Alberto Fernández llegó manejando su auto, ayudó a Gabriela Michetti a desplazarse empujando su silla de ruedas, habló una hora casi clavada sin gritos ni exabruptos Tres demostraciones de estilo, calculadas pero no fingidas. Lo cortés no quitó lo valiente porque definió rumbos, privilegios, acciones que dividirán aguas y levantarán tempestades. Todas encomiables, todas complicadas.

Convocó a dejar de lado antagonismos mientras proponía un conjunto de medidas que provocarán enfrentamientos con sectores poderosos. ¿Hay, acaso, alguna medida que suscite adhesiones unánimes en una sociedad compleja? Ninguna, por edificante que parezca, opina este cronista. El Plan contra el Hambre puede parecer una religión sin ateos pero dejará de serlo cuando se aplique la Ley de Góndolas y, más en general, cuando se combata la concentración económica.

Otras iniciativas que se llevarán al Congreso son confrontativas, de modo más evidente.

· La intervención a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), perfeccionada con la supresión de los fondos reservados. Una contienda feroz que solo puede emprender un presidente recién elegido, sin desgastes. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fracasó en el empeño en parte porque la comenzó muy tarde: en el segundo mandato. Pero también porque aún con la legitimidad intacta la lucha se presume cruel y mucha. “Los sótanos de la democracia” tienen harta capacidad de daño.

· La reformulación de la Justicia Federal será otro hueso duro de roer. Una estructura que mantiene vínculos perversos con el poder político y el mediático. Como los “servicios”, los jueces de Comodoro Py no son polemistas fuertes en el Agora. Lo suyo es el abuso de poder, los chantajes, la vulneración del derecho de defensa y de la presunción de inocencia.

Al prometer que “Nunca Más” el presidente retoma una promesa de campaña. No ejercer vendettas contra el gobierno saliente. “Parar con esta locura” como ya había expresado semanas atrás. Terminar con escuchas ilegales divulgadas por ciertos medios o periodistas, con los encarcelamientos sin condena. Fernández ahorró nombres propios en su exposición pero los oídos del camarista Martín Irurzun deben hacer zumbado de lo lindo. Los integrantes de la Corte Suprema oían poniendo cara de circunstancia pero sin asentir.

La nómina de enemigos potenciales de la depuración de la AFI y el serpentario de Comodoro Py trasciende a sus integrantes. El especialista en comunicación Martín Becerra tuiteó con precisión: “Con los anuncios de Fernández habrá ´mano de obra desocupada`: la eliminación o moderación de los sobres con los que los gobiernos lubrican sus relaciones con jueces, fiscales, editores periodísticos, conductores y columnistas tendrá efectos”-

· Los pagos de la deuda externa solo comenzarán cuando Argentina crezca, distribuya y genere divisas. La definición viene junto al rechazo fundado a las recetas, siempre fracasadas, de los organismos internacionales de crédito. Diferir los pagos para conseguir solvencia suena sensato pero choca de bruces con la praxis del Fondo Monetario Internacional y del sistema financiero. El presidente tendrá buenos modales en las tratativas pero la tensión está a la vista.

· Fernández avisó que se exigirá un “mayor aporte” económico inicial a los que están mejor: los más ricos por su esfuerzo o por otras causas. Tendrán que cooperar con “un aporte solidario”. Fernández no entró en detalles; los convocó con guante de seda. Pero no dejó resquicio de duda: deberán resignar parte de ganancias o pagar más impuestos. La suba en la alícuota de las retenciones, no nombradas, es de cajón. Tal se eleven también otras cargas fiscales.

La pobreza extrema, “la herida del hambre” se enfrentarán redistribuyendo riqueza ya mismo porque “los únicos privilegiados son los que han quedado atrapados en el pozo de la pobreza y la marginación”. No esperando el crecimiento remoto de la economía, los segundos semestres, los brotes verdes, el derrame de la copa. Todos tópicos irónicos que agrega esta columna y que el orador evitó, en alarde de delicadeza,

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Ojeando las bancadas: El calor en la calle remedaba un horno de panadería. Versiones no confirmadas hablan de pajaritos que se desmayaban. En el recinto la refrigeración empezaba a no alcanzar a medida que llegaban los legisladores. Esperaron tranquis el comienzo de la sesión, se intercambiaron saludos transversales aunque el observador menos perspicaz podría notar en gestos y rostros quiénes ganaron las elecciones y quiénes perdieron. Se aplaudió a las nuevas autoridades cuando entraron. Luego la Marcha peronista dividió aguas.

