Los psiquiatras dirían que se ha perdido “el sentido de realidad”. Jacques Lacan insistiría en que ha caído el significante “Nombre del padre”, ese punto que, por sobre las diferencias y singularidades subjetivas, abrocha una significación y evita que la errancia y el deslizamiento sean al infinito. 

Lo cierto es que, más allá de las complejas teorizaciones, pareciera que hoy se han traspasado todos los límites y hemos ingresado en un fangoso territorio de dispersión, disgregación, desaparición de los parámetros y referencias comunes. Los vientos se han desatado y arrastran las frágiles naves en el anchuroso mar. Es así como hoy la tierra puede ser plana o el agua hervir a los 30 grados, según las certezas y caprichos de cada cual. La ausencia de una sujeción, la declinación del acuerdo civilizatorio y hasta del consenso sobre el que se edifica la lengua, han encrespado las aguas de la época. 

Hay en estos días, en la política de la derecha argentina, un despliegue de teorías conspirativas y delirantes que interpretan de manera paranoide la “realidad” en el intento de ocultar evidentes hechos de corrupción tangibles y comprometedores. Se suceden así las disparatadas alocuciones gubernamentales que hablan, por ejemplo, de oscuras conspiraciones y organizaciones internacionales con agentes ultra secretos o expías integrantes de conexiones rusas y venezolanas que habrían instrumentado operaciones para acusar de corrupción al gobierno nacional. La ciencia ficción nos ha dado alcance y se ha convertido en un género realista. 

Uno podría decir que los ministros y funcionarios han visto demasiadas series o películas de espionaje, cuando en realidad se trata de que, en el afán desesperado de sacar las papas del fuego, hoy se puede decir cualquier cosa por más inverosímil que fuere, dado que hay muchos individuos dispuestos a creer irreflexivamente en las incongruencias más grandes, sujetos que creen sólo a condición de que los mensajes sean mendaces o falsos. La verdad y el saber generan actualmente un profundo odio en quienes nada quieren saber y, por el contrario, duermen el cómodo sueño de la ignorancia. El pensamiento y el espíritu crítico han retrocedido significativamente en estos tiempos oscuros. No hay límites en el decir y ni siquiera en el actuar. Personajes oscuros, estrafalarios, caricaturescos, comediantes desabrochados de toda instancia de sujeción, desaforados de la “realidad”, proliferan sobre la superficie contemporánea.

Escuché decir a algún actual funcionario: “nuestro gobierno ha sacado a doce millones de personas de la pobreza”. Otros miembros del gobierno dicen cosas por el estilo, no menos extravagantes, fácilmente refutables por la realidad. Podría haber dicho: “nos han invadido los extraterrestres” o “nos hemos convertido en la primera potencia mundial”. Total, en la oscura selva verbal, da lo mismo. Pero ya no se trataría simplemente de la mentira despiadada ni de fake news ni de la relativización de los números o la negación de lo que indican todas las evidencias, sino de un mecanismo que nos recuerda al mecanismo de la "forclusión", hoy muy extendido socialmente y del que habló Jacques Lacan para referirse a la psicosis y cuyo significado es "repudio", instrumentado en este caso como metodología. La “forclusión” campea la época. Habitamos en los tiempos de la psicosis. 

¿Qué es la forclusión? Lacan con ese concepto se refiere al repudio previo de un hecho que fue percibido pero que nunca arribó a la conciencia y del cual el sujeto no tiene siquiera registro, un dato de la realidad que fue lisa y llanamente borrado antes de hacerse consciente. Es decir, a diferencia de lo que se niega o reprime de la conciencia (que luego retorna desde el inconsciente como síntoma, como en las neurosis), lo repudiado o forcluido de lo simbólico vuelve luego desde lo real, desde las paredes, a manera de alucinación o delirio. 

La época pareciera estar signada por ese mecanismo. Nada se quiere saber, nada se quiere contrastar o verificar. Las cosas se borran antes de que se tenga registro de ellas. Cada cual cree así saberlo todo y estar en lo cierto. La ideación paranoide impera en estos días en las derechas: el delirio, la construcción de enemigos imaginarios, las acusaciones previas y anticipatorias a la comisión de los hechos, las certezas infundadas, las creencias desopilantes. Por supuesto es que todo esto, que es propio de la psicosis, es implementado arteramente como metodología por las políticas ultraneoliberales, lo cual no excluye que quienes lo hacen, no terminen también ellos mismos sumergidos de algún modo en los mecanismos de la psicosis. 

Asistimos desde hace décadas al fin del sujeto moderno, o a lo que aún quedaba del mismo, es decir, a la desaparición del sujeto de la razón y de la ética, aquel que concebía la idea de futuro y progreso y podía tomarse a sí mismo como objeto de su propio pensamiento y reflexión sobre sus actos. En síntesis, no hay ya división subjetiva. La falta estructural de un progreso en el orden humano ha sido revelada. Pero también el retroceso y la involución han sido desnudados. 

La Argentina y muchos otros países comienzan a constituirse en especies de feudos (si la analogía es válida) integrados por ultra-ricos cada vez más ricos, caprichosos y absolutistas, desanudados de lo simbólico, inmersos en un goce destructivo sin límites, rodeados de grandes masas de indigentes o sujetos empobrecidos (la gran mayoría poblacional) que son excluidos y expulsados del sistema como meros restos de la operación capitalista, desechos del devenir del mercado, habitantes de un mundo en lo real más inmediato.

*Escritor y psicoanalista