Sergio Blanco, dramaturgo y director uruguayo, escribió un monólogo en el cual Cassandra cuenta su historia y desarma su propio mito. Kassandra es una obra con muchas puestas alrededor del mundo y todas han enamorado al autor, pero en una entrevista reciente con Página/12 él elogió particularmente la que protagoniza la catalana Elisabet Casanovas y dirige Sergi Belbel. Esta propuesta podrá verse en el marco del Festival Temporada Alta en Timbre 4 (México 3554), el viernes 7 y sábado 8 de febrero, y es definida como “un juego de máscaras fascinante para adentrarse en el doloroso terreno de las violencias silenciadas”.

“Magistral” es la palabra que utilizó Blanco para definir el trabajo de Casanovas, conocida por su papel de Tania en la serie Merlí. Ella encarna a una trans que ha tenido que ejercer la prostitución para sobrevivir, recorriendo distintos tópicos. “Muchos”, asegura la actriz del otro lado del teléfono. La esclavitud sexual, la violencia, el exilio: todos estos temas se enhebran en la historia de la princesa troyana a la cual Apolo maldijo por no corresponder a sus deseos y que tenía el don de la adivinación. La obra está escrita en un inglés imperfecto -aunque comprensible, aseguran las críticas- y requiere de la participación del público. Casanovas, quien nunca actuó en Buenos Aires, viajará después a Montevideo y a Lima con el mismo trabajo.

-¿Qué le interesó de protagonizar esta obra?

-Es una suma de capas y factores. Cuando Sergi me lo propuso, me hizo mucho nervio. Era un personaje con una complejidad muy grande, en un formato de monólogo, que yo nunca había hecho, aunque hay mucha participación del público. Son factores que me resultaban un reto muy grande, con mucha ilusión. Kassandra es un ejercicio increíble de Sergio Blanco, por el juego que propone con la combinación de un personaje mitológico llevado al siglo XXI. Cuenta su historia, la de la guerra de Troya y quién era ella dentro de ese universo griego, tocando temas universales: la mujer como botín de guerra, el rechazo social, el terreno de una persona que no está conforme con su cuerpo, una mujer transexual… tantos temas que me resulta fascinante. Necesité abarcarlos uno por uno. Una de las cosas que me gusta mucho es que es una mujer que busca sanar su dolor a través de contar su historia; por tanto, que sea validado su dolor por el público. Y así dejar de sentir una humillación que lleva recibiendo toda la vida. Me resulta muy potente.

-¿Qué herramientas le exige como actriz?

-El idioma es un inglés con acento sirio. Se cuenta la guerra de Troya apelando a las guerras del Mediterráneo actuales. Recibimos la ayuda de un chico sirio que conocíamos para el acento. Eso fue una raíz fuerte, cómo comunicarme a través de ahí. Le pedí a Sergio todo el recorrido que había hecho por Atenas al escribir la obra. Él la escribió en Atenas en 2007. Tenía la necesidad de saber en qué barrios e imaginarios se construyó. Y en verano tenía unos días libres y me fui a Atenas, a los lugares que Sergio había recorrido para escribir la pieza. Fue inspirador. Ella es una mujer que busca la aprobación de los demás. Hay una supervivencia fuerte. El texto es tan dramático y Sergi como director quiso dar espacio a la comedia para complementar todo lo que pueda provocar eso al espectador. Una cosa importante es el contacto directo con el público, que participa mucho de la función. Es muy exigente. El proceso más bestial que he vivido hasta el momento.

-¿Qué perspectiva de género habilita la obra?

-Ella es una mujer que ha nacido con un cuerpo masculino con el que no está cómoda ni de acuerdo. Hace la transición. Tenía mucho miedo, porque soy una persona que está conforme con su cuerpo, una mujer cis. Y esto me supuso un reto, lo quise llevar desde el respeto total. Como mujer, tengo muchos menos privilegios que los hombres y dentro de una guerra, soy una mujer sexualizada, puedo empatizar a partir de ahí. Físicamente lo trabajé desde un aumento de la feminidad. Me ayudó mucho el vestuario, una propuesta que ya está en el texto: minifalda, botas, uñas largas. Es una mujer que quiere ser vista y que además hace uso de su cuerpo para ganar dinero. Pero hay una vulnerabilidad muy heavy; está muy llena de dolor por dentro.

-¿Cómo es el tema del idioma en la obra?

-Para mí fue un desaprender inglés. El texto está escrito con no más de 80 palabras, no es un inglés sofisticado. No hay tiempos verbales. Me tengo que hacer entender con estas palabras. Trabajé desde la búsqueda de ser comprendida y estudiando muy bien el texto. Sergi incorporó la propuesta de ayudarse con el público a traducir algunas palabras.

-¿Qué le dejó la serie Merlí?

-Ah, pues… Fue como una escuela real. Nunca había hecho audiovisual antes, así que me dejó mucho aprendizaje. Y muchos amigos. Los amo a todos, los sigo viendo, forman parte de mi día a día, realmente, y por supuesto soy consciente de que esto nos ha abierto puertas. Sólo puedo decir gracias.

-¿Prefiere el teatro por sobre otros lenguajes?

-Me gusta muchísimo. Me cuesta un poco comparar medios; el audiovisual y el teatro son incomparables. Son diferentes medios para contar historias. El teatro me flipa a nivel de lenguaje, cada montaje es tan diferente. Es súper mágico. Y como actriz es un viaje completo. Empecé en una obra amateur cuando tenía 11 años y la flipé con la sensación adrenalínica. Ahí pensé “quiero ser actriz”.