Entre los empleados del Congreso, el Frente de Todos ganaba por un margen mayor al de las urnas.

La flamante oposición no abucheó a Fernández, guardó silencio de velorio cuando este desgranaba los indicadores económicos que Macri nos legó. Con avaricia en los adjetivos, la elocuencia de los números los hacía superfluos. Algunos cambiemitas bien intencionados batieron palmas suavecitas cuando se habló del Plan Contra el Hambre, se quedaron solos. Los radicales Mario Negri y Luis Naidenoff tomaban furibunda nota, como si se prepararan a refutar al presidente pronto y en detalle. Sus colegas más bien miraban, muy pocos pispeaban el celular o cuchicheaban entre sí.

El momento de mayor entusiasmo cuasi unánime fue la larga y fundada mención a los derechos de las mujeres, “Ni una menos”, los planteos contra la discriminación y la desigualdad. Muchos cambiemitas aplaudieron de buena gana y hasta se pusieron de pie. No se mentó el eventual proyecto de ley sobre Interrupción Voluntaria del Embarazo.

La alusión a la defensa de los derechos nacionales por las Islas Malvinas fue otro factor de unidad. El presidente eludió el voluntarismo, dando por sentado que las tratativas pacíficas demorarán años en dar frutos.

Alberto F se notaba emocionado, contento, nervioso. Humano, pongalé. Controlaba las manos que delatan las tensiones del orador, un docente avezado lo sabe.

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Una, dos, muchas mesas: Fernández alegó a favor del federalismo, se comprometió a descentralizar el Estado. Las movidas agonales convivieron con iniciativas consensuales que pasarán por el Congreso. Seremos firmes, negociaremos todo propuso el orador, abogado y político de carrera al fin. Estilizando, la nueva administración dispondrá un puñado de “mesas” o “Consejos estatales”. Uno para tramitar la Seguridad. El más anticipado en días previos es el Consejo para el Desarrollo Económico y Social, establecido por ley, concebido como política de Estado para perdurar más allá de su mandato, cuya autoridad contará con acuerdo parlamentario. Un nuevo modo de participación democrática, con escasos y remotos antecedentes en la Argentina. Cristina imaginó poner en marcha algo así en 2008 pero el conflicto con las patronales agropecuarias le opuso una valla insalvable. Hay otras en la cultura política argentina, intentar saltearlas es estimulante pero no sencillo.

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Regresos en los palcos: Dos de los palcos para invitados especiales albergaban a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, junto a integrantes de organismos de Derechos Humanos. Una sana costumbre que había sido interrumpida en la era macrista. Se vieron menos empresarios que en aquel cercano entonces, aunque algunos pusieron el cuerpo.

Militantes, dirigentes y personas del común lloraron de lo lindo. Fernández retuvo la emoción sin lagrimear hasta el tramo final en el que agradeció a sus padres, a Esteban Righi, su maestro en el derecho, a Néstor Kirchner y a Cristina.

Antes se había mostrado afectuoso con Michetti y hasta con Macri a quien abrazó con fuerza y le preguntó cómo estaba.

Cristina lució deferente hacia su antecesora en la vicepresidencia, con sonrisa incluida. A Macri le dedicó frialdad, casi no lo miró,

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Todo por escrito: Fernández leyó el discurso que su vocero divulgó minutos después por WhatsApp. Cuando Kirchner asumió en 2003 el texto venía en soporte papel y se distribuyó antes. Cristina no se ceñía a un texto. A diferencia de ésta, el presidente no deslizó ironías a las que es afecto en otras circunstancias.

Citó a Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín, Arturo Frondizi Néstor Kirchner. En el tramo final parafraseó un poema predilecto de Kirchner, ignoramos si adrede: el de Joaquín Areta “Quisiera que me recuerden”. Fernández preguntó cómo querría ser recordado cuando termine su mandato, a cuarenta años de la reinstauración democrática. Mezcló objetivos económicos y de convivencia, ir en pos de una “sensata utopía” Abundan oxímoron en la política… pura lógica porque la dialéctica es una de sus claves.

