Hay gente que comprendió que lo importante en la vida no es llegar a la verdad sino tener razón. Y si para eso deben negar la historia misma, lo harán sin dudar. La derecha argentina niega el número de desaparecidos, Trump el efecto invernadero, otros la redondez de la tierra así como un montón de gente niega el holocausto (dicen que el cinco por ciento de los británicos, por ejemplo). Quizá sea una estrategia relativamente novedosa, no en su esencia sino en lo difundido de su práctica. Digo esto y recuerdo que las iglesias nuestras de cada día niegan la teoría de la evolución desde siempre. Entonces es probable que yo esté equivocado.

¿Adónde se encamina esto? No hay una sola respuesta. En principio hay gente que saca ventajas políticas. Se niega el número de desaparecidos y se nuclea a los que piensan lo mismo y de paso a los que no saben nada de nada. Eso se traduce en capital político. El mismo capital que aglutinan las iglesias, sin olvidar que detrás hay siempre un gran negocio. Y a la vez, es la forma de avanzar en la construcción de un mundo donde el que tiene el poder de instalar las ideas (por delirantes que sean) va a triunfar con facilidad. A al menos va a crear confusión, y a río revuelto…

Después están los voluntariosos, o distraídos, como prefiera, que se empeñan en negar cosas obvias porque alguien les dijo que eran incorrectas. Y no me refiero al que hace circular una noticia falsa por tonto o per jodere, sino al que la crea, al que se hace carne de ella aunque tenga enfrente a la pura verdad. Niego, luego existo es la técnica. Y una vez instalada la idea, que los sabelotodo y los escandalizados se la vayan a discutir. No valdrá de mucho, porque ellos seguirán negando, incluso sin escuchar las argumentaciones en contra. Esta práctica la usan burros, tramposos y sinvergüenzas. La diferencia es que el burro no sabe que está negando una verdad. Los otros sí. Los tramposos y sinvergüenzas hacen su negocio, los burros acompañan.

Para la gente como yo es duro de soportar. Soy de una generación en que te equivocabas en algo y te quedabas años pensando que te iban a descubrir y a dejar en evidencia. Ahora estos especímenes niegan incluso lo que tienen frente a los ojos, en una impunidad difícil de refutar porque no hay prueba que sea más profunda que lo que indican los ojos, sea para leer, sea para verificar. La técnica de estos especímenes incluye también pedir pruebas pero sin ofrecerlas. Pero usted debe saber que no importan las pruebas que pueda ofrecer. Al “niego luego existo” no les interesan. Le dirá que son verdades comunistas, extraterrestres, negociados, falsedades, no importa.

A veces esa negación incluye una parte de verdad, hay que reconocerlo. Algunos medios yanquis negaron que Obama hubiera nacido en EEUU. Decían que era mentira. Y Obama mentía (y cómo), aunque no en eso. Los antivacunas niegan que las vacunas sirvan para algo y agregan que son un puro negocio. Y es verdad, algunas deben ser un puro negocio, eso es obvio en un mercado tan próspero. El asunto es saber cuál de todas es sólo un negocio, entre tantas que han servido para mantener a las enfermedades en su rincón. La tierra no es redonda, dirán. Demostralo, agregarán ellos sin demostrar nada.

¿No sienten vergüenza ante tanta bajeza? Evidentemente no. Hay que tener una cara de granito, obvio, pero los que lo hacen la tienen. A veces ni siquiera es el pensamiento propio sino el nacido del consejo de algún gurú político. Así es como los funcionarios del gobierno de los chetos niegan los espantosos números de su gestión. Niego, luego existo. Si tienen que negar cientos de libros, los niegan (eso no les cuesta, odian la cultura). Si tienen que negar la historia, la niegan. Armados de esa estrategia van a programas políticos y de chismes. No, no, no, dirán, aunque haya una pantalla y mil especialistas a su lado diciendo lo contrario.

Parte del triunfo de ellos es que uno llegue a decir: ¿y si tuvieran razón? Es que a uno le tienta darle la espalda al saber instituido. A mí me tienta. Es de puro revoltoso, nomás. Claro que no es lo mismo que negar investigaciones y libros y datos. Para estos especímenes, negar pareciera darse dentro de la lógica del capricho, como cuando descubren a un chico cometiendo una travesura y culpan al hada Pili. Pero no se confunda, es pura estrategia. Y negar como tonto también es una forma de negar el conocimiento, de no tener que leer libros, de no tener que saber. Quizá es un efecto no esperado del empacho de información, de la buena y de la mala. Vaya uno a saber.

 

Más de uno se debe sentirse avalado cuando ven que los medios también mienten. Una tapa de Clarín de esta semana es mentira, sin ir más lejos. Ya no era la sintaxis que disimula o disfraza la verdad, era una pura mentira, la que decía que el gobierno estaba estudiando elevar la edad de jubilarse. Entonces, si mienten los supuestos guardianes de la verdad, la verdad pasa a ser relativa. Si todo puede ser puesto en duda, todo el tiempo, es cómo volver al momento en que se ignoraba casi todo, en el que uno no sabía si el sol giraba alrededor de la tierra o al revés. El momento donde se imponía la ley del más fuerte, del que tenía los medios, los libros, el que modelaba las lenguas, el que te quemaba por decir algo fuera de lugar. ¿Y quién es el más fuerte acá, en todo este embrollo que intento describir? ¿Se entendió? 

 [email protected]