Cualquier similitud entre ellas no es pura coincidencia. María y Paula Marull son gemelas, pero el extraordinario parecido entre ellas trasciende lo genético y atraviesa sus formas de pensar y sus pasiones compartidas. Más de veinte años pasaron desde que dejaron su Rosario natal para abrirse un camino propio en Buenos Aires, donde trabajaron como modelos y conductoras de televisión y donde hoy triunfan como dramaturgas, directoras y actrices del circuito de teatro independiente.
Las hermanas rosarinas llenan salas y agotan entradas. La Pilarcita –escrita y dirigida por María– y Yo no duermo la siesta –escrita y dirigida por Paula, y protagonizada por María– se transformaron en dos títulos resonantes en el mar de propuestas que exhibe la cartelera porteña. Pero ellas recargan su agenda y suman su participación en dos puestas más: Un hombre con gafas de pasta, en la que Paula se luce como actriz, y Los ojos de Ana, en la que incursiona dirigiendo un texto que no es propio y vuelve a convocar a María para un papel protagónico. 
María y Paula disfrutan del trabajo en conjunto y admiten que no hay proyecto que decidan encarar que no las involucre a las dos. “Lo pasamos bien juntas, nos divertimos y nos acompañamos”, asegura Paula, quien dirige a su hermana en Yo no duermo la siesta y en Los ojos de Ana, del autor francés Luc Tartar. En la primera historia, María interpreta a Dorita, quien trabaja en la casa en la que dos amigas, Rita y Natalí, se resisten a dormir la siesta e inventan su propio mundo de juegos y ocurrencias. En la segunda pieza interpreta a Mónica, un ama de casa frustrada, esposa de un hombre desempleado y madre de Ana, una adolescente que sufre el acoso de sus compañeros en la escuela. “El teatro es un disfrute que compartimos”, celebran.   
–Las puestas en las que trabajan juntas abordan universos, temáticas y personajes muy distintos…
María Marull:
–Sí, en Los ojos de Ana cada uno de los personajes está disconforme, y siente que le falta algo. En esa familia todos los integrantes están muy solos, tratando de luchar contra ellos mismos. En cambio, Yo no duermo la siesta está atravesada por el punto de vista de las dos protagonistas, que son nenas, y entonces tiene algo mágico.   
Paula Marull: –Claro, Yo no duermo la siesta es una historia contada a través de la mirada de las protagonistas, y por eso hay en ella un universo fantasioso, que convive con los tiempos del pueblo y de la infancia. Por otro lado, Los ojos de Ana no le da respiro al público, aunque yo traté de encontrarle algo de humor a la puesta que armé. En esta historia no hay buenos ni malos, y se abordan problemas muy actuales como el desempleo y el bullying. 
–Entre la actuación, la escritura y la dirección, ¿qué es lo que más disfrutan hacer?
P. M.:
– Yo disfruto de todo, pero hacía un par de años que no actuaba y ahora que volví a hacerlo lo estoy disfrutando mucho, porque en ese caso sólo voy al teatro a jugar y nada más, y los problemas los resuelve el director. También disfruto dirigir y voy a todas las funciones. Sin embargo, de todo lo que hago siento que lo que no podría dejar de hacer es escribir, porque es una necesidad que me acompaña en lo cotidiano. 
M. M.: –Actuar me encanta, sobre todo en las obras de Paula, y disfruto mucho también dirigiendo a los actores, pero coincido con que escribir es otra cosa, y es algo necesario en mi cotidianidad. Hacía un tiempo que no escribía, y empecé de nuevo y me gusta estar en ese estado de escritura, más allá de si termino o no la obra.           
–¿Su vínculo de hermanas funciona como un condicionante al momento de trabajar juntas o, por el contrario, les aporta libertad?
P. M.:
–Trabajar juntas es una elección. María actúa en todas mis obras, porque me gusta como actriz. Nos llevamos bien, como muchos hermanos, y nos conocemos y nos entendemos mucho. Mis obras son sobre mi universo, que es también el de ella, por eso tiene un conocimiento muy profundo sobre lo que se está hablando y es muy generosa porque hace aportes.  
M. M.: –Desde chicas compartimos todo, y lo creativo también. Siempre nos respaldamos y nos consultamos. Hay mucha confianza y generosidad entre las dos. Tenemos visiones parecidas, y a cada una le gusta como trabaja la otra. Si ella no está, me siento más sola.