En Tartagal, provincia de Salta, un médico tocoginecólogo del Hospital Juan Perón se negó a asistir a una joven de la etnia toba de 18 años que se estaba desangrando.

En efecto, guiado por sus prejuicios revestidos de dogma no escuchó la demanda de la joven mujer ni de su madre sino el comentario de una enfermera que ni siquiera revisó a la muchacha (suponiendo que se trataba de un intento de aborto clandestino).

Los atávicos rituales de dominación masculina se sintetizan en estos destratos y maltratos principalmente orientados contra mujeres pobres.

La ideología inquisitorial ejerce violencia material y simbólica sobre los cuerpos vulnerables.

Hechos como el descripto deberían sacudir las conciencias acerca de las múltiples armas de las que se vale el capitalismo para perpetuar la dominación y la explotación.

En el mismo territorio murieron recientemente criaturas carentes de alimentos y atención sanitaria.

Nadie puede decir que en el capitalismo no se conjugan atroces factores para generar sufrimientos a la mayoría de la población y mecanismos y dispositivos de disciplinamiento y control permanente que se perpetúan generación tras generación.

Perverso sistema que permite a una minoría seguir acumulando riqueza y aniquilando vidas. Cómplices de este sistema los que por acción u omisión actúan como ejecutores de prácticas de sometimiento.

Carlos A. Solero