"La voz que aún queda/ rueda como si nada/ al ritmo tardo de carruajes idos/ desde el sitio virtual de la memoria", escribe Ketty Alejandrina Lis en su nuevo libro de poesía. "Del cuaderno de Yael" fue publicado el año pasado por el sello local CR, que dirigen dos poetas: Marcelo Cutró y Patricio Raffo. Con sensibilidad afín a la que se expresa en los poemas, fue cuidado este libro bienvenido que contiene un sutil y bello retrato de la autora como desdibujándose entre vidrios o cortinas, obra de la fotógrafa Luisina Raffo.

"Su voz/ apasionado forcejeo con las sílabas/ es esa ronca voz que nadie escucha", escribe la poeta, implacablemente fiel tanto a la dureza de la realidad como a la rítmica belleza del sonido que le extrae a la palabra. El oído es el último sentido que se pierde. Como un oleaje de playa que los lleva a buen puerto, la música del poema salva todos los restos de naufragio que la palabra reúne. Este "cuaderno" canta. En un hermoso postfacio, otra poeta, Alejandra Méndez, cita uno de esos versos y comenta esta obra signada por un "diálogo lírico con el paisaje" en medio de una "intemperie sin fin".

¿Quién es Yael? No se sabe. Quien canta en el poema que abre el libro es un alma perpleja que interroga, desde un presente quieto, tanto el pasado como el porvenir. El pathos de la fugacidad de la existencia se torna tanto más conmovedor por cuanto la clásica rosa contemplada en su caída no es más ni menos que la propia piel. "Hela ahí apartada de su cuerpo/ ¿dónde habrá dejado/ la piel que recubre la cabeza? / Del frontal se fabricaron tejos". Una fantasía salvaje abre líneas de fuga que agrietan y subrayan el horror ante la pérdida de calidad de vida que esta sociedad inflige a sus más sabios y autorizados integrantes. "¿Y el resto? / Quietecito se arrumba en un rincón". Este verso interpela a la despiadada cultura de la cosificación y la obsolescencia naturalizadas.  

Pero el canto continúa y funda reinos. A quien se aventure al segundo poema, se le servirán "masitas de vainilla", "un té de hojas de paico" y una pregunta que hará girar el cosmos hacia el animismo: "¿Son almas/ aquellas que hacen florecer las clavelinas?" 

Para subir de nivel en este juego, respondan "sí", "y digan en voz alta/ estamos como estamos/ somos como somos por la carga/ brea y barro". A la acusación al río local, denso en muertos propios y ajenos, le sigue una leyenda aborigen a modo de pregunta por el amor ("ah ilusión/ cámara de engaños y torturas/ te conjuro"). "Yo soy mi reino" declara la voz ya en pleno centro del libro-laberinto que acuna y atrapa con su música.

"La orilla se expande/ nos seca/ bordea/ y la casa/ serena/ nos mece/ se esfuma", escribe Lis, y esto que dice sólo puede ser dicho de esta manera. Otra poeta, Vicky Lovell, suele afirmar que la poesía es intraducible, pero es intraducible al propio idioma. No se pueden parafrasear estos acontecimientos rítmicos que estallan al interior del lenguaje como fuegos de artificio expatriados de la lengua materna y aún celebrantes. 

"Rosa Blindada/ nadie ha puesto el mundo en nuestras manos/ en las manos del mundo nos han puesto", denuncia Lis con un dominio feroz de la retórica y haciendo uso de una contraseña, "Rosa Blindada", que remite a la poesía política del siglo veinte. Un siglo que la autora protagonizó, no sola sino entre otras: "Audaz/ sí/ entre las más audaces". 

"Su fuego era aquel fuego/ ¿qué hará ahora/ sin un espacio vivo que alumbre y sostenga?" pregunta la autora hoy excluida del circo de la poesía oral. "Ella viste de luz para fingir que huye", confiesa. Las preguntas se responden cuando Ketty Lis incursiona en el poema dramático, con guiones de diálogo, para contar el acorralamiento social a manera de onírico juego macabro de ir donando cada parte del propio cuerpo. Así hasta crear, parafraseando a los bufones fúnebres de "Hamlet", imágenes fragorosas como esta: "--¿La cabeza también? / --No / ella gritando ha sido mi desdicha. / La he golpeado/ la separé del resto y la rapé/ la hice volar/ fabriqué/ algunos mínimos juguetes con los huesos/ pero no puedo regalarla porque ahí/ en ese hueco donde alguna vez hubo un cerebro (...) girando/ ahí/ acurrucado/ sin posibilidad de ser/ se obstina el ser". 

La obra de Ketty Alejandrina Lis pertenece quizás al ámbito de la poesía argentina que se constituyó en torno a la revista Último Reino. Ella es co-fundadora de la Fundación Mozart y ex miembro directivo del Mozarteum Argentino, Filial Rosario. Publicó además los poemarios "Imaginaciones" (1987), "Cartas para Adriana" (1992, Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores 1993), "Piedra Filosofal" (Finalista Casa de las Américas, Cuba, en 1994; publicado por Último Reino en 1997) y "Testimonios" (2004). Ha participado en recitales, revistas y antologías de poesía nacionales e internacionales. "Alguien dice haberla visto alguna vez/ en un cuarto menguante/ bailando en círculos".