Nadie queda a salvo del espionaje. Ni el fútbol ni el señor fútbol: Lionel Messi. Su situación como presunta víctima del sistema de inteligencia macrista –que investiga el juez federal Rodolfo Canicoba Corral– es digna de una novela de John Le Carré o Arturo Pérez Reverte. El escritor español no simpatiza demasiado con el crack del Barcelona, pero tendría material de sobra para inspirarse. 

El ex presidente sería un protagonista clave. Llegó a la Casa Rosada procesado en una causa judicial por escuchar a opositores y hasta a su propio cuñado, pero lo sobreseyó la Cámara de Casación en 2018. Ahora es su gobierno el que vuelve a ser investigado y la pregunta que surge es: ¿Por qué a Messi? ¿Cuál habría sido el sentido? Si estas preguntas todavía no tienen respuesta es porque el tema acaba de conocerse. Una hipótesis es que siguieron sus movimientos migratorios. O alguna sociedad offshore de su propiedad. El tiempo dirá. Pero el fútbol desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy siempre fue un terreno fértil para este tipo de historias. La CIA y el estalinismo tuvieron como objeto de estudio al popular deporte que les permitió a Estados Unidos y la ex URSS saber más de su oponente con la excusa de seguir lo que pasaba en el mundo de la pelota.

Jueces, políticos, empresarios, periodistas, sindicalistas y Messi serían los damnificados de una larga nómina de espiados. Canicoba Corral y el fiscal Federico Delgado investigan el caso que para este último consiste en “desentrañar si desde alguno de los organismos y dependencias del estado se desplegaron actividades de espionaje e inteligencia ilegal”. La información supone poder de coerción sobre los escuchados u observados. Desde la época en que empezó la Guerra Fría se extendieron redes de espías por un mundo bipolar que ni siquiera dejaron el fútbol al margen. La CIA estadounidense llegó a recopilar 12 millones de páginas con investigaciones sobre el fútbol soviético desde su creación en 1947 durante la presidencia de Harry Truman.

Aunque la KGB fue creada en 1954, los espías estalinistas no se quedaron atrás en 1945, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial. Una visita por invitación a Londres extendida al Dínamo de Moscú durante el gobierno de Winston Churchill les permitió recoger información en el terreno sobre Inglaterra, que de aliado en la contienda pasó a ser adversario geopolítico. Entre los futbolistas de aquel equipo – el mejor de la época en la URSS- quién hubiera sospechado que había topos de Stalin. Uno de ellos sería posteriormente jefe de los servicios secretos soviéticos. La red de espías incluso había infiltrado a las tradicionales universidades de Oxford y Cambridge.

Miguel Angel Lara, periodista del diario español Marca y redactor habitual de columnas histórico-deportivas, escribió en 2013 sobre aquella gira del club moscovita: “En la expedición del Dínamo, al margen de los jugadores, Stalin incluyó a agentes del entonces llamado NKVD, a cuyo frente estaba Vsevoldov Nikolayevich Merkulov. Moscú interpretó que era una excelente oportunidad para analizar sobre el terreno una ciudad que en los años futuros iba a ser clave”. El equipo símbolo de la URSS jugó cuatro partidos contra el Arsenal y Chelsea en Londres, con Cardiff en Gales y el Glasgow Rangers en Escocia. Terminó invicto con dos victorias y dos empates.

El cronista de Marca cerró su detallado artículo con una reflexión: “La gira del Dínamo por Inglaterra se convirtió en una enorme obra de propaganda en la Unión Soviética. Poco después de la vuelta del equipo se publicó un libro de 90 páginas con fotografías, autógrafos de los jugadores, dibujos, entrevistas y reportajes de la exitosa gira por el Reino Unido. Allí, en Inglaterra, quedó la sensación de que su fútbol se había estancado y un sentimiento de desconfianza aumentado hacia todo lo ruso. En la sede del NKVD, las carpetas destinadas a informes de espionaje en Inglaterra se llenaron de contenidos, de nombres, de lugares estratégicos, de posibles contactos…”

La CIA y la KGB fueron pioneras cuando se metieron con el fútbol como excusa para intentar descifrar secretos de Estado. El juego lejos estaba de ser una industria incipiente como ahora. Ni siquiera los entrenadores habían institucionalizado la figura del espía para observar los entrenamientos rivales. Juan Carlos “el Toto” Lorenzo fue uno de los primeros en hacerlo. Según contó Antonio Rattin, uno de sus dirigidos en la Copa del Mundo de 1962, mandó al seleccionado argentino a mirar la práctica de su primer rival en el torneo: Bulgaria. Los jugadores no entraron por la puerta principal del estadio de Rancagua, sino por una secundaria para disimular. “De repente aparecimos en una cancha espiando a un equipo. No conocíamos a nadie. No sabíamos quiénes eran. No tenía ningún sentido estar ahí", comentó el ex volante de Boca de 82 años.

Bielsa espió al Derby County, y su equipo tuvo que pagar.

La sofisticada tecnología de hoy les permite a los técnicos apelar a todo tipo de recursos. Desde drones a helicópteros. Hasta Marcelo Bielsa, uno de los DT que hace más honor al fair play, recurrió a un espía en el torneo de Segunda inglés. Sacó información del Derby County, su rival de la fecha siguiente, al que superó 2 a 0 y lo denunciaron. El Leeds United, su club, recibió una sanción económica de 230 mil libras esterlinas que el entrenador rosarino dijo “pagué de mi bolsillo”.

Los gobiernos espían a las estrellas del fútbol. Los técnicos para ver la táctica de los rivales. Ciertos jugadores apelan a periodistas para saber cómo lastimar a sus rivales: lo confesó Mauricio Serna para saber que tobillo tenía lesionado Pablo Aimar y golpeárselo. Las federaciones de fútbol monitorean a los hinchas para detectar si utilizan los servicios de transmisiones gratuitas, como sucedió en España el año pasado. La Liga que preside Javier Tebas, el mismo que dio cursos en Argentina sobre las bondades de las sociedades anónimas deportivas (SAD), mandó a utilizar una aplicación oficial de celulares para investigar consumidores que no pagaban derechos por ver los partidos. La Agencia Española de Protección de Datos sostuvo que la Liga lo hacía sin consentimiento y la sancionó a pagar 250 mil euros. El Liverpool hackeó la base de datos del Manchester United para espiarle jugadores. Tuvo que indemnizarlo con un millón de libras esterlinas.

El espionaje no solo es caro. Puede costar mucho más si encima se lo utiliza mal.

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