Todas las generaciones tenemos nuestras Mujercitas. Desde el origen de la novela, en teatro, en cine, en colecciones ilustradas, en adaptaciones al presente, en fin… El tema de las hermanas que, frente a la ausencia del padre que cumple deberes como pastor en la Guerra Civil, deben enfrentar por primera vez los desafíos de la vida moderna, se ha convertido en la novela de formación por excelencia.

Si Louisa May Alcott logró construir el modelo ejemplar en 1868 de la educación de las “señoritas” que continúa interpelándonos ahora es porque su novela toca los puntos álgidos de la modernidad y el capitalismo: cuál es la relación entre la educación y la sociedad; qué responsabilidades tenemos con nuestros vecinos (los ricos de enfrente y los pobres de la vuelta); pero, sobre todo, cómo se vive cuando se es pare del grupo marginal (en esa época eran las mujeres) en los lugares de la sociedad donde se toman decisiones.

TODO SOBRE ELLAS

El libro, publicado en Argentina el año pasado,  El legado de Mujercitas de Boyd Roux nos lleva por la vida de esa novela desde su origen en el universo de Louisa May Alcott hasta las versiones más contemporáneas y contestatarias.

En sus inicios la novela fue una lucha porque el personaje de la hermana “varonera” (que se le ve hasta en el apodo que sería el de “Joseph” menos que el de Josephine) tenía el imperativo de casarse para los editores, cosa contra la que May Alcott luchó hasta la claudicación. 

Cualquiera sea la posición sobre la obra, indudablemente se trata de un clásico, que desde su nombre interpela a lectores y no lectores por igual, los convoca alrededor de una consigna, de una palabra que dice demasiado, y que estés en el lugar donde estés con respecto al género, hay algo para decir de esa novela. Es la novela de la humillación por excelencia y los varones que la leímos, supimos esconder esa mácula como si se tratara de una ofensa pública.

La novela cumple, desde su nacimiento con una de las obligaciones de la literatura: enseñarnos formas, palabras, modos de relación y comportamientos que no se pueden aprender ni en la familia ni en la escuela.

No estamos solas. Desde Simone de Beauvoir hasta Donna Haraway, hay para que todas hablen. De hecho en “Memorias de una joven formal” la Beauvoir se despacha confensando su fascinación por Jo, el personaje central y el más controversial de la novela, porque es la única que se propone no seguir las normas del género tal como estas se le presentaron por la época. En esa joven escritora, Simone De Beauvoir encuentra el origen de su escritura: “Me identifiqué apasionadamente con Jo, la intelectual. Brusca, angulosa, Jo se trepaba, para leer, a la copa de los árboles; era mucho más varonil y más osada queyo; pero yo compartía su horror por la costura y los cuidados de la casa, su amor por los libros. Escribía: para imitarla reanudé con mi pasado y compuse dos o tres relatos. “

LOUISA: LA MUJERCITA QUE FALTABA 

En El legado de Mujercitas, la autora, Anne Boyd Roux, se encarga de reconstruir el proceso de publicación de la novela, y su destino hasta el presente, que ahora Greta Gerwig dirigió en el cine. En ambos es posible ver la lucha de Jo March, la hermana escritora, en la película que es la lucha real de Louisa en Boston cuando ofrece su novela a los editores que le imponen que el personaje principal se case y tenga el matrimonio como guía de su periplo.

Louisa no estaba conforme, pero como ella a la vez era una muy buena negociadora, encontró un modo de satisfacer al editor y sus propias exigencias como escritora. May Alcott había sido educada en un ambiente bastante liberal, prestando atención a los amigos de su padre, el naturalista y filosofo Thoreau, Emerson, entre ellos, que la educaron en el ambiente y las lecturas ultra liberales del trascendentalismo americano de esa zona de los Estados Unidos, para quienes la esclavitud, el modo principal de producción del país en ese momento, era un motivo de vergüenza y sobre el que escribían profusamente. El traslado de esos textos a la opresiva experiencia femenina, era casi una obligación para Louisa. Y su familia la alentaba a que lo hiciera sin dudas.

