Detalló, a una velocidad e intensidad abrumadora, la pesada herencia en materia económica que deja el gobierno de Mauricio Macri. Precisó en cada una de las variables clave mancionadas el impactante retroceso en estos cuatro años. Fue un imprescindible inventario para poder contextualizar cuáles serán los ejes urgentes de su gestión. En una lectura apurada, cada cifra que presentó Alberto Fernández fue un rayo fulminante hacia otro proyecto neoliberal que termina, como los dos anteriores (dictadura y década del ’90), en una crisis de proporciones.

Señaló que la actual tasa de inflación es la más alta de los último 28 años, para indicar que desde 1991 la economía argentina no tenía una inflación superior al 50 por ciento. Notificó que la tasa de desocupación es la más elevada desde 2006; que el valor del dólar pasó de 9 a 63 pesos en sólo cuatro años; que la economía no paró de achicarse en estos cuatro años; y que el PIB de este año es el más bajo de la última década.

Enfatizó que la actual pobreza está en los valores más altos desde 2008; que se retrocedió más de diez años en la lucha por reducir la pobreza; y que la indigencia está en los valores más altos desde 2008.

Informó que el PIB per cápita es el más bajo desde el 2009; que la deuda externa en relación al PIB está en su peor momento desde el 2004; que la producción industrial retrocedió 13 años al ser hoy equivalente al de 2006; que el empleo industrial registrado tiene el nivel de 2009: y que en cantidad de empresas es equivalente al de 2007.

Ofreció un número impactante: en los cuatro años del macrismo se cerraron 20 mil empresas y, de ellas, 4229 fueron empresas industriales. Este dato explica la caída del PIB industrial de 12,9 por ciento comparado el primer semestre de 2019 respecto a igual periodo de 2015; que 23 de las 24 ramas de la industria bajaron su nivel de actividad en 2018 respecto de 2015; que en estos cuatro años se perdieron en la industria más de 141 mil empleos registrados del sector privado; y que en términos interanuales, el empleo industrial registrado lleva 42 meses consecutivos de destrucción.

Fernández hizo lo que tenía que hacer. Este compendio, ya de por si abrumador, es un insumo básico para realizar un acertado diagnóstico y, a partir de esa base, tener más y mejores herramientas para empezar a implementar un programa de reconstrucción económica, social y laboral.

Cuando la tarea es una reparación de emergencia luego de estos años de tierra arrasada, como definió el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, en el bunker del Frente de Todxs en la noche del triunfo electoral, contundente descripción que tituló el documental de Tristán Bauer, la prioridad son las urgencias.

El primer paso en ese sentido es frenar la caída de la economía. Aparece una condición básica para lograrlo que, además de un plan macroeconómico consistente con medidas concretas, obviamente necesario, es la de contar con un equipo de funcionarios que empezará a ocuparse de los problemas.

La inacción del gobierno de Macri ante situaciones críticas ha sido impactante. Empresas grandes, medianas o pequeñas anunciaban que cerraban, disminuían su producción, suspendían o despedían decenas de trabajadores, y no hacía nada. Nada. Dejaba que sucediera acelerando de ese modo la debacle.

Con la sola acción de ser responsable ante una situación productiva y laboral crítica se logrará atajar el derrumbe. Se sabe que el gabinete económico de Fernández atenderá inmediatamente los problemas sectoriales, lo que asegurará de esa manera detener el retroceso.

El orden de prioridades para este período de urgencias fue establecido por Fernández, resumido en la frase "empezar por los últimos para poder llegar a todos":

* Atender el drama del hambre.

Encender los motores de la economía.

Renegociar la deuda.

La premisa que presentó en su discurso inaugural fue un desafío a la lógica de la ortodoxia y de las recetas tradicionales del Fondo Monetario Internacional. Implica salir de la dinámica de más ajuste que deriva en más recesión y en más deuda, que ha sido el sendero que la economía macrista transitó en estos años.

Fernández entregó una declaración contundente para evitar confusiones y maquillajes del mundo de las finanzas:

“Quiero que todos comprendamos que el gobierno que acaba de terminar su mandato, ha dejado al país en una situación de virtual default”.

La fragilidad en la capacidad de pagos, que no derivó en un default descontrolado, instancia que el ministro de Economía, Martín Guzmán, adelantó que evitará por todos los medios, resulta un potente condicionante.

La reestructuración de la deuda es un escenario ineludible para terminar con la agonía de la economía. El ciclo financiero neoliberal del gobierno de Macri ha sido fulminante, arrojando a la economía hacia la insolvencia. El alivio de las finanzas públicas se impone entonces no sólo por una decisión política, sino por necesidad económica.

Fernández sabe, y lo dejó expuesto en el Congreso, que para preservar la legitimidad política de origen, conseguida con el contundente triunfo electoral en primera vuelta, debe sostenerse y ampliarse con un rápido y firme ciclo de crecimiento para dar respuesta a las urgencias sociales y laborales.

Para ello debe liberar recursos que se destinan a pagar deudas. Es tan asfixiante el cuadro financiero que heredará que, por ejemplo, pasado mañana ya tiene dos vencimientos pesados: Lecaps por 43.900 millones de pesos y Letes por 275 millones de dólares.

Postergar los pagos de la deuda es el paso fundamental para mover la secuencia de atender las urgencias: liberar recursos para ocuparse de la emergencia alimentaria y para que la economía salga de la recesión.

Cuando se habla de urgencias no es sólo por el drama social del hambre y la pobreza, donde el tiempo es hoy. Fernández adelantó que no habrá nuevo Presupuesto Nacional hasta marzo próximo porque, explicó, no se puede hacer uno consistente si antes no se arregla el tema de la deuda y se disponen medidas para compensar la crisis.

Los plazos son cortos para resolver el tema de la deuda, como la urgencia por dejar atrás un periodo oscuro que maltrató a los sectores populares.