A fines de la década del 70, en México, escuché por primera vez el nombre de Yukio Mishima. Años después, de vuelta del exilio, en 1985 me regalaron el texto de Marguerite Yourcenar Mishima o la visión del vacío (1). Otras lecturas me ocuparon con más urgencia en ese entonces. Pero la inquietud quedo latente. También me retrotraía a tiempos juveniles donde las lecturas y las prácticas orientales habían ocupado mis intereses.

Después de un largo análisis, que me permitió colocar los ideales en su lugar -ni sin ellos ni alienada a ellos- pude retomar esa lectura y resurgió la necesidad de profundizarla y, a continuación, de escribir.

Fue en el año 2004, tuve un encuentro con Liliana Goya y la gente que participó en el equipo temático “El budismo Zen y el psicoanálisis” -que se fue ampliando y transformando hasta “El Zen y la función de la palabra”- y de ahí mi retorno a las lecturas sobre Oriente, renovadas por el interés que Jacques Lacan señalaba para los analistas.

Más tarde, en el año 2012, Liliana nos propuso presentar un trabajo para participar en las conferencias auspiciadas por el Centro Cultural e Informativo de Japón en Argentina. Presenté una síntesis y justificación de mi interés por participar en ellas con las lecturas que había realizado sobre Mishima y, para mi sorpresa, me llamaron pues les interesó la propuesta. Eso se convirtió en el libro virtual Mishima: máscara, escritura y goce, editado por Beatriz Bacco.

El chino no es una lengua indo-europea, no conoce el verbo ser, en lugar de la cópula está este invento propio del chino que es la palabra Tao que quiere decir, a la vez, hacer y decir, enunciar.

El Tao es: El hacer -sin nombre- no habiendo deseo.

El Tao es: El hablar -el nombre- habiendo deseo.

Un analista puede ocupar un lugar en ese vacío intermedio y operar para producir algún corrimiento en la identificación al significante amo, actuando con un no-actuar

¿Cómo vivir con este dilema? La respuesta es por medio del vacío-intermedio. ¿En qué consiste? En la oposición del Yin y Yang los especialistas se detenían en el dos y no habían observado la importancia que Lao-Tse había otorgado al tres. Este vacío-intermedio puede considerarse como un número tres, como una versión del litoral: lo que separa dos cosas que no tienen entre sí ningún medio para mantenerse juntas, ni ningún medio para pasar de una a otra.

Un analista puede ocupar un lugar en ese vacío intermedio y operar para producir algún corrimiento en la identificación al significante amo, actuando con un no-actuar para permitirle circular a un sujeto en su historia y lo que retornó finalmente para él. Actuar con el no-actuar es lo que permite que se una lo que está separado, en esas rupturas donde la letra inscribió el litoral.

Entonces, volviendo a mi interés por Yukio Mishima, comencé a pensar cuál era la noción de vacío que podría estar presente en este escritor japonés y qué función cumplió para él la escritura y todo lo que en su cultura le funcionaba como inscripción. El resultado de todas estas vueltas y revueltas en mis lecturas es lo que presento en este texto.

Quiero expresar mi agradecimiento muy especial al profesor Enrique Ernesto Pagani, asesor de equipo temático “El Zen y la función de la palabra” en la Fundación Descartes y entrañable amigo (2).

[1] Marguerite Yourcenar: Mishima o la visión del vacío, Seix Barral, Barcelona, 1985.

[2] Fundación Descartes: http://www.descartes.org.ar/

*Fragmentos escogidos de la presentación en Comunidad Virtual Russell.