En Añelo no hay cerrajeros. La localidad neuquina que por esas cosas de la geología quedó pegada al segundo yacimiento no convencional de gas más grande del mundo tiene cerca de ocho mil habitantes, ninguno cerrajero. Si de mala suerte una llave se parte adentro de una cerradura, entonces tiene que ir a sacarla alguien desde Neuquén (a unos 100 kilómetros) o de Rincón de los Sauces (a 130). Para el caso, hay unos cuantos barrios que ni siquiera tienen red de gas. Sí hay un nuevo hospital, una nueva comisaría, un nuevo casino. Y a pesar de que la mayoría de las calles son de tierra, alquilar un departamento puede costar en Añelo lo mismo que en Palermo.

Resulta interesante escuchar las palabras con la que se rebautizado el fenómeno Vaca Muerta: “promesa”, “oportunidad”, “gran apuesta” y hasta “el milagro”. ¿Argentina se va a salvar con Vaca Muerta?, pareciera ser la pregunta de fondo. En sintonía con ese lenguaje entre encandilado y mesiánico, no deja de constituir el punto clave: qué puede significar Vaca Muerta en el futuro de la Argentina, cómo cuadra este descubrimiento en una economía interpelada por el cambio climático y qué puede hacerse de cara a que esa formación sea capaz de apalancar las posibilidades de desarrollo.

Pasan cosas

“El recurso es extraordinario y está en nuestro territorio. Y a medida que pase el tiempo va a ser más valioso y estratégico”, afirma el director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys), Víctor Bronstein. Pero a la vez -aclara- pasan cosas. Una, sabida a esta altura, es que los hidrocarburos no convencionales tienen unos costos de producción altísimos y exigen una perforación de pozos permanente ya que su rendimiento, alto en principio, enseguida empieza a caer. “La única forma de sostener eso es a través de un constante flujo de dinero que no está disponible en el país”, advierte Bronstein. Y agrega: “con Vaca Muerta el autoabastecimiento de gas y petróleo estaría garantizado, el problema es que la Argentina sola no tiene plata para desarrollar el yacimiento. Nos guste o no, necesitamos las inversiones de las petroleras internacionales”.

El esquema sería el siguiente: se necesita poner condiciones que favorezcan al país, y se necesita, a la vez, que las empresas extranjeras inviertan. Se necesita ofrecerles un contexto “amistoso” (porque Vaca Muerta no es la única área hidrocarburos no convencionales del planeta), pero se necesita un esquema tarifario que no haga que una estufa en un tres ambientes se convierta en impagable.

A eso se suma que, como los valores que las empresas declaran necesitar para producir petróleo y gas no convencionales son más altos que en otros países, la actividad necesita ser subsidiada. También el hecho de que si el mercado interno no es suficiente para darle “escala” al proyecto, se abre la alternativa de exportar. Pero en el caso de querer exportar gas natural a países con los cuales no se tiene contacto por gasoducto (que son todos menos Brasil, Chile y Uruguay) haría falta invertir en una planta que pueda llevar el gas a estado líquido para transportarlo por barco. Y esa planta no cuesta menos de 5000 millones de dólares.

Son abundantes pero caros los recursos de Vaca Muerta. En parte ese costo elevado se ha venido cubriendo con subsidios (el Plan Gas primero, la Resolución 46 después) y en parte con transferencias desde los sectores de consumo. “El tema no es tanto si aceptamos la participación o no de empresas extranjeras, una discusión que estaría saldada, sino las condiciones en las que se da esa participación”, dice Bronstein.

Desde el Instituto de Energía Scalabrini Ortiz, Marcos Rebasa afirma que para el caso del gas existe la alternativa de aplicar “una política realista que descarte inversiones fabulosas para garantizar la exportación, que actualmente no es competitiva, y promueva en cambio su producción sin subsidios para favorecer un precio accesible de tarifas”, a lo que suma que se podría autorizar también la exportación libre de los excedentes a los países vecinos una vez cumplido lo anterior. “Y si las petroleras desisten de invertir en gas -arriesga-, entonces YPF ocupará ese rol accediendo a las áreas de los que se retiren”.

Pymes o casinos

“Desde los autores clásicos se sabe que la riqueza de las naciones no viene por la renta de los recursos naturales, sino por agregar valor. Por el sector industrial, no por la actividad primaria. Porque lo que generan las actividades primarias son grandes rentas que podrán ingresar divisas, aunque con una distribución del ingreso inequitativa. Está bien: los trabajadores del sector petrolero cobran sueldos altos, pero generan unas inequidades fenomenales. ¿Cómo "compite", para el caso, un maestro que vive en un mismo pueblo con petroleros que hacen que un alquiler se vaya a las nubes?”, señala el investigador de Flacso y del Conicet Mariano Barrera 

Observa con dudas la promesa de que Vaca Muerta vaya a 'salvarnos'. “Si llega a prender como se supone que va a prender, si bajan los costos y se hace más eficiente la producción, eso va a generar ingresos para las grandes empresas mientras el Estado recauda un poco más de regalías y ganancias. Pero a diferencia de la explotación convencional, donde existe un expertís argentino para la generación de bienes de capital, en el no convencional estos bienes son principalmente importados. Y esas importaciones frenan el 'derrame' positivo que el proyecto podría tener para la Argentina, ya que dejan a los empresarios locales de la industria o los servicios de menor calidad. De hecho las empresas que desarrollan la actividad son casi todas extranjeras, y aunque por supuesto algo de movimiento local generan, ¿cuánto valor produce, por ejemplo, el transporte de arena?”.