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Visitantes y contexto: Cuando Héctor Cámpora asumió la presidencia el 25 mayo de 1973 lo acompañaron los presidentes de Cuba, Osvaldo Dorticós y de Chile, Salvador Allende. Este fue derrocado y asesinado el 11 de septiembre. Advenía el ciclo de dictaduras sanguinarias que asoló la región. La Argentina quedaría cercada geopolíticamente.

Kirchner en 2003 fue acompañado por Fidel Castro y por los presidentes brasileños Lula da Silva y venezolano Hugo Chávez. Arrancaba una larga etapa de gobiernos populares, críticos del consenso de Washington, autónomos en política exterior, que redistribuyeron riqueza y ampliaron derechos, en proporciones diferentes y con toneladas de color local.

En el año 2010 cuando falleció Kirchner y en la fiesta del Bicentenario que organizó Cristina ese elenco estaba en su esplendor.

Ayer abrazaron a Alberto dos ex presidentes, el paraguayo Fernando Lugo y el ecuatoriano Rafael Correa. Vinieron dos mandatarios uruguayos, el saliente Tabaré Vázquez y el entrante Luis Lacalle Pou. El chileno Sebastián Piñera se ausentó a último momento por una posible tragedia aérea. De Bolivia ni hablar.

El mapa regional connota cada momento histórico, el actual es tremendo, el peor desde el fin de las dictaduras. Jamás hubo en Argentina y Brasil dos presidentes tan distantes como Fernández y Jair Bolsonaro. Ayer éste dispensó palabras de concordia que no serán suficientes pero sí necesarias.

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Anuncios de ayer y mañana: Los mensajes presidenciales ante la Asamblea Legislativa suelen ser precedidos por consultas a distintos integrantes del Gobierno. Con frecuencia eso los torna latosos y recargados, armados en “bloques”, con visibles parches. Fernández cumplió con el ritual aunque se ocupó de hilvanar los temas. Puntualizó, de a uno en fondo, todos los ministerios que crea y los que recuperan su condición tal haber sido degradados por Macri.

Formuló una cantidad apreciable de anuncios, no todos se reseñan acá aunque sí en otras notas de este diario.

Los créditos no bancarios a tasas bajas llaman la atención, aunque omitió precisiones sobre su contenido.

Muchas medidas “filtradas” en las últimas semanas, todo lo indica. serán dadas a conocer por los ministros. Martín Guzmán, el de Economía, definirá los argumentos para convencer al FMI y los bonistas privados, para apartarlos de sus criterios tan dañinos como habituales. Como Fernández alertará sobre “el default virtual” en que se encuentra la Argentina. También apuntará a la codicia excesiva de los acreedores privados que tomaron un riesgo excesivo y deberían hacerse cargo de las consecuencias

Fernández nombró a las cooperativas, la economía popular y la agricultura familiar como actores centrales de un nuevo modelo. ¿Hará falta subrayar que el macrismo los desprotegió y desfinanció, que fueron parte de la resistencia social durante cuatrienio perdido? Por las dudas, acaba de decirse.

La desdolarización de las tarifas de servicios públicos, los aumentos de jubilaciones, programas sociales, salarios de estatales y acaso algo más, todo lo indica, están en preembarque

El discurso de presentación fue notable en fondo y forma. Un programa reparador en lo social, higienista del sistema democrático, defensor de los intereses nacionales frente al poder financiero. Casi nada.

Muchos frentes abiertos y, al unísono, convocatoria a derribar los muros del odio, a comprender que “unidad no es uniformidad”. A definir como “verdad relativa” sus convicciones, a abrirlas a polémica.

Notable presentación en sociedad del presidente que asume en medio de una de las mayores crisis de la historia nacional y propone resolverla atenuando las desigualdades. Estuvo a la altura de la muchedumbre que se apiñó, cantó, festejó. Familias y generaciones entreveradas.

El sol, como decía un prehistórico relator deportivo, quiso asociarse a la fiesta popular. Iluminó la jornada aunque se le fue la mano un poco con la temperatura.

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