En Venezuela, el proceso revolucionario bolivariano contó con una figura histórica: Hugo Chávez Frías. La pérdida temprana de este líder generó un profundo vacío emocional en sus seguidores y dejó enteramente en manos del pueblo la responsabilidad de concretar los sueños de la patria añorada. A cuatro años exactos de la muerte del constructor del socialismo del Siglo XXI, este domingo a las 22 (hora de Argentina) se estrenará el documental Chávez infinito por la pantalla de Telesur y por su plataforma online. La película, dirigida por la realizadora argentina María Laura Vásquez –quien trabajó junto a Oliver Stone en los films Al sur de la frontera y Mi amigo Hugo–, retrata al ex presidente desde la mirada emotiva y comprometida de ocho protagonistas que forman parte del pueblo venezolano. A través de un extenso material de archivo, también se muestra al líder de la Revolución Bolivariana desde sus primeras incursiones en la vida política venezolana hasta su muerte, que no pudo borrar el peso de su figura. 

Vásquez vivió en Venezuela entre 2000 y 2011. Cuando regresó al país caribeño a trabajar en la producción de contenidos y de archivo para el documental Mi amigo Hugo, de Stone –que se hizo para conmemorar un año de la muerte de Chávez–, se encontró con imágenes imborrables del día que los venezolanos conocieron el anuncio de su fallecimiento, cómo lo vivieron emocionalmente y las cosas que habían sentido. “Había gente que me decía que se derrumbaba. Me produjo tanto impacto que consideré que era importante registrar el vínculo. Mi película recorta porque Chávez es infinito (por eso el título) y recorta lo que fue la construcción de este vínculo, la aparición pública de él, cómo se fue modificando. También refleja cómo es la construcción de un líder con su pueblo, qué cuestiones emocionales, intelectuales surgen y juegan ahí”, cuenta Vásquez en la entrevista con PáginaI12. 

–Usted, que es argentina y que se fue a vivir a Venezuela, ¿cuándo se dio cuenta de que Hugo Chávez no era un militar golpista sino un líder revolucionario? ¿Pesaba en su conciencia la idea de que los militares derrocaban gobiernos democráticos?

–Absolutamente. Mi llegada a Venezuela no tuvo nada que ver con ninguna simpatía con el proceso político que se estaba viviendo. Considerar que era un golpe de Estado y que fuera un militar era suficiente como para tener una visión sobre un militar fascista, como podía tener cualquier persona que nació y que vivió en la Argentina, ¿no? Yo no tenía ninguna simpatía per se. Cuando él asumió en 2000, yo fui a la Plaza, pero casi como una cuestión antropológica de ir a ver qué sucedía, cómo era este personaje. Vi a la gente que estaba en la plaza acompañándolo. Cuando noté el nivel de emoción en la base trabajadora y popular más auténtica venezolana y lo que sentía por ese líder y la fiesta popular que había en esa asunción, empecé a intuir que se jugaban otras cosas, además de lo que después dijo en el discurso. La vida me llevó a empezar a tener contacto con ese proceso. En un momento me pidieron hacer unos documentales de corte cultural y empecé a recorrer el país. En ese recorrido, vi lo que se estaba produciendo en todas las capas venezolanas y me abrió la cabeza. Me dediqué al cine histórico-político en Venezuela. 

–En este caso, ¿antes que un análisis político-histórico convencional se propuso un recorrido más bien emotivo?

–Sí, absolutamente. Todos mis trabajos previos fueron más de tesis, de análisis intelectual o académico. En este punto, me pareció que era importante tratar ese vínculo netamente desde la parte emotiva y de buscar gente del pueblo. Los procesos políticos, a veces, empiezan a repetir consignas que comienzan a perder fuerza, legitimidad o veracidad. Y una de las cosas que quise fue no caer en un discurso institucionalizado.

–Por eso eligió a ocho personas que cuentan sus historias con Chávez, ¿no?

–Exacto. Y donde ninguna es funcionario. Son militantes de base, en algunos casos, y en otros, no, pero ninguno tiene una relación directa con el Estado. No hay funcionarios, ni historiadores ni sociólogos. 

–¿Cómo analiza los once años que vivió en Venezuela durante la Revolución Bolivariana? ¿Cómo percibió la irrupción de Chávez en el pueblo venezolano?

–Chávez Infinito tiene que ver con eso. El es la síntesis de un espíritu subversivo que está en América latina, que está en los venezolanos y que va a ser infinito hasta que la opresión siga. Chávez despertó eso en la gente y fue profundizando en el proceso teniendo una consigna básica, un leit motiv, que tiene que ver con otro concepto del poder. Me llamó la atención en estos diez años que todo el tiempo planteó desarmar la estructura del estado burgués, de un poder centralizado en el Estado y se trató de desplazar eso hacia las comunidades. Por eso, todo lo que se produjo con el concepto de poder popular, lo que se produjo con respecto a la construcción de las comunas me parece que fue lo más interesante y lo que lo diferencia de cualquier proceso de los socialismos del siglo XX. 

–Hay quienes caratularon las acciones militares de Hugo Chávez en febrero de 1992 como un golpe de Estado. ¿Usted cómo lo describiría?

–En Venezuela, las irrupciones militares siempre estuvieron muy vinculadas a la izquierda. No podemos pensarlas desde la historia argentina. Y los militares en Venezuela, a diferencia de la Argentina, tienen una gran base popular. Son gente del pueblo, desde el soldado hasta el general, en su mayoría. Podríamos catalogarlo como un golpe de Estado, pero no podemos pensarlo como lo hacemos desde Argentina porque las reivindicaciones que se buscan o se han buscado en la historia de Venezuela, cuando esto se produjo, generalmente fueron consignas populares. 

–¿Chávez logró un cambio de conciencia social o es una deuda pendiente de la Revolución Bolivariana?

–Creo que nunca va a haber una Venezuela igual a la anterior de la que fue a partir de Chávez. Se consiguió en cierta parte esa conciencia social que usted dice, pero todavía queda por trabajar.

–En ese sentido, ¿cómo analiza hoy a Venezuela en un contexto de derechización del continente?

–Y bueno, es uno de los pocos espacios “liberados” que queda en el continente. Creo que son olas de derecha, olas de izquierda. Es parte de un proceso histórico que haya momentos más emancipatorios que asuman el poder y que después vuelvan reacciones más liberales, neoliberales, imperialistas que hacen retroceder estos procesos. Siempre ha sido así.

–¿Cómo analiza los vínculos que generan líderes como Hugo Chávez con sus pueblos?

–La película muestra que hablan como si fuera un amigo, un padre. Yo misma lo siento como parte de mi cotidiano. Cuando los líderes son genuinos están en nuestras cabezas y en nuestros corazones. 

–¿Cómo recuerda la primera vez que lo vio y cómo lo describiría a partir de esa primera sensación que tuvo?

–Era un personaje con una energía muy particular. Era arrollador, apabullante. La primera vez que lo vi no estaba en mi período más convencida del proceso. Hablé con él y era magnético. Siempre digo que realmente era un ser de luz. Ese primer contacto que tuve con Chávez cambió mucho después mi percepción hacia él. Era sumamente cálido, atractivo como personaje, como figura energética por cómo hablaba. Era magnético.

Hugo Chávez en un acto en Caracas, el 4 de octubre de 2012, cinco meses antes de su muerte.