Cuenta Marina Fages que la primera vez que se cruzó con Fernando Samalea en un estudio de grabación se electrizó el aire. Tenían que registrar “Conspiración abierta”, cuarto tema de su disco Dibujo de rayo, y no habían ensayado antes. Pero apenas se calzó la guitarra y él se sentó tras los parches, todo fluyó de manera natural. Demasiado natural para dos personas que prácticamente no se conocían. “Tengo la imagen muy presente”, cuenta Fages. “Entramos en el estudio y... me explotó la cabeza. Recuerdo que había tomado una copa de vino y al instante se me puso toda la cara roja. Como si de repente se me hubiera ido toda la sangre para arriba. ‘¡Eh! ¡No hay que tomar tanto antes de tocar’, me cargaba él. Y yo trataba de decirle: ‘¡No! ¡Pero si tomé re poquito!’. ¡Y era verdad! Pero la situación me había llevado eso y no lo podía evitar”.

Fages ríe con ganas al recordar la situación (“una conexión astral”, dice más adelante) y Samalea, sentado en posición casi zen –la espalda recta, las piernas cruzadas–, sonríe sin acotar más. Estamos en un amplio primer piso antiguo de San Telmo; rodeados del “imaginario” –como gusta decir al histórico baterista de Charly García sobre los cuadros, adornos y muebles que componen el living– de esta cantautora precoz e inquieta, dueña de un timbre de voz entre añiñado y herético, que desde hace un tiempo viene causando sensación con sus canciones expresionistas de rasguido libre y exploración sensorial. Conectada con el agua, los truenos, las montañas, los colores vivos, la tierra yerma, los pueblos perdidos y todo lo que despierte su nervio musical, Fages sacó dos discos “oficiales” (Madera metal en 2012 y el citado y excelente Dibujo de Rayo en 2015, una entrada directa a su mundo encendido) pero tiene otros tantos en veremos junto a distintas formaciones que mantiene en paralelo. Entre ellas, el dúo junto a Samalea, que emprenderá una aventura inédita en el medio local: una gira en motocicleta por Argentina, Bolivia, Perú y Chile. El ¿primer? Mototour del rock argentino.

¿Cómo se les ocurrió? 

Fages: Es que él va en moto a todos lados y yo también voy con él a todos lados. Y el verano pasado surgieron una fechas para tocar por la costa y dijimos... vamos, ¿por qué no? Y estuvo re bueno. El sistema era el mismo que ahora: no llevar instrumentos. Él manejando y yo de copilota.

Hay una cuestión instintiva, casi animal, de poder confiar en el que te va a llevar en moto y será responsable de tu vida. No siempre se da. ¿Cómo fue en el caso de ustedes?

Fages: Yo soy de confiar. Y además el maneja increíble, no hace cosas con riesgo. ¿Viste que están los que se adelantan, zigzaguean y eso? Bueno, él no. Maneja muy bien.

Samalea: Por supuesto que es una responsabilidad enorme llevarla a Marina. Y no sólo por ella sino por todo este imaginario artístico que ves acá. Vamos a tomar todos los recaudos necesarios: no más de cuatro o cinco horas por día en la ruta. Y siempre a una velocidad crucero, a 110 kilómetros por hora máximo. Tenemos toda la energía puesta en que sea hermoso y salga bien. Por lo demás, ambos somos aventureros y confiamos en la providencia y en la buena fortuna natural. Pensamos este viaje sin temores. 

LA AVENTURA

El moto-tour los llevará por un sinfín de lugares y localidades: arrancando por las sierras cordobesas y las quebradas salteñas y pasando por el altiplano boliviano, las altas cumbres peruanas y el árido norte chileno para desde allí emprender la vuelta vía Cuyo. “Los días libres que tenemos son muy pocos. Pararemos en algunas aguas termales, lugares lindos para descansar. Aceptando lo misterioso que vaya a suceder. Nos tomaremos dos meses de la vida para dedicarnos a esto y lo queremos disfrutar”, dice Samalea, que además describe: “Viajaremos por zonas de montañas, de desiertos, de quebradas. Nos conectaremos con la naturaleza de una forma extrema. Y por mis experiencias anteriores sé que el viaje en moto tiene que ver con lo salvaje, los olores, el asfalto, la muerte en la carretera de los animales. Un viaje musical en estado de libertad absoluta. Porque la moto es sinónimo de libertad”.

No es la primera vez que Samalea hace largos viajes en moto. En anteriores años viajó ida y vuelta a Chile y lo mismo al norte argentino. “Siempre tuve una tendencia motociclista, desde niño”, señala. “Si tuviera que rehacer mi vida y no fuese músico seguramente me dedicaría al freestyle motocross, que es cuando participás en competencias de destreza con una moto. Creo ahí está mi verdadera vocación. Paradójicamente, la moto en carretera es la antítesis del freestyle. Pero bueno, sigue siendo andar en moto”. 

Con los viajes que uno emprende se suelen activar fantasías. ¿Cuáles serían las suyas?

