Las personas que durante su infancia de manera reiterada y durante un período prolongado de tiempo han sufrido malos tratos, abusos físicos, psíquicos, sexuales o algún tipo de episodio violento, pueden desarrollar a lo largo de sus vidas un tipo de trauma que se denomina trauma complejo. El yoga sensible al trauma (YST) es un método que surge como tratamiento complementario para trabajar especialmente las consecuencias del trauma complejo.

En 2017, después de 14 años de investigación y miles de horas de implementación, el método YST desarrollado por el Centro de Trauma y Realización en Estados Unidos, fue reconocido como una práctica que ayuda a mejorar la salud mental, convirtiéndose en el primer modelo de yoga reconocido de esta manera como un tratamiento complementario para el trauma con fundamentos en la teoría del trauma, la teoría del apego y las neurociencias. En nuestro país este método tiene un desarrollo escaso aún. Elián Leobino es una de las pocas personas formada en la materia y que ha estudiado esta práctica, que “busca empoderar a le practicante y reconectarle con su cuerpo, sus sensaciones y su presente, en un marco de cuidados individuales y colectivos”, según sus propias palabras.

Leobino llegó al YST después de buscar durante largo tiempo una alternativa a las que ya conocía, para tratar su propia historia de abuso y la de sus compañeres que integran el grupo Las Cigarras, conformado por sobrevivientes de abuso sexual en la infancia y en la adolescencia. “Seguía buscando un espacio de práctica en el que no me sintiera expuesto, juzgado o violentado y en el que mis experiencias de vida ni mi cuerpo y su expresión fueran patologizados o motivo de ´limpiezas espirituales´. Con esto me refiero a mi historia de abuso sexual en la infancia, pero también a mi identidad y expresión de género como un tipo trans. Hay poco espacio para la diversidad en el mundo del Yoga "mainstream", y las personas que sufrimos abusos y discriminaciones somos frecuentemente revictimizadas. Esto no se da necesariamente en forma consciente ni con malas intenciones”, explica Leobino.

¿De qué manera se trabajan los traumas y las secuelas de violencia sufridas en la práctica YST?

-La propuesta de YST es un abordaje desde lo somático/corporal. Por eso se plantea como un tratamiento complementario a las terapias psicológicas o cognitivas. El trauma pasa por el cuerpo. La violencia que vivimos quienes sobrevivimos a traumas se manifiesta en nuestros cuerpos. Se identifican algunos de sus efectos (o “síntomas” en el lenguaje clínico asociado al diagnóstico de estrés postraumático) como pesadillas o intrusiones recurrentes, ansiedad, depresión o tristeza infinita, dolores corporales y somatizaciones, estar híper alerta o “como dormide”, recuerdos sensoriales con dificultad para identificarlos como propios. Muchas veces, esta serie de malestares nos hacen muy difícil la vida y es posible que pasemos (o las personas víctimas-sobrevivientes) por diferentes diagnósticos psiquiátricos o psicológicos. Si a alguien le sucedió a menudo que sus relaciones con otras personas presentaron situaciones de maltratos, abusos, abandonos (lo que llamamos revictimización), es posible que los “efectos” se extiendan en su vida en forma de aislamiento, dificultad para relacionarte con otras personas, excesiva dependencia en sus vínculos, autoestima muy baja y/o mucha dificultad para autocontenerte.

Los descubrimientos en neurociencias muestran que las funciones relacionadas con el lenguaje, la capacidad de contar o narrar, se ven afectadas o interrumpidas durante el momento en que el hecho traumático tiene lugar. “Por eso las personas sobrevivientes a menudo tenemos tanta dificultad en recordar los hechos como una historia y en poder contarlo. Es frecuente tener flashbacks o recuerdos fragmentados, de algunas sensaciones, imágenes, sonidos, pero suele ser muy difícil reconstruir lo sucedido”, explica Leobino. “Por otro lado, el trauma crónico implica un estado de hipervigilancia o disociación (suelen darse combinados, de diferentes maneras, por eso hablamos de efectos del trauma, consecuencias, y, a menudo y aunque no me guste tanto, ´síntomas´). Estos estados, sostenidos en el tiempo, resultan en ciertas dificultades para la regulación interna de la persona. Decimos que la capacidad de ´sensar hacia afuera´, suele estar híper desarrollada en les sobrevivientes (es decir, la habilidad de percibir, analizar, interpretar lo que pasa alrededor), mientras que la de ´sensar hacia adentro´ o sentir, interpretar, procesar e integrar las sensaciones internas, se ve perjudicada. A este conjunto de funciones que, mediante el sistema nervioso, permiten regular los estados internos individuales, la llamamos interocepción. Es sobre ella que YST trabaja en especial. La interocepción nos ayuda a comprender quiénes somos o formarnos una noción de ´sí misme´ (self). De alguna manera, esto nos sirve para objetivar, para comprender, desde diferentes teorías (las neurociencias, la teoría del apego o la regulación afectiva, la teoría del trauma), estos procesos que tienen lugar en la práctica de YST y, quizás, en toda nuestra vida como sobrevivientes. Lo cierto es que la práctica de Yoga Sensible al Trauma se trata de una propuesta vivencial, una invitación a conectar con el cuerpo propio y, a través del cuerpo, con el presente, y posiblemente descubrir que pudimos sobrevivir y podemos vivir.”

¿Qué significa el principio de "no coerción" que se aplica en YST?

-Somos conscientes, en tanto facilitadorxs, de que estamos ocupando cierto lugar de poder, por más que nos cueste o no queramos verlo de esa manera, ¡o ni siquiera queramos ocupar ese lugar! En esta sociedad, "le profesore" o "le instructore" es la figura del saber, la autoridad, la que dice qué está mal y qué está bien. Justamente eso es lo que no queremos hacer. Necesitamos corrernos de ese lugar para que cada practicante pueda ser artífice de su propia práctica, conectar con su cuerpo en sus propios tiempos y con sus propias condiciones. Es decir, queremos reforzar el mensaje de que no es necesario que haya une otre que te diga qué está bien o qué está mal, que no hay más autoridad que une misme, para une. En el contexto del trauma, esto es fundamental, porque durante el trauma aprendimos a que había que contentar a une otre para garantizar nuestra supervivencia. En el presente, necesitamos comprender que no estamos en cautiverio y que, para tomar nuestras propias decisiones, será necesario mirar o, mejor dicho, sentir lo que necesitamos o queremos. Claro que esto no es sencillo: se trata de un camino largo para transitar, y, por cierto, no siempre resultará agradable. No prometemos un camino de rosas, no prometemos relajación ni felicidad, de hecho, no prometemos nada. Las propuestas pueden ser tomadas o no, es practicar formas, movimientos y respiraciones; y a través de éstas, practicar el sentir, la toma de decisiones, la conexión con el presente a través de las sensaciones de tu cuerpo. ¡Eso es un montón!