“Capital et Idéologie”, presentado el 12 de septiembre del 2019, puede leerse como el tomo II de “El capital en siglo XXI”, que fue publicado en 2013 y reseñado aquí mismo hace cinco años en “El efecto Piketty” . El nuevo aporte de 1200 páginas, 170 gráficos y un anexo estadístico que se puede consultar gratuitamente en Internet lo hace un libro de cabecera que describe las ideas, los grupos sociales y las sociedades que están detrás de las estadísticas económicas. Piketty muestra la distribución del ingreso desde una perspectiva que abarca de manera transversal a la historia económica y social de los principales espacios económicos. Como lo reconoce el autor, hay en este texto forzosamente un sesgo y un análisis más profundo en lo que hace a la Europa atlántica y los Estados Unidos, que tienen una mayor densidad de datos estadísticos, pero hace también un esfuerzo particular de recolección de datos en los otros espacios que aceptaron proveer estadísticas. En la perspectiva de la economía argentina, en donde los medios se gargarizan sobre la honradez de los dirigentes políticos como maniobra para ocultar los verdaderos problemas económicos sobre los orígenes de la pobreza y sus consecuencias, el libro será una suerte de brisa refrescante.

En “El Capital en el siglo XXI”, Piketty había mostrado que desde el fin de la primera guerra mundial hasta la década de los ´80 del siglo pasado se había produjo un cambio sustancial en la distribución del ingreso en favor de los sectores relegados y que a partir de la revolución conservadora de Thatcher y Reagan se recrearon nuevas desigualdades socioeconómicas.

La ideología que sustenta a la desigualdad es un conjunto de conceptos “multidimensionales”, nos dice el autor, que justifica el régimen de la propiedad y la distribución del ingreso en los diferentes modos de acumulación del capital. La justificación de las desigualdades se apoya en construcciones intelectuales e institucionales sofisticadas que sustentan el modo de propiedad. En la actualidad, coexisten numerosas situaciones de desigualdad del ingreso y de los patrimonios, pero los ideólogos del capitalismo financiarizado han inventado un concepto justificativo que es la meritocracia. Bill Gates ha sido endiosado, como una suerte de paradigma del genio que en el garaje de sus padres transforma la existencia del planeta con la revolución informática. Steve Jobs, de Apple, es otro ejemplo que permite distinguir los ricos meritocráticos frente a los oligarcas rusos que con chanchullos se apropiaron de los bienes del Estado o de Carlos Slim, beneficiario de los monopolios estatales privatizados, de los príncipes petroleros teocráticos, o de otros multimillonarios corruptos, financistas poco escrupulosos, Macri incluido o de banqueros buitres. El relato del derrame ilustra cómo se justifica la riqueza de unos y la pobreza de los otros.

El contexto histórico, jurídico e ideológico de la desigualdad en la distribución del ingreso muestra que ésta no es ni económica ni tecnológica, sino que es ideológica y política, vale decir, que el crecimiento económico y la acumulación del capital no necesitan, ni pueden justificarse, a partir de alguna forma específica de la distribución del ingreso.

Piketty observa que en la actualidad, la tasa de crecimiento del producto es inferior a la tasa de acumulación del capital patrimonial, lo cual indica que una parte de éste es utilizada en bienes de usufructo personal para el placer y esparcimiento de los propietarios y no para aumentar la inversión y las ganancias, como pronostica la teoría ortodoxa.

Utilizando las series cronológicas de la distribución del ingreso del World Inequality Database de la Ecole d’économie de Paris, Piketty nos recuerda que el período de alto crecimiento económico coincide con una disminución importante de las desigualdades entre los sectores sociales en la Europa atlántica y en los Estados Unidos. Esto no fue el resultado de revoluciones sino de la aplicación de los impuestos progresivos al ingreso, a la herencia y a la propiedad que comenzaron a aplicarse en países como Inglaterra y los Estados Unidos a principio del siglo pasado. En este último país se practicaron las tasas marginales del impuesto al ingreso más elevadas, del 60 por ciento en 1910; 78 por ciento en 1935, durante el New Deal; 92 por ciento en 1941 para financiar el esfuerzo de guerra y un 35 por ciento en la actualidad. 

