Desde Barcelona

UNO En tiempos tan ocurrentes (en el peor sentido de la palabra) y de tan cuestionable redacción, qué se puede hacer salvo leer libros. Escribirlos, seguramente. Pero cuesta mucho más --y reditúa mucho menos-- aprender a escribir que a leer. Aunque Rodríguez (quien quiso ser novelista, pero acabó siendo redactor publicitario) no ceja en su intento de responder a la voz cada vez más baja de su vocación original.

De ahí que Rodríguez --aún más fácil que escribir un libro o que leer un libro es comprar un libro-- no haya podido resistirse a esa portada color naranja. Su título recién aparecido en inglés se traduciría como Compadécete del lector: Acerca de escribir con estilo. Y está firmado por uno de los autores favoritos de Rodríguez: Kurt Vonnegut. Y --en tipografía más pequeña-- por Suzanne McConnell. Y, sí, es uno/otro de esos volúmenes post-mortem a partir de la idea de editor y herederos y... Pero a Rodríguez no le importa y se le hace irresistible la idea de contar con el autor de Matadero-Cinco como consejero y guía.

DOS Y, claro, de regreso en casa, buena parte de la magia ya se ha diluido. El volumen está confeccionado primorosa y frankenstianamente a base de fragmentos de sus ficciones y conferencias y ensayos y cartas. Y de, uh, las demasiado numerosas intervenciones de McConnell: ex alumna de Vonnegut en el famoso writer's workshop de Iowa entre el '65 y el '67 y dando un poco de bastante vergüenza ajena en plan discípula levantando la mano todo el tiempo y tratando de emular la voz y, sí, el estilo del maestro. Así, a las pocas páginas Rodríguez comprueba lo que ya sospechaba: Pity the Reader desborda gracia e ingenio y sabiduría, pero le será completa y total y absolutamente inútil para avanzar en la creación de su manuscrito fantasma ¿Por qué? Porque Rodríguez no tiene nada que aprender de Vonnegut porque Vonnegut no tiene nada que enseñarle. Son los problemas de la genialidad (o, si se prefiere, de la singularidad absoluta): no es didáctica ni explicable y mucho menos transmisible o contagiosa. Lo mismo sucede, piensa Rodríguez, con Jorge Luis Borges y con tantos otros que nunca serán demasiados. Seres divinos que lo que enseñan en verdad es a leer y que, como mucho, pueden producir adoradores e imitadores y pasticheurs de mayor o menor talento. Pero jamás modelos originales. Y de acuerdo: Vonnegut --a diferencia de lo sucedido con otros juguetones contemporáneos suyos como Donald Barthelme y Richard Brautigan-- se las arregló para trascender a su primera condición de escritor "de moda" y "contracultural" y hoy cuenta con sus consagratorios y canonizadores cuatro tomos en la Library of America junto a su héroe Mark Twain. (Y por si lo anterior no fuese suficiente, Vonnegut se adelantó a toda esa tontería del emoji proponiendo al dibujo de su propio orificio anal como asterisco multi-significante acompañando a su firma.) Pero la recopilación de sus consejos (supuestamente sencillos) chocan de lleno con el resultado de su obra, escrita con una prosa clara pero de una complejidad asombrosa. El supuesto manual de instrucciones arranca citando --y se lo expandirá a lo largo de sus más de 400 páginas-- aquel popular aviso a doble página que Vonnegut escribió para la International Paper Company en 1980. Otros participantes en la campaña fueron George Plimton (acerca de cómo escribir un discurso) o James Dickey (sobre cómo disfrutar de la poesía). A Vonnegut le tocó lo de cómo escribir con estilo; y de allí lo de "Encontrar un tema que te interese", "No divagues", "Ten la valentía de cortar", "Suena como tú mismo", "Di lo que querías decir" y, sí, "Compadécete del lector" porque "están obligados a identificar miles de signos sobre un papel y encontrarles sentido de inmediato. Tienen que leer, un arte tan complejo que la mayoría de las personas no ha conseguido dominarlo aunque lo estudiase a lo largo de doce años de primaria y secundaria". Y, sí, tal vez de eso se trate, comprende Rodríguez. El libro de Vonnegut enseña a leer o a releer a Vonnegut. Lo que siempre es un placer. Y, en verdad, lo más "útil" de Pity the Reader para Rodríguez está en la cita que abre todo el asunto como epígrafe. Allí, Vonnegut --alguna perfecta mañana de 1966 en Iowa-- le dijo a sus alumnos lo que sigue, lo que hay que seguir. Allí --mientras escribía una novela en la que se describía a los amados libros de una cultura extraterrestre como a "tantos momentos maravillosos contemplados al mismo tiempo"-- el maestro aconsejó: "Escribe como un ser humano. Escribe como un escritor".

And so it goes.

TRES Todo lo anterior lo piensa Rodríguez para no pensar en que España ya tiene gobierno de chispeante e inflamable coalición progresista y mega-multi-ultra ministerial; y en que esta va a ser decididamente vonnegutiano en términos de absurdo y esperpento y locura y, sí, ay, ocurrencia. Y Sánchez fue al Palacio de la Zarzuela y juró su cargo ante el Rey y allí se produjo diálogo inequívocamente vonnegutiano."Ocho meses para 10 segundos", dijo Pedro. "Ha sido rápido, simple y sin dolor; el dolor viene después", replicó Felipe.

Vonnegut dijo aquello de "hay una trágica imperfección en nuestra preciosa constitución, y no sé que se puede hacer para repararla. Y es esta: sólo los chiflados quieren ser presidentes".

Y vaya uno a saber si Pedro Sánchez tiene todas sus facultades intactas. Pero lo cierto es que tenía tantas ganas y soñaba tanto con ello. Y al despertar vio que los Reyes Magos por fin le trajeron el regalo del título pero, con él, una (la más estrecha y pírrica de la democracia) ajustadísima victoria y oprimida legislatura que abre los ojos como la más insomne de las pesadillas. Una farsa distópico-psicotrónica: paquete con muy demandantes aliados independentistas para gobernar una España en la que no creen demasiado y una oposición que ya ha manifestado su deseo de derribarlo lo antes posible y que lo odia sin atenuantes (y como bien escribió Manuel Jabois en El País "Es un odio que provoca dos tragedias: que ese odio sea lo más sincero del discurso de la oposición y que la izquierda neutralice cualquier crítica a Sánchez bajo la argumentación infantil de que el odio de tus enemigos te hace bueno per se"). Y sí: muchos de los que lo votaron a Sánchez diciéndose ahora que, ya presidente, no tiene que cumplir ningún acuerdo firmado con los independentistas, del mismo modo en que no cumplió ninguno de los acuerdos con sus votantes. Porque lo que ellos votaron no era algo de este, uh, estilo.

La pesadilla personal de Rodríguez es la que sigue: en ella, lo de Sánchez & Co. no durará mucho (de hecho, ya hay "roces" entre aliados), se llamará a elecciones, las tres derechas juntas (PP y Vox y Ciudadanos) acabarán sumando más, será gobierno, y vendrán a por todas en Catalunya con los independentistas encantados de haber recuperado la figura del Malo Malísimo para sentirse Víctima Épica.

Y todo eso se va a llamar El cuento de los malcriados.

Y Rodríguez (y los suyos, los de nadie) en el medio.

Y todo tendrá un estilo aún más doloroso del que ya tiene; pero sin un Kurt Vonnegut que lo cuente con gracia y momentos maravillosos.

Compadézcanse del ciudadano.

Hi Ho.