“Es lo mío esto. Si mis canciones tienen algún sentido es hacer este tipo de cosas”, expresó León Gieco después de haberles regalado a los detenidos del penal de San Martín una tarde que rompió con la monotonía de la vida tras las rejas. Tocó un puñado de temas solo y también lo hizo junto a Rimas de Alto Calibre, banda integrada por músicos de la unidad 48. En la cancha de rugby de esta unidad, bajo un sol intenso, mientras Gieco entonaba “El país de la libertad”, un muchacho cruzado de brazos agachaba la cabeza y lloraba; en momentos rockeros como el de “La rata Laly” tomaron protagonismo las pocas mujeres que pudieron asistir al encuentro, mostrando sus habilidades para el baile. “El sentido total de la canción está en venir acá para que una cárcel sea mejor. Además, las letras toman otro significado”, concluía el músico.

Llegó al complejo penitenciario de tres unidades (46, 47 y 48) manejando su auto. Todavía estaba al volante cuando los penitenciarios que lo recibieron le pidieron, desde el otro lado de la ventanilla, una foto, no haciéndose cargo de su propio deseo: “mi hijo es fanático tuyo”, “mi mujer se muere si ve esto”. Los pedidos –de docentes, uniformados y detenidos– se replicaron durante toda la tarde. Y siempre Gieco accedió con calidez y una sonrisa. Antes de entregar su DNI y atravesar la última de las rejas para llegar al Centro Universitario San Martín (Cusam), sacó su Takamine fileteada del baúl y se colocó en la cintura el antiguo portabalas de cuero –contó León– en el que porta sus siete armónicas. Todo puede convertirse en otra cosa: un portabalas puede cargar armónicas, así como una cárcel puede volverse sede de un recital de un ídolo popular.

Este ídolo tiene, como era de esperarse, una vasta “trayectoria carcelaria” dentro de su currículum. A lo largo de su carrera ha tocado en los penales de Ushuaia, Río Grande, Río Gallegos, Dolores y Córdoba, entre muchos otros. Una de las experiencias más difundidas es la de comienzos de 1982, cuando en plena dictadura cantó en una cárcel de mujeres de Paraná para las presas políticas. Treinta años después volvió a reunirse con ellas, suceso que fue plasmado en un documental. Todo este recorrido hizo que Gieco se moviera como pez en el agua en el bloque de cemento ubicado detrás del basural de la Ceamse, adonde llegó por primera vez. Se fue con cartas que le entregaron, varios proyectos y un sueño: acordó con las detenidas presentarse este verano en la unidad 46 (mixta, a diferencia de la 48), invitó a los chicos de Rimas de Alto Calibre a tocar con él en octubre en el Teatro Opera en recuerdo de los alumnos de la escuela Ecos, así como también les propuso sumarse a la grabación de un segundo disco. “Me encantaría hacer un documental, un recorrido por cárceles, tocar con los músicos y poetas que aprenden en la cárcel. La música, la poesía, los libros son una salvación para esta gente, importantes en momentos extremos como éste”, dijo a este diario.

El Cusam es un espacio educativo creado por la Universidad de San Martín en el interior de la unidad 48. Según el parecer de muchos de los detenidos que disfrutaron del recital es lo que convierte a esta unidad en un “oasis” al lado de otras que no ofrecen la posibilidad de estudiar. Allí pueden graduarse en Trabajo Social y en Sociología, y este año se incorporó una Diplomatura en Arte y Gestión Cultural. Organizado por Cusam y el Instituto de Arte de la universidad, el recital de Gieco y Rimas coronó la entrega de diplomas de la primera camada de egresados de la nueva carrera. En la cancha del Espartanos Rugby Club había varios jóvenes con diplomas en la mano o en los bolsillos. Larry no lo tenía encima, estaba muy ocupado, era el animador de la fiesta, conductor en el escenario. Dos décadas de encierro y el “logro” de ser el primer universitario de la familia. “Lo que me sacó del inframundo fue la educación. Ni un genocida como Videla sufrió lo que padecí yo. Nunca encontré la puerta giratoria”, se lamentaba Larry, que quiere usar su título para trabajar “en bachilleratos populares, centros culturales, ayudando a los chicos y lograr consciencia colectiva”.

“Espero pronto estar en libertad para poder mostrar el cambio. Mucha gente dice ‘que se mueran ahí’ sin conocernos. Está en su derecho. Estamos acá para romper las normas pero sabemos que podemos revertir el daño que hicimos”, agregó. Aquella metáfora de “la puerta giratoria” que él nunca encontró tomó forma concreta con la visita de León: se conocían; se habían cruzado cuando el músico tocó, a fines de los noventa, en la cárcel de Dolores. En el acto estuvo presente el director de la carrera de Cine Documental del Instituto de Arte de la Unsam, Tristán Bauer. Antes de pisar el predio de césped sintético, donde algunos detenidos jugaban rugby o metegol, Gieco pasó por la biblioteca popular del centro universitario, bautizada Juan Gelman. Regaló y firmó ejemplares de Crónica de un sueño, la biografía que construyó con Oscar Finkelstein. También dejó discos para la radio que funciona en el mismo edificio –no muy grande y separado del resto del complejo– y copias del documental Mundo alas. Firmó hasta vinilos que le acercaron. El recorrido lo guiaba Lalo Paret, director de Articulación Territorial de la Unsam. Los internos le contaron de los talleres de cerámica, cocina y encuadernación. Antes pasó por la sala de ensayo para conocer a los músicos de Rimas de Alto Calibre, con los que no había tenido contacto antes. Definieron el orden de la lista de temas; cerraron ideas para los finales de las tres canciones que compartirían (“El fantasma de Canterville”, “Pensar en nada”, “La rata Laly”). Gieco elogió la tapa del primer disco de la agrupación, que en ese entonces estaba compuesta por otros integrantes, quienes recuperaron la libertad. Uno de ellos es Ariel “Patón” Argüello, anterior cantante, que lucha por una carrera musical y que va a tocar en Cosquín. Participó de la movida aunque antes de Rimas, cantando rap. Al verlo a León le dijo: “Quiero ser como vos”.