En un ya clásico dialogo entre Jo March y su madre, cuando la madre le confiesa que ve en ella un ejemplo, y Jo la mira sorprendida porque ella esta casi siempre enojada con el mundo que no le permite ser un varón, la madre le responde: “casi no hay día que yo no esté enojada!” Y esta versión cinematográfica, recoge, por primera vez, esa línea de la novela. Todo ese universo que Louisa quiere mostrar y que a veces pasó desapercibido.

MUJERCITAS Y EL DINERO

Podríamos poner por ejemplo el modo en el que aparecen acá mostradas las relaciones con el dinero. Si bien la caridad es uno de los problemas principales de la novela, en esta parece mostrada de un modo distinto. En versiones anteriores las hermanas March, con sus diferencias de personalidad, coincidían en la voluntad (muy protestante, muy definitiva en los Estado Unidos) de hacer caridad. Juntar dinero para los vecinos, hacerles regalos en Navidad, Jo se corta el pelo para venderlo y que ese dinero llegue a su padre en la Guerra Civil, los vecinos ricos que regalan un piano a la hermana música, en fin, el dinero es un gran movilizador de la novela. Pero en la versión 2019 de Greta Gerwig, el dinero es también un modo de pensar la relación con la libertad de las mujeres.

En el momento en el que la hermana pintora dialoga con Laurie, el objeto amoroso y vecino de las hermanas, ella plantea al matrimonio como una “transacción económica”, frente al deseo del varón de romantizar el vínculo (porque es un heredero). La Tía March, por su parte no sólo es vista como una mujer que trata de ordenar las vidas de las jóvenes, sino que en esta versión se ocupa de explicar que si bien ella no se casó, ese es un lujo que pudo darse por ser rica; las cuatro hermanas de clase media, no tienen derecho a esas grandiosidades, y por lo tanto deben buscar marido. Es el dinero el que determina las relaciones afectivas en esta versión de la novela y no lo contrario. Por otra parte esta versión también se toma el tiempo de hacer un desarrollo de las personalidades de la hermanas, para imponer deliberadamente la idea que no se trata de cómo “son” todas las mujeres; muy por el contrario busca mostrar que las mujeres pueden ser muy diferentes entre ellas. Y no vienen necesariamente de venus ni ningún otro estereotipo. Si algo comprendió de la cultura queer la directora, es que no se trata de imponer versiones contrarias sino construir la posibilidad de la diferencia como rasgo constructivo de la personalidad. Ya no se trata de una historia de chicas que sueñan, sino de chicas que tratan de poner el destino en sus manos.

Entonces la película en realidad está pensada no sólo como la puesta en escena de la novela sino como la puesta en escena de las memorias que construyeron la novela y el proceso material de publicación de esa novela. Es decir, al contrario de las versiones anteriores, esta versión está mucho más preocupada por la relación de las chicas con el trabajo que con la relación con sus amores. De hecho, esta versión podría ser mucho más fiel a la novela original que las anteriores. La novela tiene largos párrafos donde se habla de la dignidad que debe ser otorgada a las mujeres solteras, las que “a partir de los 30 años se dan cuanta que solo le quedan unos 20 años de vida en soledad…” pero productivos.. y muy poco se habla de esos temas.

Louisa May Alcott, que ya fue sacada del clóset en muchas versiones, de muchas maneras, puede haber complacido a los editores, pero en la vida luchó por complacerse a sí misma. El personaje de la historia era, finalmente, mucho más fuerte que el personaje de la novela. No sólo su final no es el de una señorita que se casa, sino que, al contrario de Jo March, se convierte en una defensora de sus propios derechos de copyright, fundadora de la Unión industrial y educativa de mujeres de Boston y como la mujer soltera, de cierto buen pasar en que se convirtió, generado por los dividendos de sus obras, se dedicó a ayudar a mujeres de su familia y fuera de ella, a perseguir sus destinos.