La distinción entre pasado, presente y futuro es una ilusión obstinadamente persistente. Con esta frase de Albert Einstein empieza Dark, una serie compleja que habla sobre uno de los temas fundamentales de la humanidad, que fue encarado desde la filosofía, la ciencia, la psicología y la literatura: el paso del tiempo. Con una impronta que recuerda a Twin Peaks, pero más oscura, y también a la serie francesa Les Revenants, Dark plantea una historia que sucede en tres años diferentes, cada 33 años, con personajes que se cruzan a sus diferentes edades y van y vienen en cada época. El número 33 aparece repetido en varias situaciones, por lo que se carga de simbología.

Todo comienza con la desaparición de dos niños en el bosque de una ciudad alemana ficticia llamada Widen. Los niños son como abducidos hacia una cueva que se encuentra debajo de una planta nuclear, de la que salen un tiempo después, pero en otra época, así los personajes empiezan a convivir con sus familiares en diferentes edades, como un Volver al Futuro, pero con una carga de dramatismo que se vuelve opresivo, denso y dispara un montón de preguntas filosóficas existenciales: ¿Cómo influye el pasado en nuestras vidas? ¿Existe realmente una diferencia temporal? ¿Hay alguna fuerza que nos permita manejar el tiempo? ¿Es el tiempo algo más que una apreciación subjetiva? ¿Lo único que existe es la eternidad? Todas preguntas que hacen referencias a los filósofos que ya trataron estos temas como Martin Heidegger, Immanuel Kant o Friedrich Nietzsche. Por eso la trama se vuelve tan compleja y fascinante: está cargada de sentencias filosóficas que en última instancia lo que hacen es explicar la característica de la existencia humana.

La trama se centra en la vida de cuatro familias, los Tiedemann, Kahnwald, Nielsen y Doppler, y sus integrantes que en la mayoría aparecen de niñes, jóvenes y adultes en estas tres épocas: 1953, 1986 y 2019. Así, además de lo intrincado y oscuro de la narración centrada en las desapariciones y los viajes en el tiempo, hay una subtrama que aunque parezca secundaria sostiene y humaniza el argumento, que es el tema de los vínculos sentimentales entre las personas. Hay múltiples parejas clandestinas, amores secretos, relaciones tensas entre madres, padres e hijes, y crisis de identidad que terminan en depresión. ¿Cómo superar el suicidio de un padre, o el querer acostarse con la madre sin saberlo o que tu hijo pueda ser en realidad tu padre?

La serie tiene hasta ahora dos temporadas, la segunda empieza con un apocalipsis y un salto al futuro de 2052. La máquina del tiempo por fin se vuelve un instrumento posible para entrar y salir del pasado al futuro para volver al presente y tratar de poner un poco de claridad sobre tanta oscuridad. Lo atrapante de la serie es este mosaico de multiplicidades que nunca parece tener fin, como el propio tiempo. Para este año ya está anunciada una tercera y última temporada, sobre la que caen todas las expectativas para que se revelen las incógnitas que aún no fueron descubiertas. La segunda temporada hace énfasis en cómo los personajes pueden cambiar su propia vida y la de los que los rodean, que no sólo el tiempo es relativo sino lo que se considera determinado, hay un cuestionamiento a ese determinismo, que coloca al hombre y la mujer como creadores y autores de su propia vida, que pueden sacar y poner piezas a su antojo y enfrentar el tiempo. “Es todo una cuestión de origen. ¿Dónde está el comienzo? ¿Cuándo es el comienzo? ¿Existe acaso un comienzo?”, se plantea en el episodio 3 y en el 5 van todavía más allá con una sentencia que explica toda la serie: “Dios es el tiempo, y el tiempo no es compasivo. La muerte es siempre inevitable”.