Foxconn es una gigantesca empresa china de más de 1,3 millones de empleados, proveedora de grandes transnacionales como Apple, Dell o Sony. Allí se producen algunos de los gadgets más famosos en occidente, sobre todo los iPhone. Las condiciones de trabajo son duras: en 2010 al menos 15 empleados desde los pisos altos del edificio para terminar con sus vidas. El tema generó revuelo en el Primer Mundo, donde recordaron por unos instantes que los productos que consumen y descartan son frecuentemente hechos en pésimas condiciones del otro lado del mundo. La empresa argumentó que la tasa de suicidios promedio es alta en China pero igualmente tomó dos medidas para resolver el problema: por un lado colocó redes en la planta baja que redujeron la cantidad de suicidios concretados y por otro comenzó a comprar robots para remplazar la mano de obra humana. De esa manera también limitaron las posibilidades de huelgas como la que paralizó una planta de casi 80.000 empleados en 2012, la que terminó con 40 heridos. En 2016 la estrategia de largo plazo quedó clara cuando Foxconn sumó la mayor cantidad de robots de una sola vez: 60.000. 

La tendencia a reemplazar mano de obra humana por robots no es exclusiva de China y tampoco está limitada a trabajos simples: desde chóferes o acompañantes terapéuticos hasta cirujanos serán también reemplazados por robots o distintas programas informáticos. El techo es alto, gracias a la inteligencia artificial las máquinas pueden aprender a mejorar sus resultados basados en datos. De 2010 a 2013 la venta de robots creció cerca de un 17 por ciento anual; en 2014 llegó al 29 por ciento. Las patentes para nuevos robots se han triplicado en la última década. Cada vez más aprenderán y tomarán decisiones autónomas frente a condiciones cambiantes.

Legislar el futuro

El recambio tecnológico plantea desafíos no sólo para el trabajo sino para toda la humanidad. Una de las consecuencias frecuentes de la vorágine de cambios tecnológicos es que cuando la legislación finalmente logra regular lo existente, ya fue superada por algo nuevo. De esta manera los desarrolladores acicateado por el financiamiento de grandes empresas (que obviamente priorizan sus intereses) son determinantes para moldear la sociedad futura según su criterio. Esta vez los miembros del Parlamento Europeo decidieron anticiparse al fenómeno creciente pero aún no masivo en ese continente y en febrero votaron a favor de un informe para la regulación de robots, inteligencia artificial y, en menor medida, autos que se manejan solos. 

La luxemburguesa Mady Delvaux, responsable del informe apoyado por los legisladores, explicaba en una entrevista “Cuando los robots que aprenden solos lleguen se harán necesarias diferentes soluciones. Le pedimos a la Comisión [Europea] que estudie las opciones. Una de ellas es darle a los robots una ‘personalidad electrónica’ limitada”. Dentro de esta figura legal se expresarían las obligaciones y derechos de estos robots. 

La problemática ya fue extensamente tratada por la ciencia ficción, como aclara  el informe. Isaac Asimov en particular realizó una serie de cuentos basados en leyes que debían estar embebidas en los robots para garantizar que no dañaran a los humanos. El problema ya llegó a la realidad: en una entrevista de la revista Wired a Barack Obama, el ex-presidente de los Estados Unidos explicaba la necesidad de determinar legalmente la responsabilidad de los actos de un auto que se maneja solo. Si el vehículo pisa a alguien: ¿Quién es responsable? ¿El fabricante, el diseñador del algoritmo que lo maneja, el dueño o el auto mismo por haber tomado la “decisión”? La pregunta no es menor.

Por otro lado, el ingreso masivo de robots al mundo del trabajo, producirá un desequilibrio fiscal. Por eso el reporte propone cobrar impuestos a los robots para, entre otras cosas, financiar los seguros por los accidentes que ocasionen y contribuir al sistema previsional que se verá dañado. Para los fabricantes, por supuesto, hacer algo así sería muy complicado. Además consideran que es demasiado temprano para sobrecargar a una industria en crecimiento y desarrollo. Lo cierto es que numerosos Estados de los EE.UU. ya cuentan con una legislación acerca de los requerimientos mínimos para la circulación de autos autónomos o semi autónomos. A medida que los robots ocupen más espacios y, sobre todo, interactúen con más personas, más necesario se hará saber quién se responsabiliza de sus acciones. Otra de las recomendaciones del reporte es que se incluya un sistema simple para detener a los robots en caso de que sea necesario, sobre todo porque la inteligencia artificial permite conductas imprevistas.

El ideal socialista (o incluso keynesiano) de que el desarrollo de la tecnología permitiría una reducción de tiempos de trabajo, desaparición de los trabajos más mecánicos y el acceso universal a los bienes básicos no aparece en el horizonte. Por el contrario, como lo explica uno de los considerandos del reporte “frente a las crecientes divisiones de la sociedad, con una clase media decreciente, es importante recordar que el desarrollo de robots puede conducir a una mayor concentración de la riqueza y la influencia de una minoría”. Como en el caso de Foxconn, el objetivo de estos desarrollos no es mejorar la calidad de vida de los trabajadores sino la rentabilidad, aun si eso implica mayor desocupación y desigualdad. En ese contexto, es la legislación la encargada de intentar equilibrar la situación en favor de las mayorías.