“Hacer música dentro de la cárcel me dio un proyecto de vida, transformé mi manera de ver el mundo. Tengo ganas de estar en el penal pero también de salir corriendo. Estuve 18 años y seis meses preso. Mi pasado me sigue, pero aprendí a decir no. A ser una persona normal. Todos esos valores me los dio la música. No salí a delinquir. Salí a hacer música”, remarcó el autor de temas como “Nena bolsita”. Rimas es el desprendimiento de un taller de versada popular latinoamericana que se inauguró hacia 2009, de la mano de los docentes Lautaro Merzari y José Lavallén. En 2011, surgió la banda musical de estilos heterogéneos como el rock, la cumbia, la chacarera, guajira y reggae. Editó un CD con la participación de Andrea Prodan, Miss Bolivia y Sergio Dawi, entre otros invitados. “Que León agarrara el disco y dijera lo increíble que es una reparación histórica. Porque la tapa (que alude al encierro) no le gustó al rector que estaba en su momento, y quedó guardado. Salió físicamente muy tarde a la luz”, celebraba Merzari. Los actuales músicos –Diego, Miguel, Gustavo, Ariel y Darío– de la agrupación contaron que estuvieron ensayando “más seguido” en la víspera de la llegada de León y que suelen tocar en varios de los eventos que suceden dentro del penal. “El instrumento lo aprendimos a tocar acá en la cárcel. No somos profesionales. Esta semana nos estuvimos esforzando todo el día”, aseguraron. Los guitarristas tienen permitido practicar con sus criollas dentro del pabellón, en cambio la tarea es más compleja para los bateristas. Diego, uno de los dos bateros, andaba toda la hora con auriculares intentando adecuarse a los ritmos de los temas de Gieco.

Es cierto que las letras adquirían mayor potencia en esa escena. Frases como “Bajen las armas que aquí solo hay pibes comiendo”, de “El angel de la bicicleta” (una de las canciones más festejadas), o “diles a esos hombres que traten de usar a cambio de las armas su cabeza” (de “Hombres de hierro”) tomaban mayor sentido ante el público de presos, autoridades universitarias y uniformados. “Cachito, el campeón de Corrientes”; “Canción para Carito”; “La navidad de Luis” (muy reclamada por el público); “Canción de amor para Francisca” y “De igual a igual” fueron los temas que eligió el cantante para la ocasión. “Son canciones de hace 40 años… ¿cuánto hace que están acá?”, bromeó. Hubo un momento en que su recital junto a Rimas se disputó la atención con el baile: en el campo, las pocas chicas que habían logrado permisos para participar del encuentro comenzaron a bailar rock con los muchachos, y un grupo de espectadores armó una ronda y trasladó la atención allí. Ellas, que eran poquísimas en proporción, estaban maquilladas y prolijamente peinadas, producidas para el acontecimiento. O todo lo producidas que podían. A Paola Galeano, 32 años, vocera de las universitarias, una encargada la obligó a cambiarse. Tenía una camisa blanca y un corsé rosa y se lo hicieron sacar porque en el evento “había hombres”. “Es ilógico… ¿en la calle no hay hombres?”, se preguntaba Paola, a la vez que celebraba el hecho de que este año, por primera vez, las mujeres de la unidad 46 pisaron el Cusam. El machismo tras los muros se siente y por supuesto que más intensamente. “Anteriormente había solo mujeres de la 47. No se nos permitía venir a la universidad. El juzgado no lo permitía o simplemente nos decían que no se podía. Ahora tenemos más posibilidades, y estamos queriendo ser iguales. Es la primera vez que venimos a la cancha de rugby. No nos permiten gozar de las cosas que gozan ellos, por ejemplo, hacer deporte”, comparaba la joven. En la 46 recién el año que viene habrá secundaria para mujeres mientras que para hombres ya hay.

En un momento tomó la palabra el estudiante de Sociología Abel Díaz, referente del pabellón de universitarios de la unidad 48, al que sólo se accede siendo alumno regular. “Esta unidad es un oasis. Muchos se están cagando de hambre por los derechos que el Estado nos está quitando. Apoyamos la educación afuera y en contextos de encierro. Por los compañeros que se están cagando de hambre y murieron en nuestra lucha”, manifestó. Luego, reflexionó en diálogo con PáginaI12: “No dejamos de estar en cana. Pero, mediante el estudio como herramienta de transformación, salimos de la lógica tumbera. La lógica tumbera es, por ejemplo, afilar una faca, estar mirando qué está haciendo el otro, resolver los conflictos de forma violenta. Es la forma de dominación del servicio penitenciario. La educación rompe con eso”. Sobre la denuncia que había planteado con el micrófono en mano, amplió: “El servicio penitenciario dejó de abastecer de alimentos. Hoy no dan carne ni pollo. Arroz y fideos, nada más”. La situación se extiende desde hace dos semanas. Por esta razón, el cierre de la gestión de María Eugenia Vidal podría ocurrir con una huelga de hambre sin precedentes en las cárceles de la provincia. Según Díaz, este jueves. “Vale la pena hacer algo para que las cárceles tengan una reconstrucción positiva, y que la gente no sea tratada como una basura”, remarcó Gieco.