Sentadas en la cornisa de un techo donde se iba a construir el edificio por el que fueron estafadas, con un porro pasando de mano en mano, las siete protagonistas cavilan sobre la teoría del hilo rojo. “¿Cómo era eso de que una persona y otra persona están como vinculadas, como conectadas?”, pregunta con más vaguedad que certeza Paula (Julieta Zylberberg). “¡Yo lo sé, yo lo sé!”, se apresura Carolina (Gimena Accardi). “Cualquiera en la Tierra puede estar conectada a otra persona, a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios”, detalla. “Igual, entre nosotras el grado de separación es uno solo”, se suma Martina (Celeste Cid), haciendo referencia al hombre que estafó a todas ellas. Un mito asiático que bien puede explicar a Separadas, la ficción que El Trece estrenó esta semana (22.15), sólo que en este caso el hilo rojo lejos está de ser invisible: el debut del envío de Polka evoca inequívocamente a otras tiras diarias de la productora, desde Las estrellas hasta Guapas. Una ficción a la que se le ven demasiado los hilos de la fórmula repetida.

Separadas no solo marcó el regreso de una ficción de Polka a la pantalla, tras el éxito el año pasado de Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV). La flamante tira diaria le devolvió a la TV abierta argentina contar con la posibilidad de tener un programa de ficción entre su oferta veraniega, cada vez más devaluada, crisis económica mediante. Claro que ser la única ficción que se emite en la TV no basta para cosechar audiencias. En la actualidad, los televidentes tienen al alcance de su mano otras posibilidades para ver ficciones. Si algo no gusta, no lo miran, buscan otra cosa. Tal vez algo de eso sucedió con Separadas, que en su primer capítulo promedió 10,5 puntos de rating, la audiencia más baja de la historia de la productora de Adrián Suar para un debut. Aunque el segundo episodio mejoró un poco su audiencia: promedió 11,3 puntos.

Más allá de los cambios en los hábitos de consumo, el mayor problema de Separadas parece ser la misma ficción. La falta de creatividad y originalidad, para ser más exactos. Cualquiera que haya pasado con el zapping por la tira habrá creído estar viendo una repetición de alguna otra ficción. No hace falta ser un especialista para llegar a esa conclusión. Las reminiscencias obedecen no sólo a que nuevamente las protagonistas son todas mujeres, algo usual en la productora, sino también en su disparador, estructura dramática y hasta personajes y actrices protagónicas. Todo lo contrario a lo que la productora había hecho con ATAV y que tan buena recepción de audiencia había tenido.

En Separadas, las siete mujeres son víctimas de una estafa inmobiliaria. Todas invirtieron sus ahorros y/o sueños, en la construcción de un edificio de pozo. Todas quedaron en la lona -económica y emocionalmente- cuando Fausto Gálvez (Marco Caponi) desapareció con el dinero, sin dejar rastros. Cada una carga con su propia mochila: Clara (Mónica Antonópulos) es víctima por partida doble, como dueña del terreno y esposa negacionista del estafador; Martina (Cid), es la hermana menor de Clara y queda implicada en la causa por su vínculo con Clara y con el terreno; Luján (Marcela Kloosterboer) es la abogada amante de Fausto, que se ve obligada a dejar su estudio y a replantearse su rol como mujer; Romina (Agustina Cherri) es una agente de policía encargada de custodiar la obra en litigio; Paula (Zylberberg) es una madre separada, que perdió todos sus ahorros y los de su hija en el edificio; Carolina (Accardi), es una mujer que si bien aún no tiene un diagnóstico definitivo, su condición se acerca a la de una persona con Asperger, con una sensibilidad muy particular, capaz de decir cualquier cosa, sin filtro; y cierra el septeto Inés (Julieta Nair Calvo), la mujer que postergó su propia vida para cuidar a Carolina, su hermana menor, que además esconde una situación violenta del pasado. La estafa las junta para, entre todas, intentar salir adelante.

El hilo rojo se presenta en forma evidente en el comienzo de Separadas. El primer contacto inmediato es Guapas (2014), la historia que giró en torno a las desavenencias de cinco mujeres estafadas por un banco en quiebra, que al conocerse en calidad de víctimas se vuelven amigas y juntas logran transformarse emocional y económicamente. El segundo punto de referencia ineludible de Separadas es Las estrellas (2017), donde nuevamente cinco mujeres, hermanas de diferentes madres, debieron unirse para regentear un hotel y poder así cobrar la herencia que les dejó su padre muerte, y superaron prejuicios y diferencias en el camino. El vínculo de la estructura dramática entre Separadas y Las estrellas no se limitó a eso: también comparten autora (Marta Betoldi) y tres de sus actrices (Cid, Kloosterboer y Nair Calvo). En Separadas, las desconocidas y destrozadas se juntan para regentear un multiespacio, el gimnasio y bar que forman pate del terreno donde se iba a dirigir el edificio. Cualquier similitud con otras ficciones, entonces, no es casualidad.

A diferencia de aquellas, en todo caso, Separadas cuenta a su favor con que deja entrever historias más fuertes detrás de esas mujeres que quedaron patas para arriba. En sus primeros episodios, se pudo ver que el espíritu de la sororidad sobrevolará esta historia, y que la violencia de género, el aborto y la discriminación también serán abordadas. Habrá que ver con qué profundidad y desde que lugar se tratarán esas temáticas los libros de Marta Betoldi, Esteban del Campo y Josefina Licitra, que en sus primeros episodios parecieron no resolver la diferencia entre el ritmo narrativo y la vertiginosidad de escenas. A las chicas, pobres, les pasa de todo.

Si la historia hace recordar a otras -como si Separadas fuera la tercera temporada de una larga ficción que comenzó en Guapas y prosiguió con Las estrellas-, la repetición de protagonistas tampoco ayuda. Si bien no es exclusividad de Polka, la ficción argentina deberá rever la convocatoria a casi siempre los mismos actores y actrices para llevar adelante sus propuestas. Un problema que se profundiza en Separadas por la conformación de un elenco que tanto en mujeres como en hombres (Mariano Martínez, Sebastián Estevanez, Ludovico Di Santo, Victorio D’Alessandro) se impone la estética hegemónica cultural del “cuerpo perfecto”. En medio de esa industrialización de la actuación, se destaca la sorprendente composición de Gimena Accardi de Carolina, la joven que padece un síndrome similar al Asperger. Tal vez en ese personaje disruptivo, en la posibilidad de romper con los moldes establecidos, en sorprender a los televidentes, se encuentre la clave para que Separadas pueda contar una historia menos pasteurizada y más novedosa. Para que pueda encontrar su propia identidad.