“Despertar el alma alegre que habita cada persona que va a escucharnos”. De eso se trata, al menos en lo simbólico, Almalegría, el nuevo proyecto musical del pianista, cantante y compositor entrerriano Carlos “Negro” Aguirre. En lo concreto, se trata de un ensamble que tiene como eje la experimentación de diversas rítmicas latinoamericanas. “Surge hace unos años de una fuerte necesidad de profundizar en el tratamiento de algunas sonoridades que siempre me despertaron curiosidad y que están relacionadas fundamentalmente con las músicas donde la percusión tiene un rol protagónico. No siempre como la encargada de llevar el ritmo, sino también como una gran herramienta para desarrollar texturas de mucho colorido a través de su diversidad tímbrica”, dice Aguirre sobre la búsqueda sonora de este grupo que debutará en Buenos Aires este sábado y domingo a las 21 en Café Vinilo, Gorriti 3780.

La dinámica colectiva es clave para el funcionamiento del grupo. Además de Aguirre, Almalegría se completa con Luciana Insfrán en voces, acordeón, teclado y percusión, Fabricio Amaya en guitarra eléctrica y voces, Belén Irigoyen en voces y percusión, Jo Ghiglione en bajo fretless y voces y Gonzalo Díaz en batería, percusión, mandolina y voces. “Estas músicas están gestadas desde una búsqueda rítmica que se va dando en un proceso de laboratorio; allí vamos probando superposiciones métricas y colores percusivos y armónicos que se acerquen lo más posible al ideal que imaginamos”, explica Insfrán. El repertorio está integrado por canciones del pianista y versiones de clásicos, como “Coplas del valle”, de Ramón Navarro. “Quizás una forma de definir esta experiencia sea que se trata de posibles lecturas del entorno en el que vivimos”, ensaya la acordeonista. “O una respiración latinoamericana”, define Aguirre.

Jo Ghiglione y Belén Irigoyen cuentan que en los conciertos en vivo siempre hay espacios de interacción con la audiencia y que la alegría siempre está presente en todos los encuentros y ensayos. “Nos interesa habilitar desde la música un espacio para el danzar que cada persona lleva dentro, porque es una de las expresiones de libertad más bellas que tenemos dentro”, dice Insfrán. Y Gonzalo Díaz completa: “’Alma’, por un lado, me trae además cuestiones con lo emotivo, lo sensorial, donde también puede tener lugar la tristeza pero ya en forma de elegía, una suerte de tristeza ‘juaneleana’, cuando, por ejemplo, solemos ir juntos al muelle y ver el atardecer. Por otro lado, a la palabra ‘alegría’ la veo como el ‘afuera’ de algo, lo que se relaciona con la piel o el entusiasmo por las cosas, las ganas de hacer música y permitirse jugar”.

“Siempre he disfrutado mucho de lo colectivo. Siento que todo crece cuando hay diversas miradas, no sólo la música sino todo lo que la rodea y así se transforma en una experiencia total de crecimiento”, sostiene Aguirre sobre este espacio de retroalimentación y exploración. “Lo humano se pone en juego: la paciencia, el cariño, el intercambio de saberes, toda una construcción de un vínculo que genera un entorno de contención donde cada uno se permite mostrar su fragilidad y desde allí comenzar un proceso muy interno de transformación. Esta modalidad de ‘laboratorio’, sin apuro y dejando que las cosas lleven el tiempo que necesiten para plasmarse es cada vez más la forma en la que quiero estar en la música y en la vida. Es una enorme alegría para mí encontrar estas almas afines y dispuestas con tanta entrega para transitar este presente”.