Lo sorprendente es que, recuerda Piketty, esta progresividad fue promovida a principios del siglo pasado por economistas ortodoxos como Irving Fisher, quien argumentó que una gran concentración del ingreso y de la propiedad en manos de pocos individuos era peligroso para la democracia ya que limitaba la igualdad de oportunidades que definía la originalidad del “nuevo mundo” respecto de la vieja Europa de las injusticias sociales. El actual incremento de la desigualdad del ingreso y de la dominación política de los magnates como Donald Trump indica que probablemente está en juego el destino y porvenir de la democracia. Antes de 1940, en los Estados Unidos la parte del ingreso global obtenido por el 10 por ciento de los individuos que más ganan llegaba al 46 por ciento, luego cayó al 35 por ciento entre 1940 y 1980 para volver a representar alrededor del 47 por ciento en 2015. Pero lo más sorprendente es que el 50 por ciento que gana menos pasó de obtener un 23 por ciento en los años ´70 a sólo un 12 por ciento en 2015.

El libro “El Capital en el siglo XXI” mostró que en Argentina el perfil de la curva del ingreso del 10 por ciento que más gana era similar a la de los países de la Europa atlántica y que esa porción empezó a caer con la crisis del 1930 (y no en 1945) y alcanzó el punto más bajo a fines de los años 1960, volviendo a incrementarse a partir de los 1970 con el tándem Videla-Martínez de Hoz.

El capítulo 10 del nuevo trabajo de Piketty describe la crisis de la “sociedad propietarista” como forma particular de la monopolización del ingreso y la propiedad hasta el principio del siglo XX. Revela que las formas específicas de una alta concentración de la propiedad y la estructuras políticas anti-democráticas, el voto censitario, la edad mínima de los votantes y la exclusión de las mujeres de la vida política estaban asociadas a bajas tasas de crecimiento. Las nuevas estructuras capitalistas “socialdemócratas” que emergen entre 1930 y 1980 con la crisis del capitalismo “propietarista” combinan altas tasas marginales del impuesto al ingreso y formas más democráticas en lo político con las tasas de crecimiento más elevadas del PIB que hayan existido en la historia de la humanidad.

Las sociedades socialdemócratas que disminuyen significativamente la pobreza están organizadas con formas de propiedad diversas: algunas, las germánicas y las escandinavas, se caracterizan por una fuerte implicación social de los sindicatos que intervienen directamente en la administración de las empresas y una fuerte protección social. En otros casos, como en Gran Bretaña o Francia, la propiedad estatal es más importante, mientras que en los Estados Unidos de la "american way of life" los aspectos jurídicos y fiscales son más estructurantes. La característica común de esas sociedades es que entre el 20 por ciento que menos gana y el 20 por ciento que más gana existe un bloque del 60 por ciento que articula a la sociedad en su conjunto. En ese sentido, la Argentina, con su 35 por ciento de pobres y el 10 por ciento de ricos (que recibe mas del 30 por ciento PIB) tiene un nivel de desigualdad muy inferior a Brasil, en donde el 10 por ciento que más gana se lleva el 56 por ciento del PIB. Argentina es citada (pag. 572) justamente como uno de los pocos países de la periferia capitalista donde la estructura fiscal y por ende la distribución el ingreso entre 1940 y 1980 aparece como la más próxima a las sociedades socialdemócratas, en contraposición a otros países latinoamericanos que son más desigualitarios.

"Capital e ideología" se inscribe en un debate refundacional, ya que las desigualdades del ingreso y del patrimonio están volviendo a ser el tema central en los debates sobre la política económica. Es un texto que permite una reflexión renovada sobre las desigualdades del ingreso y de los factores que las provocan y permite buscar alternativas ya que la desigualdad, nos dice Piketty, no es un peldaño hacia el desarrollo económico.

*Doctor en Ciencias Económicas de la Université de Paris, Autor de « La economía oligárquica de Macri” Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.

[email protected]