Un grupo de víctimas sobrevivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada denunció ante la Justicia la existencia de un “circuito represivo de la Armada”, que tuvo a ese centro clandestino como epicentro, y a unas cuantas casas satélites a las que llevaron hombres y mujeres secuestrados en situación de tortura. Algunas, como la quinta del Delta “El Silencio”, albergaron víctimas durante varios días. Otras, como la casa quinta de Pacheco más recientemente identificada, los recibía llevados por represores ocasionalmente. “Los sobrevivientes hicimos todo el trabajo de identificación. Ahora necesitamos que la Justicia investigue e impute a los responsables por los hechos que sucedieron en estos lugares”, explicó Carlos Lordkipanidse.

El “Sueco” Lordkipanidse es uno de los responsables de la denuncia que presentó junto al abogado Ariel Noli ante el Juzgado Federal de Instrucción número 12, antes a cargo de Sergio Torres y, desde su traslado a la Suprema Corte bonaerense, subrogado por Rodolfo Canicoba Corral. Allí, donde tramita históricamente la megacausa sobre los crímenes de lesa humanidad sucedidos en la Esma, él y Carlos Loza, dos integrantes sobrevivientes de ese infierno e integrantes de la querella de Justicia Ya en el expediente, solicitaron que se considere la existencia y funcionalidad de por lo menos cuatro espacios satélites de aquel epicentro del terrorismo de Estado como “un circuito de la Armada”.

Demostramos que así como existió un Circuito Camps en la zona sur de la provincia de Buenos Aires -en referencia a los centros clandestinos que funcionaron bajo el control de la Jefatura de la Policía de Buenos Aires, durante la última dictadura al mando de Ramón Camps-, existió uno a cargo de la Armada Argentina que tenía una sede central la Esma y que se valió de otros centros clandestinos”, apuntó Lordkipanidse en diálogo con este diario. “Todos fueron buscados y encontrados, identificados por nosotros”, insistió.

Los sobrevivientes plantean, como mínimo, la existencia de cuatro lugares que funcionaron como puntos del circuito que pretenden denunciar, “casas operativas” de la Esma que, en diferentes momentos y por diferentes motivos, fueron destino de hombres y mujeres que permanecieron en la Esma antes y después de haber pasado por esos lugares. 

La quinta tigrense El Silencio, vendida por la Iglesia Católica a la patota de la Armada, es el primero de ellos. Allí, los genocidas “escondieron” a más de medio centenar de víctimas de la Esma, durante la inspección que en 1979 hizo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La residencia de Emilio Massera, ubicada en Thames y Panamericana, Villa Adelina, es otro de los puntos del circuito. Allí funcionó la sede del Servicio de Inteligencia Naval, cuyos integrantes mantuvieron cautivos y torturaron a varios detenidos desaparecidos. Identificados hace años, ambos están señalizados como sitios de memoria.

Pero existen otros dos espacios localizados más recientemente. Uno funcionó en una casa quinta ubicada en Don Torcuato; el otro, en Pacheco. La primera, ubicada en General Richieri al 1200, fue mencionada por diferentes personas en circunstancias diversas. Los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics la mencionaron en el testimonio que ofrecieron ante la Conade. Luego el ex conscripto Aníbal Prado Marín lo señaló ante Torres y luego ante el Tribunal a cargo del juicio por el III tramo de la causa, como el lugar donde lo mantuvieron secuestrado. Por último, Lordkipanidse la reconoció en agosto de 2018. Durante su testimonio ante el TOF número 5, a fines de octubre de aquel año, solicitó que se realice una inspección ocular en el lugar. El año pasado pidió al Juzgado a cargo, aún, de Torres, que investigue.

La casa quinta de Pacheco es el cuarto sitio que los sobrevivientes lograron identificar. Lo reconocieron hace algunas semanas, el Sueco y Liliana Pellegrino. Tal como publicó este diario, ambos afirmaron que a ese lugar ubicado en Lugones al 3600 de la localidad del norte bonaerense fueron llevados a “pasar el día” por miembros de la patota de la Esma. Él todavía permanecía encerrado en la Esma; ella era vigilada en su casa, al cuidado de sus hijos. Luego de identificarla comenzaron a investigar para dar con el dueño del lugar y lo lograron: tal como publicó La Retaguardia encontraron que la propiedad pertenecía, en 1980, cuando la usaron como centro clandestino, al padre del torturador de la Esma Fernando Enrique Peyón.

Según apuntó Lordkipanidse, “todos esos espacios albergaron la presencia de detenidos desaparecidos, todos funcionaron a la patota de la Esma como satélites para diagramar la estructura del terror”. En ese sentido, sostiene que puede entenderse su existencia como parte del circuito represivo de la Armada y, por ende, es necesaria la imputación a sus responsables. “Se trata de sitios que fueron encontrados por nosotros, los sobrevivientes hicimos todo el trabajo de identificación. Ahora necesitamos que la Justicia los investigue e impute a los responsables por los hechos que sucedieron en estos lugares”, insistió.