Consumado el escenario electoral que terminó democráticamente con el gobierno de Mauricio Macri son oportunas las instancias de reflexión acerca de este ciclo. Una de sus características inéditas fue la presencia del CEO como personaje representativo. En reportajes, el CEO se construía discursivamente afirmando que era el momento de colaborar con el país, casi como una pasantía. Ahora, con diciembre cerca, entendió que es ineludible construir una política de significación que articule un relato que lo defienda. Con las empresas mediáticas replicando sus agendas, no bastó para ganar las elecciones. Para triunfar en la batalla política también se deben disputar las significaciones mediáticas de la historia reciente.

¿Qué experiencias se lleva el CEO luego de estos cuatro años? La pregunta puede sonar fútil. Sin embargo es posible encontrar rasgos para atender las condiciones de formación que fue acumulando durante este tiempo que pondrá en juego cuando decida ocupar nuevamente los primeros lugares de la gestión del Estado. El campo popular no solo es quien aprende y acumula. Él también lo hizo y retornará para satisfacer sus intereses que ya conocimos sobradamente.

El CEO pudo comprender las lógicas de funcionamiento de la maquinaria estatal, que es mucho más potente –en cuanto alcance e incidencia en la vida en común– que una minusválida ONG creada con el solo objeto de lograr exenciones impositivas. También se lleva un cúmulo de saberes de experiencia de gestión, recursos administrativos, mecanismos de promoción y planificación de políticas. Adquirió una dimensión real de la territorialidad de la Argentina, con las complejidades y las potenciales que eso entraña. Sumó en su haber los ensayos de manejar oscuramente los resortes de las dinámicas electorales, la carga de datos y el manejo discrecional de la información pública.

El CEO percibió que gran parte de sus políticas se pudieron llevar a cabo porque cuenta con un amplio sentido común que está de acuerdo con sus propósitos. Así reconoció que debe engordar y fundamentar activamente ese sentido común. Sin ello, será imposible mantener proyectos de gobierno de largo alcance porque lo sostiene a pesar de tener condiciones económicas muy adversas, por ejemplo. Desde las usinas del Estado, el CEO comprobó que es positivo soltar esporas de la desidia para desalentar ciertas iniciativas de participación que promuevan intereses diferentes a los suyos. También entendió la diferencia entre lo político, como el juego de los antagonismos, y la política, como al conjunto de prácticas e instituciones destinadas a garantizar un orden. El CEO intuye que en próximas contiendas electorales será necesario combinar la Big Data con las calles, en una tensión entre la distancia y la proximidad, entre los átomos y los bites.

En el marco de las capas geológicas de la burocracia, el CEO supo (y sabrá) cuál es la autopista más rápida que puede tomar para beneficiar a sus amigos. Aunque ello implique costos, desde donde no se sale indemne, porque siempre quedan huellas en la arqueología administrativa del Estado. Para la próxima oportunidad, el CEO tanteará hasta dónde adquirir riesgos en virtud de favorecer sus intereses de clase.

Ahora, pasado un tiempo, el CEO acumuló la experiencia de la importancia de la conducción estratégica del Estado. Como a su apetito voraz ya no le bastan las ONGs y las fundaciones, masculla y sabe que volverá fortalecido.

* Comedi-FPyCS-UNLP