Desde Barcelona

UNO "Era la Era del Cualquier-Cosa-Puede-Suceder... Y en la Era del Cualquier-Cosa-Puede-Suceder, bueno, podía suceder cualquier cosa", lee Rodríguez, durante la muy pero muy ventosa mañana del pasado viernes, luego de enterarse del resultado de las elecciones británicas, con el pelo tempestuoso del falstaffiano pero cada vez más próspero Boris Johnson derribando los molinos de lo que alguna vez se conoció como sentido común. Y Rodríguez lo lee en Quichotte, la nueva novela de Salman Rushdie y reescritura de ya saben cuál Don. Revisitación moderna de un clásico sin edad pero cada vez más joven y pertinente: la historia de un alucinado ahora revirtiéndose. Porque lo alucinado y alucinante es el supuesto mundo real que rodea a un tipo intoxicado no por novelas de caballería sino por tóxicos reality shows, irreales telediarios donde cada vez se emiten más supuestamente graciosos videos caseros de YouTube como si fuesen noticias importantes y series que jamás se sabrá si llegarán al final. Pero lo que sí cuentan ahora esos noticieros es el final del bien intencionado pero difuso Jeremy Corbyn y la debacle laborista. Y la alegría de Donald Trump (y, sí, todo parece indicar que los votantes quieren políticos firmes sin importarles demasiado que estén algo chiflados) y la supuesta creación de un nuevo eje político-económico USA/UK. Y así (queda por ver cómo se negociará --Brexit duro o blando-- durante el borrascoso período transitorio hasta finales del año que se viene en el que "las partes" deberán alcanzar acuerdo comercial que espante los temores de fronteras colapsadas y empresas temblando y extranjeros aterrorizados) la modificación de mapa más trascendente en la historia de Europa desde que hace tres décadas ese Muro decidió que ya no quería seguir separando para que todos empezaran a creerse ese oasis que resultó en el espejismo de la cada vez más irresoluta Unión Europea. Así que, ahora, de nuevo, una nueva brecha; India y China y Rusia sonriendo con todos los colmillos; el efímero fortalecimiento de la libra esterlina y la recuperación de la insularidad como grandes atributos nacionales (y el pánico de operadores turísticos de cerveza y balconing ibérico y la inquietud de tantos jubilados anglo cómodamente aposentados desde hace décadas como lagartos al sol en paradisíacas Baratarias españolas); y, por supuesto, ya hay muchos pensando en qué cuernos va a suceder en las próximas ediciones de la Champions League.

DOS No es el caso de Rodríguez: mucho más preocupado si las próximas medidas inglesas pondrán en peligro la escala en Barcelona de la hipotética gira de los supuestamente a reunirse The Kinks (la BBC recontó votos no con el formidable y melancólico y derrotado y hace una semanas relanzado en caja Arthur, Or the Decline and Fall of the English Empire de la banda como música de fondo sino con el pomposo y sintetizado y triunfal The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table de Rick Wakeman).

A Rodríguez el fútbol nunca le fue ni le vino. Así que mucho menos le preocupa todo lo que se teoriza y se anticipa en cuanto al --ya una vez postergado el 26 de octubre pasado por apocalipsis local-- clásico/derby Barça-Real Madrid a jugarse (con público o sin público) hoy en la Ciudad Condal. Esa especie de organización secreta conocida como Tsunami Democràtic ya ha anunciado medidas y convocado a concentraciones en cuatro punto claves alrededor del estadio para sitiar y, se teme, el campo a invadir. Así, organizaciones de seguridad trazando planes maestros de prevención/contención, autoridades inquietas por "la imagen que da la ciudad", seguidores de aquí y de allá intercambiando mensajitos (hay sociólogos que retrotraen el comienzo de las grandes tensiones separatistas a la intensidad de aquellos duelos entre los DTs Pep Guardiola y José Mourinho en los viejos buenos tiempos), y ambiente de expectación máxima por cuestiones mínimas pero muy complicadas y complicantes. Aunque --y ese, paradójicamente-- es uno de los rasgos más marcados y reconocibles de la Era del Cualquier-Cosa-Puede-Suceder-- tal vez sólo pase poco y nada luego de tanto todo.

TRES Y no es el único clásico en liza. El Rey le ha encargado por tercera vez a Pedro Sánchez el que intente "formar gobierno" aunque sea de la manera más deforme. Recibida la encomienda real, Sánchez compareció afirmando que “Lo primero es el qué, lo segundo es el cuándo. Queremos la investidura cuanto antes, pero no depende solo de nosotros... No puede ni debe haber terceras elecciones”. Lo que equivale a que puede/debe haber terceras elecciones en la Era del Cualquier-Cosa-Puede-Suceder. O que Sánchez sea presidente en funciones eternamente.

Y más: luego de casi dos décadas de ese otro clásico de la estupidez milenarista, Gran Hermano interrumpirá sus emisiones por fuga en masa de anunciantes a partir de la revelación de un caso de abuso sexual en la edición de 2017 ante las cámaras (la secuencia no fue emitida) en la que la producción/dirección del programa decidió no intervenir porque... porque... En cualquier caso --estallado el escándalo-- no ha dejado de repetirse en un loop digno de Black Mirror ese momento en que se mostró lo sucedido a la concursante (quien no recordaba nada, porque estaba bebida e inconsciente) sin asesoramiento psicológico y en una habitación con sus paredes llena de cámaras que captaron su desesperación al comprender de pronto todo lo que no comprendía. De seguir así, algún día le sucederá lo mismo a Sánchez, piensa Rodríguez.

CUATRO Lo que sí se sabe es que ya nadie sabe nada. Sólo Greta en su propia cumbre (la de los demás no ha hecho más que repetir la misma información al alcance de cualquier documental del Discovery Channel y alcanzado ese eufemismo de rotundo fracaso que es el ya habitual eufemismo de "acuerdo de mínimos") parece tener alguna certeza. Pero lo suyo es fácil porque lo que ella asegura es que ya no hay nada seguro, el futuro de la especie humana incluido ¿El presente? Todos esos adolescentes que la persiguen para poder tomarse una selfie a su lado con sus contaminantes teléfonos inmóviles. Chicos y chicas que --¿será cierto/real lo que está viendo y escuchando Rodríguez que dice un "especialista"?-- de ser castellano-parlantes son los que más maltratan a sus padres en Cataluña. Y son, también, quienes deberían saber que --según últimas investigaciones de un reputado influencer-- masturbarse imaginando en catalán depara mayores placeres que hacerlo en la lengua oficial del reino.

Pero son poluciones mínimas, miniaturizaciones de grandes e importantes cuestiones que, una vez más, vuelven a corporizarse en un partido de fútbol. Porque el fútbol (y ahí se viene esa star war entre la galaxia UEFA y el universo FIFA por la dominación en la elitista Superliga Mundial) es la única manera de entender lo incomprensible. Ese no importar quién gana sino quién pierde, piensa Rodríguez, duramente reblandecido, de salida. Sintiéndose no clásico sino apenas viejo en quijotescos tiempos en los que todo puede pasar en más o menos en noventa minutos de juego.

Y todo pasa.

 

Para que pase lo que sigue y cualquier cosa pueda seguir sucediendo.