Como decimos sus integrantes, la Fundación Somigliana está conformada por los históricos y los que fuimos llegando después. Entre los históricos están Roberto Tito Cossa, Bernardo Carey, Roberto Perinelli y Marta Degracia. Más tarde se sumó Héctor Oliboni y luego, hace aproximadamente diez años, llegamos Mariela Asencio, Andrés Binetti, Raúl Brambilla y yo. Todos nosotros somos la Fundación Carlos Somigliana. Y contamos con Marcela Inda quien gestiona la parte técnica y administrativa.

Entre todos compartimos la construcción de este sueño que implicó muchas, muchas horas de gestión. Es clave el hecho de que casi todos los que conformamos la Fundación tenemos experiencia en gestión y, sin duda, eso fue decisivo en estos años.

Trabajamos codo a codo con el equipo de arquitectos, Natalia Miranda y Daniel Miranda. Hay que decir, sin embargo, que el sueño, este último año, tuvo mucho de pesadilla: teníamos la obra arrancada, los elencos comprometidos para empezar a hacer funciones y la realidad del país se complicaba cada día más. Ese dinero que creíamos que nos iba a alcanzar, se evaporaba. Los precios empezaron a cotizar en dólares, y cuando querías fijar el importe y hacer que te entregaran la mercadería, te pedían tiempo. Fue realmente difícil. Tengo la certeza de que esto no habría sido posible si no hubiésemos estado enamorados de un proyecto que nos trasciende. En tiempos tan complejos donde la exaltación del individualismo y la meritocracia aparecen como la justificación de los sectores dominantes, nosotros respondemos con un sueño colectivo. Para mí lo novedoso, lo revolucionario de nuestra apuesta, es la empatía. El nuevo Teatro del Pueblo significa la materialización de la misión a la que nuestra Fundación Somiglana, se ha entregado en sus veinticinco años de historia

Abrimos el nuevo Teatro del Pueblo con más apoyo para todos nuestros dramaturgos y dramaturgas. Años atrás la Fundación desplegaba actividades tendientes a acompañar otras necesidades, como cursos, seminarios, encuentros, ediciones. En esa dirección vamos a trabajar ya que ahora tenemos un espacio propio que nos permite desarrollar esas actividades.

Y respecto a la programación, así será la primera parte del año. En la Sala Somigliana se estrenará Solo nos queda rezar, de Roberto Cossa y Mariano Cossa, Papá Bianco y las Alonso, de Irina Alonso e Ingrid Pelicori, La voluntad, de Cesar Brie, Cosméticos de Bernardo Carey, Erase una vez, de Gustavo Tarrio, Contra todo, de Mariela Asencio y Bailan las almas en llantas, de Pilar Ruiz.

En la sala Teatro Abierto, por su parte, se verán Soy una gaviota, de Eugenio Ignacio Fernández, El alemán que habita en mi, de Alejandro Genes, Fuera del mundo, de Raúl Brambilla, La noche oscura, de Eugenio Soto, Un destino pequeño, de Héctor Oliboni,New York mundo animal, de Gilda Bona, y vuelve El ultimo espectador, de Andrés Binetti.

Esto es solo el arranque. Vamos a festejar todo el año la apertura del nuevo Teatro del Pueblo, que se encamina a cumplir en el 2020, sus primeros 90 años. Y lo vamos a hacer acompañando, como desde hace muchos años, a las autoras y autores argentinos.

*Dramaturga. Integrante de la Fundación Carlos Somigliana