Desde Barcelona

UNO En un avión, al iniciarse las maniobras de aterrizaje en Barcelona, Rodríguez escucha la voz del piloto por los altoparlantes: "Nublado. Lluvia". "Seco. Limpio", piensa Rodríguez acerca del laconismo del comandante volador. Y ya en la pista del aeropuerto, está más que claro que el hombre tal vez no se explayó en el tema para no asustar a todos esos pasajeros que vienen a caminar por avenidas anchas como ríos o a embarcarse en cruceros mediterráneos. Porque lo que truena y moja en la ciudad y alrededores es la borrasca perfecta. Gota fría como de tortura china, viento aventado, otra muestra de lo que viene siendo el otoño más invernal en muchos años y Rodríguez se pregunta si esto será cambio climático o retorno a la perdida normalidad estacionaria. Perturbación atmosférica que --teoriza Rodríguez-- tal vez sea consecuencia de la energía despedida por millares de perturbaciones mentales que ascienden a las alturas para luego descender tomentosas sobre los perturbadores o perturbados. Y Rodríguez enciende el móvil y revisa sus alertas. Y, no, todavía no hay noticias firmes sobre el investir a Pedro "Resistencia" Sánchez y acabar con la "crisis de gobernabilidad" por cortesía (mucha) de "un pacto entre diferentes": el Batman de la ecuación junto a un Pablo Iglesias quien quisiera pensarse Robin, pero en verdad cada vez adopta modales más propios del Alfred no marca Michael Caine en la trilogía de Christopher Nolan sino del servil Alfred de la serie de televisión. Ya se sabe: BANG! y KABOOM! y CRASH! y todos esos Jokers diputados en el Congreso entre risitas y muecas y knives out de asesinato en hemiciclo cerrado en el Día de la Constitución y discutiendo sobre dónde sentarse, abrocharse los cinturones y quedarse allí. Atornillados y a sueldo por no hacer nada salvo pelearse amablemente, mientras afuera se oyen todos esos truenos y rayos y AIEEE! y UGGH! y BONK!

DOS En Plaza Catalunya, bajo el agua y sobre el viento, Rodríguez arrastra su maletita con rueditas y se acuerda que --cortesía de un algoritmo de Aeroméxico-- se sentó entre dos pasajeros que ocupaban los apoyabrazos a codazos. Rodríguez los disculpó porque leían. Leían biografías, libros que inspiraron películas de esas based on a true story. El de la izquierda (14A) lee The Irishman. El de la derecha (14C) lee First Man. Vidas y obras de dos íconos americanos de polaridades opuestas. Uno de ellos dio un pequeño paso para un hombre y un gran salto para la humanidad. El otro paseó a muchos hombres para luego hacer saltar sus cabezas por los aires. Ahora, ya en tierra y en casa, atoallando su cabeza, Rodríguez enciende la televisión, esquiva noticieros, y va directamente al episodio grabado de Ray Donovan. Rumores de que va a ser la última temporada y ojalá que no, y el fixer Ray con esa cara cada vez más de nada-todo confesándole a su psicoanalista que en verdad él siempre quiso ser veterinario, y música de fondo sobre el final: "Fisherman's Blues" de The Waterboys (el atemporal Mike Scott, recordar la despedida de The Affair, parece estar de moda y es justo que así sea). Y así, luego de unos sesenta minutos de cabezas cortadas y disparos a quemarropa, Rodríguez se anima al telediario. Y bastaron unos pocos segundos de realidad para extrañar a la ficción, a los trabajosos problemas de Ray, a la energía familiar del invulnerable patriarca torcido Mick diciéndole a Brendan "Bunchie" Donovan que siempre fue su hijo favorito. A lo que Bunchie responde: "A todos los hermanos nos dijiste lo mismo". Y Mick --quien es una bestia irresponsable, sí, pero tiene a su favor el haberles leído a sus hijos "The Dead" de James Joyce para que se durmiesen cuando eran niños-- le responde: "Y a todos les dije la verdad".

Afuera no nieva como al final de ese cuento puro, pero llueven gotas redondas y heladas y pesadas sobre tanto puro cuento.

TRES Y hace tanto tiempo que Rodríguez no tiene favoritos. Ni siquiera siente que al votar elija --como sí escoge al volar-- entre carne o pollo, nunca pescado, lo mejor es pasta. Lo único que le queda es Pedro Sánchez, al que admira por todas las razones incorrectas y que, en política, suelen ser las habituales: por lo de antes y no por lo del durante y mucho menos por el después. Y vuelve a leer un par de artículos aparecidos hace meses y semanas en El País acerca del sujeto en cuestión. Uno de Manuel Jabois donde se afirma que " sí, Sánchez siempre está ahí, pero no termina de estar donde quiere. Como si tras tantas peleas, tensiones y minorías haya desarrollado un instinto natural para el combate, perfeccionándolo hasta hacerse del todo con el partido y rozar el Gobierno, pero incapaz de manejarse en la estabilidad, siquiera para construirla". Y otro de Juan José Millás en el que se diagnostica que Sánchez "llegó a la presidencia del Gobierno como a la secretaría general del PSOE: tropezando. Es un artista del declive, pero también de la recuperación. Cae y se levanta del suelo como esos tipos duros de película que tras morder el polvo se sacuden el traje y continúan, impertérritos, hacia su destino. El destino de Sánchez, por lo que vamos viendo, es el de volver a tropezar, etcétera".

Pues sí. Pues eso. Es lo que hay. Es lo que queda.

En suma: es lo que resta.

El resto es la Cumbre del Clima exportada in extremis desde Santiago a Madrid (ya experta en acoger acontecimientos sudacas cancelados por causas mayores luego de aquella final Boca-River; de seguir así, lo próximo será el concurso Miss Venezuela o la construcción del Muro en la frontera USA/MEX); la llegada en eco-barco al Viejo Mundo Greta Thunberg con cara de Greta Thunberg (quien ya tiene caganer propio para estas fiestas y, seguro, sus intenciones son buenas; pero a Rodríguez todo el circo montado a su alrededor le recuerda un poco a aquella adoración indiscriminada por la encandiladora profesional que fue la Madre Teresa de Calcuta); Iñaki Undargarín negociando su permiso navideño; los conflictos existenciales en el Partido Popular Jekyll sacudido por los excesos de Vox Hyde; las inquietud de patronal y empresarios ante un posible/inevitable gobierno PSOE/Podemos (con cada vez más problemas internos que se externalizan); la huelga en Francia y las risitas en la OTAN contando chistes de Trump; y el repetido minué de las re-consultas con Felipe VI a ver si de una buena vez, antes de fin de año... Y --a diferencia de Mick Donovan-- nadie diciéndole la verdad a nadie.

 

Viendo y escuchando todo eso, leves golpes en el vidrio de la ventana, Rodríguez, deseando ser un pescador lejos de esta tierra firme y de sus amargos recuerdos, somnoliento, contempló cómo las gotas, de plata y de sombras, caían oblicuas hacia las luces. Sí, los diarios no mentían: llovía en toda la ensopada y cada vez más gansa Freedonia/Cataluña. Y así su alma se desvaneció lentamente en el sueño oyendo caer la lluvia pesada sobre el universo y cayendo fuerte la lluvia, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre todos los muertos y sobre los cada vez más gángsters y sobre los cada vez menos astronautas, hasta que salga el sol y se haga la luz y haya buen clima.