Desde Caracas. 

Juan Guaidó regresó a Venezuela luego de su gira por Europa y Estados Unidos (EEUU). Ingresó por el aeropuerto internacional de Maiquetía, en el estado Vargas, a media hora de Caracas. Su llegada fue anunciada en la mañana y el recibimiento por parte de la oposición fue pequeño.

En el hall del aeropuerto lo esperaron más chavistas para gritarle “fuera” y “vendepatria” que sus propios seguidores. Entre quienes rechazaban su presencia estaban trabajadores de Conviasa, la aerolínea estatal venezolana sancionada recientemente por el gobierno norteamericano como parte del bloqueo económico.

Guaidó, como se esperaba, no tuvo inconveniente para entrar por el aeropuerto internacional, tal como había sucedido el año pasado, luego de su salida vía Colombia organizado a través del gobierno colombiano y el grupo paramilitar Los Rastrojos. Ingresó nuevamente por los canales regulares migratorios.

El autoproclamado llegó con la narrativa en alto luego de su viaje internacional que abarcó Colombia, varios países de Europa, Canadá y EEUU. Fue en la última escala, en particular en Washington, donde logró las fotografías más esperadas por la oposición golpista: el aplauso bipartidista en el discurso del estado de la unión en el Congreso, y la reunión con el presidente Donald Trump.

Al salir del aeropuerto se dirigió al municipio Chacao, en Caracas, uno de las principales zonas opositoras de la ciudad, para llevar adelante un acto. La asistencia al acto fue pequeña y volvió a evidenciar la distancia entre su construcción mediática y diplomática sostenida por los resortes de poder norteamericano, y la realidad dentro del país.

Guaidó mostró su incapacidad para lograr adhesiones masivas -o medianas- a pesar de su discurso ultimatista y triunfalista: carga con el peso de los errores políticos, los casos de corrupción, las desilusiones y hastíos, que no son patrimonio suyo sino del conjunto de la oposición.

Durante el acto anunció que habrá nuevas medidas de presión, pero sin especificar cuales serán: “hay cosas que tenemos que decir en su momento (…) los mecanismos de presión solo van a aumentar, por polémicos que sean”, afirmó.

También realizó un llamado de unidad a los diferentes sectores de oposición, un pedido central en un escenario donde se han multiplicado las fracturas entre partidos, al interior de los partidos, y, sobre todo, en cuanto a la hoja de ruta a seguir, donde un sector creciente opositor ya no lo reconoce como presidente encargado ni como liderazgo.

Los próximos días serán importantes para la estrategia Guaidó, donde el objetivo será conectar lo internacional con lo nacional, generar un escenario de movilizaciones, algo que no ha logrado desde hace casi un año, y se ha agravado con la perdida de la presidencia de la Asamblea Nacional a principios de enero.

Fue, en gran parte por esa derrota legislativa, que Estados Unidos creó la agenda internacional de Guaidó con el objetivo de relegitimarlo e indicarle a ese sector de la oposición cuáles serán los próximos pasos a dar para intentar derrocar al presidente Nicolás Maduro o, en caso de no lograrlo, cambiar la actual correlación de fuerzas.

Mientras tanto avanzan los debates entre el gobierno, sectores de la oposición cada vez más amplios, con respaldo internacional como el de Rusia, manifestado a través de la visita del canciller Serguei Lavrov, para llevar adelante las elecciones a la Asamblea Nacional que tendrán lugar este año.

Aún no se sabe cuándo será la contienda y, antes de eso, debería tener lugar la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral. EEUU ya anunció que no reconocerá esa elección y buscará escalar las presiones para lograr el derrocamiento del gobierno de Maduro.