Fages: Yo hace tiempo aprendí a no tener expectativas con los viajes. Cuando fui a Japón toqué en 13 ciudades y todos me decían ‘Uh, Japón, ¿qué expectativas tenés?’ Y la verdad que no me hice la cabeza antes de ir, pero despues fui y estuvo re bueno. Y sé que esto va a ser parecido porque confío en la aventura y en el equipo. Por lo demás, me encanta cuando toco todos los días. Yo cuando toco me prendo fuego. Pero si encima de tocar seguido voy moviéndome de un lugar a otro, mucho más. Se me hace la imagen de un cometa y una llamarada. Un estado parecido. 

Samalea: A mí me genera mucha ilusión poder tocar las canciones de Marina en muchos lugares donde se escucharán por primera vez. Vamos a encontrarnos con nuestro país, lugares que ella no conoce todavía, y sé que le va a alucinar con todas esas culturas tan potentes que seguramente le inspiren nuevos dibujos, cuadros y canciones.

Fages: Confío en que vamos a estar en un estado de agradecimiento continuo. Estar felices.

EL PRINCIPIO

“Yo no sabía quién era Samalea. Obviamente lo conocía de nombre. Pero más que nada me enteraba de él a través de (Fernando) Kabusacki que todo el tiempo me hablaba de su amigo Sama. Sama esto, Sama lo otro. Todo el tiempo Sama. Así que sabía que era su baterista, pero no mucho más. Además del rock nacional no conozco demasiado, nunca fui de investigar los músicos ni nada. Pero una noche Kabu me invitó a compartir unos temas en la Usina y ahí estaba Sama”, relata Fages, que en aquel momento no estaba enterada de que el baterista le venía siguiendo el rastro desde hacía un poco antes. “A instancias de Kabusacki –cuenta Samalea– había visto a Marina en una fecha en Café Vinilo. Yo justo andaba con el libro del Tao encima y me pareció que su música tenía mucho que ver: no había un estilo definido de pop, rock o lo que sea, pero sí una conjunción de varios de esos elementos con la simpleza misma de un trazo. Y eso que ni siquiera sabía que dibujaba”.

Tiempo después vino la recomendación de Kabusacki a Fages de que invitara a Samalea para Dibujo de rayo, su primer disco en el que participaron otros seis bateristas, y luego el momento determinante descripto al inicio de la nota. “Normalmente te hablan de ‘proyectos artísticos’ pero hasta que uno ve a la persona no sabe qué tipo de personalidad tiene”, explica el baterista y bandoneonista. “Y con Marina realmente encontré un concepto artístico que desconocía. La sensación de que estás viendo algo nuevo por primera vez. No sucede a menudo”. A partir de ese momento ambos congeniaron y no pasó mucho tiempo hasta que Samalea le regaló Qué es un long play: una larga vida en el rock, su libro de crónicas y memorias junto a Charly García, Gustavo Cerati y Andrés Calamaro, entre varios otras grandes figuras del rock argentino. “Lo empecé a leer y quedé de cara. ¿What the fuck? ¿Samalea es este chabón? ¡Ahora entiendo! Me impactó todo lo que leí”.

¿Cómo describirían lo que pasa musicalmente entre ustedes?

Samalea: Se nos da muy fácil lo de subir y bajar las dinámicas de la ejecución. Y para mí es muy fascinante tocar con ella porque soy público suyo también. Yo lo describo como la falta de pensamientos. La forma de conectarse con lo primitivo. Una de las cosas que más me gustan de nuestra combinación es que somos adultos con mucho imaginario infantil. Con posibilidad de disfrutar de otras cosas también como cómics o mangas.

Fages: Los dos consumimos mucha fantasía y vivimos la vida fantasiosamente por medio de metáforas, simbolismos, cosas cotidianas. Flasheamos todo el tiempo juntos. Y no conozco mucha gente que esté al nivel de confundir la realidad con la fantasía y la música con las intuiciones como él. Hay gente con la que me junto y sólo hablo de laburo. Y está perfecto. Pero con otros accedo a otras dimensiones. 

Están por emprender un viaje que seguramente los marque por mucho tiempo. ¿Tienen presente alguna situación o momento que sintetice la personalidad del otro?

Samalea: La primera vez que nos encontramos con Marina se vino en bicicleta desde San Telmo a Villa Ortúzar pese a que había caído un diluvio importante y supuestamente no estaba para andar en bici. Pero no, ella lo hizo igual. Abrí la puerta y ahí estaba: una pequeña guerrera toda empapada que ni la peor tormenta había podido detener. Me quedó claro el tipo de persona que era, entendí su poder.

Fages: Una de las primeras cosas que él hizo como amigo fue que yo estaba muy atareada y estresada por un montón de actividades y tenía que arreglar la casa porque venía una inquilina y el chabón no sólo se ofreció sino que me ayudó a limpiar toda la casa. Creo que poca gente tiene esos gestos cuando apenas te conoce. Entonces para mí Samalea es eso: un súper chabón que hace cosas mundanas de maneras casi mágicas.

El moto-tour de Marina Fages y Fernando Samalea se extenderá por casi dos meses. Y comprenderá shows en Rosario, Las Varillas, Córdoba, Colonia Caroya, Catamarca, Tucumán, San Salvador de Jujuy, Salta, Cochabamba, La Paz, Antofagasta, Santiago de Chile, Mendoza, Paraná, Cañada de Gómez y Buenos Aires. Más info en marinafages.com.ar/FAGES-SAMALEA-MOTOTOUR.html