos. El gobierno de Macri sembró odio y bronca, eso destruye cualquier salida posible. Limita el debate, lo empobrece y lo reduce a una grieta sin matices ni diferencias. Son discursos que no construyen nada. Esa es la pesada herencia cultural que nos deja esta élite.