La Ley que indica ¡Goza!, en tanto imperativo, es la que da cuenta de la singularidad de cada sujeto. Afirmar que todos gozan no es supuestamente compatible con la universalidad --no es una mirada o postura moralizante, religiosa, sino sociológica y antropológica--, el goce es lo que no hace en vano la vida.

Esa ley es la única que no ha caído bajo la sombra del rechazo generalizado de esta época, a la autoridad, a la obligación, a la norma. En torno a esto se afirma que el padre, omnipresente por su ausencia, no está a la altura de las improntas de las situaciones, y es en este sentido que la lógica del “No todo” prolifera.

Por tanto, la ley del goce está a la altura de las consecuencias que asume en cada sujeto las marcas de la época. Se ha perdido el estatuto de la referencia en el sentido más general del término, incomunicación y exclusión del otro, hasta su evitación. La referencia es un diálogo sin palabras.

Es el cuerpo como portador de saberes, y el arte de lo que se hace con él, en tanto vector imaginario de identidades. De lo Uno, pero a su vez de lo diverso, esa es la naturaleza del goce, en tanto soporte de la diversidad de la diferencia. No hay un amo para el goce, salvo el de la época, sería aburrido y moralizante y a contramano de las libertades individuales.

Lacan decía: “no hay justicia distributiva del goce”… la condición sexual, por ejemplo. Homosexual, heterosexual, lesbianismo, travestismo, transexuales, bisexuales, y sucesivas combinaciones, hacen a un sistema clasificatorio que roen cualquier ilusión o intensión de reducir la cuestión a la identidad. Las prácticas sexuales no se pueden reducir a lo idéntico, sino que es algo más complejo. Antaño una sexualidad velada, en la modernidad una sexualidad desvelada, que no hace más que mostrar esa estructural inadecuación entre los sexos. No hay relación sexual.

Freud lo subraya, no tiene que ver esencialmente con la persona amada, puede ser alguien indiferente y sin embargo uno de sus rasgos será elegido como constituyendo la base de una identificación, donde confluye la cuestión del deseo, la historia, las modalidades de goce de cada sujeto y por supuesto los factores sociales.

Cuando Freud empieza a vislumbrar que la causa es del orden de lo sexual, marca un punto esencial y de quiebre con respecto a la época y al saber en torno a la cuestión. Fue en este sentido el primero en establecer una diferenciación entre lo genital y lo sexual, lo genital es el dato biológico, orgánico, de allí la oposición pene-vagina. Y lo sexual es la oposición falo-castrado que se articula con el lenguaje. No existe una manera más propicia para nombrar aquello que no remite a lo biológico. A tal efecto la sexualidad inventada por Freud es lo que dice y/o se fantasea de lo genital, lo real del cuerpo que se nombra.

Por un lado lo anímico es el correlato de una fisiología inacabada, y por otro, es cómo la diferencia genital se inscribe en cada sujeto en lo psíquico. En tanto esto, ¿es cierto que hay una nueva realidad de las relaciones entre los sexos o son reediciones de viejas modalidades de goce? El complejo de subjetivación que se presenta en esta época con otros ropajes, casi como zonas erógenas, son reediciones que se vectoriza a través de la imagen y del lenguaje, no hay imagen sin lenguaje, que captura y atrapa, donde el sujeto no es libre. Eso configura ese proceso de identidad-es y de identificaciones.

Lo que está en juego en la elección de objeto es, como momento primero, la condición de goce (autoerótico). Hay en Freud una estrecha relación entre las escenas primarias y la condición de elección de objeto de amor...

La escena de seducción ¿que fui para el otro? La escena de castración ¿cómo deje de serlo? Y la escena primaria ¿de qué pacto amoroso vengo? Lo que enseña la vida amorosa es que solo hay sustitutos. Primer hombre sustituto del padre, primera mujer sustituto de la madre. Sustitutos de un goce prohibido que es el núcleo de esa parte de la infancia que no retorna, sino que insiste, que itera en el presente. Ese tercero de la infancia se reedita en el tercero de la relación de pareja actual, como condición de amor.

En la elección de pareja actual se reedita el triángulo de la infancia. El lugar que ocupó el sujeto en el deseo de los padres en tanto función, dado que ese deseo es una (x) a despejar. Lo relevante no es el aspecto fenomenológico del tema, el ropaje tal como aparece, sino lo que determina al sujeto en términos singulares que hace al lazo social que nos hace únicos e irrepetibles.

La indagación sobre la identidad de género cobra importancia para poder repensar los procesos de subjetivación y transformación que inciden en nuestra cultura. La diversidad cultural impacta directamente sobre los modos manifiestos de identidad de género, que hacen a la conformación de sus variantes. Una cosa es el sexo social (género) y otra el sexo biológico (genital). El sujeto se constituye con el otro, entre otros.

Es en ese sentido que los complejos procesos de identificaciones y subjetivación, conforman las supuestas variantes de un binarismo irremediable, que a partir de múltiples procesos en la perspectiva social, cobran importancia. Hay un antes y un después de la promulgación de la ley en nuestro país.

...Tiene que ver con la persona, yo me sentí muy bien estando con una chica en pareja. Y hoy me siento muy bien estando con un chico, que es mi pareja, o sea no tiene que ver con el sexo o con el género, si es hombre o si es mujer, si tiene vagina o tiene pene, es la satisfacción que me genera estar con la persona...

Es cosa de amarse, lo demás queda sobrando. El otro es siempre un medio para el placer propio, no un fin en sí mismo.

Eduardo Méndez es psicoanalista.