Pese a la voz cantante de Nadia Larcher, Don Olimpio es un octeto y funciona orgánicamente. Cada cual siembra su talento y la cosecha, fuera de todo vedettismo tóxico, da un fruto colectivo y tentador. En el rubro interpretación folklórica, de lo mejor en lo que va del siglo, incluso. Dos discos a la fecha (Dueño no tengo y el flamante Mi fortuna) así lo demuestran. Una sonoridad singular en el tacto para tratar versiones; mucho conocimiento del acervo y un talante para quitar escorias transigentes en cada abordaje estético son parte de la suma. “Poner el foco en la recreación de obras de otros es algo que se da naturalmente. Particularmente, creo que la música es un fenómeno artístico que trasciende los conceptos de propiedad”, señala el pianista, director y arreglador Andrés Pilar. Es apenas un detalle entonces que un solo tema entre veintidós grabados -sumando ambos discos- sea propio. El punto está en otro lado y es lo que el octeto prevé demostrar este sábado 15 de febrero en La Usina (Caffarena 1), donde presentará su nuevo disco.

“El concierto ratificará el trabajo que venimos haciendo hace un tiempo y que dio fruto a Mi fortuna, con la incorporación de un par de nuevas músicas que serán parte de un futuro material. Siempre que el grupo ensaya y toca, aparecen nuevos desafíos. Por ende, cada concierto suele ser distinto”, adelanta Milagros Caliva, bandoneonista. “Mi fortuna incorpora nuevos desafíos y colores en el repertorio”, extiende el guitarrista Juan Manuel Colombo. “Sin ir más lejos, el tema epónimo es una improvisación con consignas, algo que no habíamos hecho aún. Por otro lado, con la llegada de Milagros la música litoraleña se hizo presente. Cuestiones sutiles, al cabo, que aportaron al discurso emotivo de las canciones, y que funcionaron como una motivación para llevarlo también a las presentaciones en vivo”.

-¿A qué aluden con eso de La fortuna en una época de vacas flacas?

Juan Pablo Di Leone (flautista): -(Risas) Bueno, si bien en la copla recopilada por Leda Valladares se alude a una fortuna desfavorable ("pobrecita mi fortuna, no tiene suerte ninguna”), el título del disco nos remite a la idea de fortuna como riqueza. La fortuna de sentirnos músicos populares argentinos con la misión de revisitar el legado de la obra de la misma Leda, del Cuchi Leguizamón, de Falú, de Carnota, de Fander, de Nini Flores, del Chango Farías Gómez…

-Hay un cuidado y una intención de extender el concepto musical en el arte de tapa, además, algo que está cayendo en desuso al editar música en plataformas. ¿Qué dice ese colorido collage de la tapa, donde la luz del sol eyecta desde las montañas sobre unos niños?

Nadia Larcher: -Es una obra de Carla Flores y surgió de un diálogo que mantuvimos a partir de las ideas que le nacieron al escuchar el disco. Detrás de ese collage están el espacio y los colores, que ella vio al oír la música. Al principio, era una sola persona la que presenciaba esa luz solar surgido de las montañas. Pero le pedimos que sean niños los que miran ese sol. Creo que se terminó plasmando una contemplación de ese sol como nuestra fortuna, que es la música.

-A propósito ¿cómo se maneja el grupo en esta época de cambios en términos de ediciones musicales?

Agustín Lumerman (percusionista): -Para la edición de Mi fortuna, en primera instancia habíamos decidido que sea solo en formato digital, situación que nos generaba tristeza, ya que aún seguimos aferrados al objeto. Pero la realidad dice que la forma de comunicación y la escucha de música se volcaron en su mayoría a las plataformas digitales, por lo tanto el costo del disco físico para un proyecto independiente se hace muy elevado. Igual, no nos rendimos. Si bien es un momento muy raro, seguimos de cerca cada movimiento para encontrar el mejor medio de difusión

La catadura orgánica y colectiva del grupo se traslada también al nivel de la comunicación. Al momento de hablar con Página/12, en efecto, se proponen responder una pregunta cada uno. Ya lo hicieron seis y ahora le toca a Federico Randazzo, el clarinetista, elegir dos temas que resuman el espíritu del disco. Uno es “Don Tula”, zamba de Pepe Nuñez, y el motivo es que despliega la nostalgia, el angustia, el vértigo y la inseguridad que se produce “cuando no nos sentimos parte de la vida que nos toca”, según el músico. Otro es “Maldigo del alto cielo”, clásico de Violeta Parra. “Nuestra versión presenta con cuidado esos agujeritos donde escondés eso que te hace querer gritar. Te los muestra y los describe con paciencia… después te lleva de paseo gritando a través de una catarsis intensa y hermosa a la vez”, afirma Randazzo, y deposita en Diego Amerise la afrenta de presagiar el futuro de Don Olimpio. “El futuro inmediato es el de seguir presentando este disco, recorriendo lo más que se pueda. Que la música te lleve de viaje siempre es una alegría enorme, un regalo”, cierra el contrabajista.