El verano siempre se termina, pero esta vez… ¡hay que impedirlo! Las aventuras de amigos adolescentes suelen tener implícita la amenaza de un maldito plazo o de algún tipo de fecha de vencimiento: que se acaba el verano, que nos van a atrapar los adultos; en fin, que crecemos. Ese clima de carrera colectiva hacia adelante las vuelve ideales para experimentar la maravilla de correr codo a codo. Riéndonos, gritando, excitándonos, viviendo el presente… y mandando a todos a cagar. El regreso de Los Goonies al cine, 34 años después de su fecha de estreno original, permite recuperar una película esencial para la aventura teen: un grupo de pibes de pueblo que emprende una travesía de alto riesgo sin el amparo de sus mayores ni más resguardo que el espíritu de equipo y la capacidad de reírse unos de los otros.

 

Los Goonies (1985) tendrá su única función de regreso el próximo martes 10/12 a las 20 en las salas de la cadena Cinemark-Hoyts, como parte de un ciclo de reposiciones clásicas que ya incluyó otros tanques del siglo pasado como Terminator (1984) o Tiburón (1975), y que viene replicándose en distintos países. Pero este reestreno trae bajo el brazo una innegable cuota de oportunidad: llega cuando su legado parece haber encontrado un exponente de su tamaño en la generación streaming, con otro grupo de púberes que afronta otro peligro impensado. Los chicos del hit de Netflix, Stranger Things.

Producida por el prócer del cine estadounidense Steven Spielberg, a partir de una historia que él mismo escribió, Los Goonies linkeó con todo un universo cinematográfico de los ’80, ya que compartió caras delante y detrás de cámara con otros hits de la época protagonizados por adolescentes, como Cuenta conmigo (1986), Gremlins (1984) o E.T., el extraterrestre (1982).

Hay una montaña de oro y diamantes que buscar, y no por mera ambición: unos tipos de traje van a embargarle la vivienda familiar a uno de los pibes. Y ese tesoro, oculto hace siglos por un pirata maldito, promete ser la clave para salvar la casa, salvar el grupo, salvar el verano. Sólo hay que saber leer el mapa y escapar de los temibles, caricaturescos forajidos de origen italiano que les siguen la pista. La cruzada la inician cuatro pibitos que salen en bicicleta entre los árboles y vistos desde arriba, cuando aún nadie había oído hablar de drones.

Son el pecoso asmático con pasta de líder (Sean Astin, luego hobbit de El Señor de los Anillos y más tarde coprotagonista, lo que son las cosas, de Stranger Things); el bromista bocón que deja salir como si nada chistes sobre torturas sexuales, marihuana, cocaína y heroína (Corey Feldman); el gordito heroico capaz de comerlo todo y destruirlo todo (el one-hit wonder cinematográfico Jeff Cohen) y el nerd inventor que semeja un Inspector Gadget made in Hong Kong (el vietnamita Jonathan Ke Quan, partícipe de otro clásico de época, Indiana Jones y el templo de la perdición, donde acompañaba al arqueólogo más famoso de todos los tiempos).

Al grupo se le sumarán, sobre la hora, un hermano mayor (un tan teen Josh Brolin) y dos chicas (una romántica, Kerri Green, y otra empoderada, Martha Plimpton, con look andrógino de pelo cortísimo y anteojos gigantes, cual Vilma de Scooby Doo). Todos ellos se meten en una red de cavernas pobladas de esqueletos, espadas, trampas cazabobos, toboganes de agua subterráneos, un “monstruo” adorable y hasta un galeón pirata de ensueño.

El CV de los adultos + la épica de los pibes 

Parte de la explicación de por qué Los Goonies cerró por todos lados habrá que buscarla en la tremenda “unidad de adultos” que tuvo detrás de cámaras. Además del coloso Spielberg, contó con el guionista Chris Columbus (director de las tres primeras películas de la saga Harry Potter), con el director Richard Donner (realizador de hits como La profecía, la primera Superman o la saga Arma mortal) y con la productora-estrella Kathleen Kennedy (cuya carrera juvenil pasó por clásicos como Poltergeist, Jurassic Park, Los cazadores del arca perdida o E.T. y hoy, que ya es una señora grande, ejerce como altísima jerarca de Lucasfilm-Disney al frente del universo Star Wars).

Hasta el momento sin secuelas, reboots, spinoffs, ni precuelas –toda una rareza hoy–, con cierta mitología propia de personajes incidentales como el pirata-inventor Willy el Tuerto o el finado cazador de tesoros Chester Copperpot (que dio nombre a un disco de los españoles La Oreja de Van Gogh), Los Goonies hasta se atreve a colar gags sexuales en tiempos muy anteriores a la idea de la ESI: cuando una escultura de un desnudo masculino se rompe justo en los genitales, un chico señala que es “la parte preferida de mamá” y el otro le responde “si no fuera así, tú no estarías aquí”.

 

La otra ola en la que bien puede surfear Los Goonies es la del retorno circular de la mística de los ’80, no sólo revisitada en la era de Netflix por Black Mirror sino también –otra vez– por Stranger Things: la banda sonora deja pasar íconos pop ochentosos como The Bangles, REO Speedwagon o Cyndi Lauper, que metió canción original y hasta un cameo.

Mientras su herencia puede pescarse incluso en sagas de otro palo, como el clásico animado Gravity Falls , estos “goonies” en cuestión –es el nombre que los cuatro chicos le dan a su propia pandilla– celebran un culto a los lazos de amistad y lealtad. Donde la familia y los intereses amorosos también pueden estar, por qué no, pero la convicción de ir codo a codo con los amigos, sea para divertirse o para horrorizarse, siempre es prioridad. La épica de los pibes.