Graciela alza sus brazos al cielo y clama: “¡Justicia por Fernando!”. Su voz se escucha entre sollozos, pero con firmeza. “¡Levanto mis manos con orgullo, porque mi hijo era un chico decente!”, dice y extiende sus brazos hacia la multitud que la aplaude, desde la plaza. En ese gesto, la madre de Fernando Báez Sosa, pareciera querer abrazar a la gente convocada frente al Congreso para pedir justicia por su hijo. A su lado, Silvio, su marido, la abraza, le acerca una silla, la sostiene. Esa imagen de familia doliente se transformó esta tarde en emblema de una sociedad que asocia el crimen de Fernando, con la impunidad. Una postal cruda y fría, que solo puede romper la voz compungidas de esa madre. Cuando ella habla, esos cánticos cesan. Y no vuelven cuando al finalizar el acto, el rosario de pancartas que los vecinos acercan al escenario, comienzan a cubrir el gran cartel que pide “Justicia por Fernando”.
Como única oradora de la jornada, Graciela aglutinó las esperanzas y las broncas de quienes se acercaron tras el pedido de justicia. “Que paguen los asesinos”, “Que se terminen los privilegios”, dicen las voces de los vecinos que llegan a la plaza desde la media tarde. Traen carteles de apoyo a la familia de Fernando. También pancartas que mantienen viva la memoria de otras víctimas de violencia: Enrique Álvarez, Zaira, Camila, Bryan, Elías Gal, German Pelayo, Claudio Peña, entre muchos otros. Se ven banderas argentinas. También banderas paraguayas.
“Yo vine para acompañar, porque cuando pasa eso, uno se va con el hijo”, dice Beatriz Bogado, una vecina paraguaya de los Báez, originarios de Calapewa, partido de Loma Pita. La plaza está colmada cuando, cerca de las 19, habla Graciela, en un escenario al que también colmaron los compañeros de Fernando. Los jóvenes, en silencio, subieron al escenario pocos minutos antes y extendieron un cartel con la consigna: “Justicia por Fernando. Asesinado en Gesell. Vivamos sin violencia”. Para luego dar paso al minuto de silencio que precedió las palabras de la mamá de Fernando.
“Mi hijo amaba la vida y lo mataron a traición. No le dieron la oportunidad de defenderse. Él tenía metas, objetivos. Tenía una novia, Julieta, que lo amaba. Lo que le hicieron, nos arruinó la vida, él era nuestro sostén”, enfatiza y agarra fuerte el brazo de su esposo, a su lado. Graciela se tambalea. Tienen que ayudar a sostenerla. Pero sigue: “Mi vida no es fácil, no tengo palabras, pero verlos a ustedes me da fuerzas, les agradezco por venir, por acompañar. Yo estoy aquí para pedir justicia por mi hijo y por todas las víctimas de violencia”, dice. Su voz se expande con la reverberancia de los altoparlantes. La plaza la estalla en aplausos.
“Mi casa está vacía, veo su cama hecha que ya nunca más va a usar, sufrimos su ausencia, pero él nos va a dar luz y la fortaleza que necesitamos. El esta aquí, con nosotros, él esta con ustedes”. Graciela y Silvino llevan remeras con la imagen de Fernando. “Mi angelito” dice ella. “Mi bebe”, cuenta que así lo llamaba. Y describe, casi sin proponérselo, una rutina domestica con su hijo. Que él la esperaba con la comida, cuenta, “para comer juntos, y todo eso ya no lo tengo. Por eso quiero justicia para mi hijo. Porque era un chico decente. Que esto no quede impune, que se haga justicia. ¡Quiero justicia! Y que mi ángel bendiga a todos, y nos de fuerzas para seguir, en estos días tan duros” concluye.
En el escenario hay otros padres. Está Oscar Rossi, el papá de Julieta, la novia de Fernando. Está José María Ventura, el padre de Pablo, que vino de Zárate. Están los abogados de la familia Báez, Fernando Burlando y Fabián Améndola. Y dos locutores, Dionisio y Victorina, que desde temprano leen las adhesiones, y organizan la escena. Agradecen al Papa Francisco por sus mensajes de apoyo, al Gobierno Nacional y al Gobierno de la ciudad “por el despliegue del acto”. Agradecen a las Madres del dolor, “por el acompañamiento”. Abajo, entre la multitud se encontraba Juan Carlos Blumberg, padre de Axel.
Entre los mensajes y los agradecimientos, se exhibieron dos videos conmemorativos. En uno se vio a Fernando, desde niño, “salita blanca”, con sus padres, en grupos de amigos, con su novia en la playa, en la montaña rusa, en su casa. En el otro, del proyecto solidario Servir, se mostró su tarea solidaria, acompañado por el grupo de compañeros, en la construcción de una sala.
El momento más emotivo de la tarde fue musical. Y lo ofrecieron los amigos y compañeros de Fernando, al interpretar “El misterioso dragón”, de Víctor Heredia. La música hizo su magia, y pudo contagiar a la gente convocada, a sintonizar con la esperanza. Fue impactante y el locutor pidió que la canten de nuevo. Y eso hicieron. Mientras la gente comenzaba desconcentrase, no sin antes acercar sus pancartas al escenario para una última escena ritual.
Así, mientras los locutores leen las adhesiones, la gente se acerca al escenario para entregar las pancartas de sus seres queridos, asesinados o muertos en situaciones violentas. Entre otros organismos y agrupaciones que dan su apoyo, se destacan: Las Madres del dolor, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de las víctimas de Cromañon, Estudiantes de la Facultad de Derecho, y Asistencia la víctima, Lanús.