A mayor agregación de valor -dice- existe trabajo mejor remunerado y menor desigualdad, mientras que las rentas naturales generan ingresos muy elevados, pero sociedades desiguales. “Lo más sencillo de hacer con Vaca Muerta es, entre comillas, explotarla rápido y con tecnología importada. Hay que ver la lógica detrás: si es 'saquemos el recurso y exportemos' eso podrá generar divisas a corto plazo, aunque también es relativo, porque esa explotación va a requerir importaciones, más allá de las tarifas dolarizadas y los precios impagables. Otra cosa diferente sería que exista una política que permita ir integrando a la actividad una producción cada vez más local. Porque si efectivamente Vaca Muerta tiene gas y petróleo para cien años, entonces está la escala para desarrollar tecnología propia”, asegura.

La matriz energética

“¿Cómo se atreven?”, cuestionó Greta Thunberg a los líderes mundiales, acusándolos de que “estamos en el inicio de una extinción masiva, cuando de lo único de lo que hablan es de dinero y cuentos de hadas sobre crecimiento económico eterno”.

Fue en la Cumbre del Clima de la ONU y su discurso amplificado también tiene que ver con Vaca Muerta y con la necesidad de basar la matriz energética local en fuentes renovables y con menos emisiones de carbono, esto es: ni gas ni petróleo. 

La industria hidrocarburífera ha desarrollado una respuesta para eso: dice que se está en una transición hacia las renovables, pero antes tiene que sobrevenir otro cambio: el del gas reemplazando al carbón, que libera mucho más dióxido de carbono que otros combustibles fósiles. 

Bronstein marca al respecto que las transiciones energéticas son tan lentas que históricamente han durado décadas. “Se espera que para el 2050 el 70 por ciento de la matriz energética seguirá teniendo que ver con los hidrocarburos”, afirma y da el ejemplo de los autos eléctricos, un nicho en crecimiento pero todavía lejos de reducir la demanda de petróleo.

Desde la organización Observatorio Petrolero Sur suelen apelar a la idea de “consenso fósil” para referirse a esa visión según la cual “no queda otra” que producir energía con hidrocarburos, un consenso transversal que estaría modelando el discurso en favor de apostar al megaproyecto Vaca Muerta, apelando a la 'salvación' pero sin que entren en juego las “zonas de sacrificio” o la amenaza sobre otras áreas de producción del Alto Valle y ni siquiera el saldo de trabajadores muertos que viene dejando la actividad. “Fueron ocho muertes en doce meses, y decenas de accidentados con lesiones invalidantes”, detalla la excandidata a diputada neuquina y asesora de los trabajadores del SUTeH de la filial Plaza Huincul, Asunción Miras Trabalón. 

Señala que desde la adenda al convenio de petroleros privados que en 2017 firmó el sindicato de Guillermo Pereyra los trabajadores tienen menos descansos y vieron caer su salario, lo que provocó un recambio del personal más preparado por jóvenes con menos experiencia. “La provincia tiene cinco técnicos en seguridad para todas las actividades laborales del territorio, incluyendo 270 pozos de fracking”, revela, para agregar que “se hace montaje de noche, con viento y cuadrillas reducidas a la mitad de operarios”.

Diego Pérez Roig, experto en energía y doctor en Ciencias Sociales por la UBA, explica que si la alquimia de condiciones políticas y económicas que permiten extraer petróleo y gas de Vaca Muerta se diera, eso podría ser para el país una oportunidad de desarrollo. “Pero yo agregaría: una oportunidad de desarrollo capitalista, porque la producción y el consumo de energía son inescindibles de la reproducción de relaciones sociales históricas. En el marco de otro proyecto de sociedad deberíamos preguntarnos energía para qué. Y eso pondría inmediatamente en cuestión la conveniencia de extraer esos recursos dados sus altísimos costos económicos, humanos y ambientales”, apunta. 

Recuperando discusiones del movimiento anti fracking, Pérez Roig asegura que es necesario construir una sociedad en la que la producción de energía no esté regulada por la obtención de ganancias, sino por necesidades sociales definidas democráticamente. Y que en ese marco, la matriz podría desfosilizarse en aras de un modelo más descentralizado y de menor impacto.

 

Este entramado le tocará atender al gobierno de Alberto Fernández. Desde la complejidad y costo de extraer ese petróleo y ese gas de las rocas hasta el rediseño del cuadro de tarifas; desde tener que sentarse en la misma mesa con las grandes petroleras mundiales hasta ocuparse del complejo cuadro sociolaboral de Añelo, la ciudad neuquina que no tiene un cerrajero y hoy disputa por el puesto de capital nacional de la desigualdad.