El nihilismo es la tonalidad afectiva, la disposición espiritual del capitalismo neoliberal.  Sus rasgos más importantes son los siguientes:  

1) Dios ha muerto : esta aseveración afecta tanto a laicos como a creyentes. Implica que todas las figuras de la autoridad simbólica han declinado y se disuelven en el aire. La verdad, los imperativos éticos, los proyectos existenciales, las causas políticas, el sentido estético, ya no disponen de ningún suelo firme. No así el Poder y sus dispositivos, cada vez más pregnantes y decisivos en la producción de la ideología que haga posible la reproducción del engranaje.
2) La vida se ha vuelto capital humano: o los seres humanos se entregan al rendimiento y su propio aumento permanente del valor en tanto mercancía o se caen de la escena como deshechos que se acumulan en los rincones de las ciudades.
3) La política es una profesión sin vocación ni referencia a la ética de la convicción. Es pura gestión desconectada del amor a la patria y a la causa de la justicia y la igualdad .
4) La propia vida, la relación con los otros y con los más próximos es concebida como gestión, cálculo y maquinación de ventajas. O en otros términos, un formato empresarial que administra la continuación del propio linaje.
5) La guerra permanente sin declarar, que no sólo abre la posibilidad fáctica de la destrucción total del planeta sino que hace del fin del mundo el aura invisible de todo lo social, incluso en la política cotidiana.
6) La reproducción infinita de habladurías y difamaciones ejercidas por mercenarios mediáticos que sustituyen la opinión pública.
Todos estos rasgos propios del nihilismo reactivo vaticinado ya por Nietzsche en el siglo XlX y desarrollados y explicitados por Marx y Heidegger, desde distintos ángulos, pero caracterizando desde su raíz el despliegue de nuestro mundo contemporáneo, nos indican que los gobiernos populares o las izquierdas ya no pueden sostenerse solamente en una reforma económica sino que deben intentar el difícil y casi imposible acto de una nueva afirmación no nihilista de la vida. Salir del nihilismo no es abrazar una fe, o por lo menos no es sólo eso, es concebir cada vida sexuada, mortal y parlante como la posibilidad de un invento, como la creación de un lazo social que hunda tanto su experiencia en la Soledad como en lo Común y deje atrás el Nihilismo depresivo del mundo actual. Ahora más que nunca transformar lo colectivo es examinar la propia ética de vida en cada uno.