Confraternidad, intimidad, complicidad y libertad creativa son algunas de las cualidades esenciales de eso que Los Bardos han denominado "música de patio". Una categorización que más que etiqueta musical es espíritu artístico, y que ya se perfila como un posible título para el disco que Nahuel Marquet, Pablo Pino y Ezequiel "Choza" Salanitro planean editar en el transcurso de este año. Una situación quizás impensada cuando, casi cuatro años atrás, los tres cantantes decidieron fomentar un espacio musical en paralelo a sus bandas: Degrade, Cielo Razzo y Sikarios. Impulsados por la buena recepción de un público que continúa ampliándose, pero fundamentalmente por la persistencia de ese espíritu iniciático, los músicos dejaron crecer a una propuesta que pasó de ofrecerse como un juego de relectura de sus obras personales para avanzar hacia una creación colectiva y lúdica.

Acompañados ahora por Martín Ledesma en percusión, Lisandro Sagué en bajo y Franco Dolci en violín, Los Bardos volverán a mostrar los resultados de ese proceso con el show que esta noche, a las 21, brindarán en el Distrito Siete, donde sumarán también Lisandro Hedin en percusión. La noche se completará con una celebración (el After Bardo) y la participación de Dj's invitados.

Así, y con ese staff ampliando, Los Bardos iniciarán formalmente un año que los encuentra con el objetivo concreto de editar su primer disco. Una obra que, aún con título incierto, estará atravesada por esas músicas de patio. "Para que haya música de patio tiene que haber fraternidad, ganas de encontrarse, intimidad, asado, vino... cosas que hacen también que baje la expectativa, que las cosas se vayan dando por su peso específico, no tanto por lo que uno pone en el horizonte, o planeando tal o cual cosa", explica Marquet, que remarca: "Los Bardos nos pone muy sanos y saludables en el sentido de que, si bien cada uno tiene su banda (y así como yo amo a Degrade, los pibes sienten lo mismo por sus bandas), a nuestras vidas artísticas nos trajo como una especie de despojo: no deja de tener esa cosa folklórica de una música de patio. Es cierto que con el tiempo el proyecto se nos vino más grande, pero más que nada para nuestra sensibilidad. Creo que eso sin duda baja del escenario, la gente lo percibe, y gusta por eso".

‑ ¿Eso se traduce también en las composiciones que van surgiendo, son músicas que tienen ya una impronta propia de Los Bardos?

‑ Creo que tienen perfil propio... Y las que hicimos entre los tres más que ninguna, porque por ahí no descubrís tanto el lado Cielo Razzo, el lado Sikarios o Degrade. O sí, pero tenés que estar buscándole la quinta pata al gato... Hay una impronta propia, que obviamente irá evolucionando. Porque se nota que tenemos algunas vertientes más rockeras‑pop, otras más festivas, como la cumbia o algunas con aires más candomberos. Hay varias vertientes y eso es lo lindo, lo ecléctico de la banda. Me hace acordar a los primeros discos que uno arma con una banda, que tienen la frescura de lo ecléctico, de esas varias vertientes que se van dando porque componemos entre tres y, a veces, entre cuatro o cinco. Porque nos pusimos a escribir todos juntos en la misma sala, melodías, letras. Y si pasaba alguien por la sala también, como Rubén Busi que vino cuando estábamos haciendo 'Totoro' y las primeras estrofas son de él. Se empezó a dar una cosa imparable: cuando vos ya tenés canciones propias, que te gustan, entran músicos invitados que se copan con el proyecto, cuando vas tocando en vivo... Y lo que tiene de particular, además de letras bastante surrealistas, es la tímbrica del acordeón, las guitarras, percusión y violín, y las tres voces al frente como característica principal. Hay una cosa medio trovadora, vocal, que nos fascina hacer. Yo disfruto mucho de cantar con los pibes y escuchar las armonías vocales que en cierto modo... es como el fútbol: ya te entendés jugando y cada uno encuentra su lugar, va encontrando donde tiene que estar.