La fiesta fue una necesidad. Celebrarse y contenerse, sentirse sencillamente cómodxs, fueron las primeras pancartas para este grupo de amigxs. Por eso, La Cuis al principio fue una fiesta. Un espacio que aún no existía en Resistencia, Chaco. En el noreste profundo del país. Un cuis, referente de la fauna autóctona de la región, intervenido con los colores de la bandera del arco iris es su sello.

¿Cómo se vive en aquellas provincias en donde aún se criminalizan las existencias LGBT? En esta ciudad, a mil kilómetros de Buenos Aires, la noche se constituyó en componente estratégico de la práctica política. Hoy mutaron a festival, a feria autogestiva, a talleres, como el de maquillaje drag y el de vogue, y a charlas itinerantes en lugares de la ciudad, como las de Educación Sexual Integral.

La conexión inicial motorizó el resto del plan. Sirvió solo una primera noche de pop, taco y glitter, para sacarle una foto a lo que estaba en el aire: la necesidad de encontrarse, de poner, aunque sea en palabras, a la maquinaria de una cultura tradicionalista, pero también persecutoria, punitiva y, claro, cis heteronormada. Dirá Lucas Rolón, marica, trabajador, activista de La Cuis, que lxs moviliza la libertad de deseo y expresión. Que al final casi que lo único que lxs conmueve es que sus co-terránexs puedan expresarse, ser ellxs mismxs, que cuesta, pero que apuntan a eso, a construir espacios para que se sientan libres.

¿Cómo se le disputa a la tradición desde su propio nodo, desde el clavo de la represión sexual y social? La premisa primaria de La Cuis fue generar maneras de visibilidad inexploradas. Formatos de encuentro que no existen en esta parte del país. Lxs inspiraron algunos formatos festivos de Harlem, en Nueva York y otras movidas de la Capital Federal. Lxs interpela y lxs sostiene la decisión política de resignificar esas herencias y traducirlas con el viento seco de lo profundo, con su flora y con su fauna, con todas las narrativas de vidas posibles en este horizonte.

Estamos en el Chaco, en tierras de climas subtropicales que devienen áridos, de ataques y de crímenes de odio. En donde avenidas repletas de soldados a favor de la moral inundan idiosincrasias, religiones y ministerios.

¿La fiesta lxs hizo encontrarse?

Lucas Rolón: La Cuis nació por la falta de lugares para la comunidad LGBTIQ acá en Resistencia. Dijimos: si no existe, vamos a generarlo nosotres. Y fue así cómo se fue armando esta especie de círculo donde se da como un campo de fuerzas que te permiten sentirte seguro. Es raro. Empezamos como fiesta, y fue mutando. Al principio, fue más escuchar pop, venir montades, mucho glitter. En esa primera fiesta notamos que hubo mucha gente joven, algunes menores de 18, y fue un dato muy disparador para nosotres.

¿Qué les transmitió ese dato?

Y justamente que había una población que no tenía esta contención. Ahí creamos “La Madriguera”, un espacio en donde hacemos una meriendita, nos juntamos con chiques de todas las edades, generalmente de 13, 14, 15 años. Surgen historias en las que se relatan algún tipo de violencia que padecen o padecieron. O nos cuentan que no tienen Educación Sexual Integral en sus colegios, y que hubo veces en las que les amonestaban por tener pañuelos verdes. Percibimos como una falta de mucha contención, pero también mucha potencia. Mucha potencia política. Todo lo que pasó con la ola feminista hizo que la gente más joven se definiera como política. Caso como el de Ofelia Fernández en Capital Federal también aportó, le da fuerza a la gente joven.

Claro, me imagino una circulación intensa de sentidos en el marco de este espacio de encuentro para lxs jóvenes y adolescentes.

La mayoría de las historias que se cuentan están relacionadas a algún tipo de violencia que sufren. Nos sorprende mucho la cantidad de historias intrafamiliares que escuchamos y también las que se dan en los colegios. Esos son los dos lugares más frecuentes que aparecen en las historias. En la última marcha de orgullo hicimos junto con la organización Turba un mapeo de lugares hostiles para la población LGBTIQ+. Entonces, quienes participaron del mapeo fueron a contar su historia. Muchos de los casos que se observaron ocurren en los colegios, sobre todo privados, y en la Plaza 25 de Mayo, la plaza principal de Resistencia.

Una muestra de cuán represivo e impune se puede ser en el centro de la ciudad.

A mí me pasa que me siento observado todo el tiempo. Salir en la calle con shortcitos muy cortos me hace sentir incómodo. Siempre de alguna forma te sentís más inseguro. Acá es como todo el mundo constantemente mirándote. El otro día, dos chicos estaban abrazados y los echaron de la plaza pública. Fueron a la peatonal y también los echaron de ahí. Después, los siguieron una cuadra. Y lo hacía gente común. El odio está acá, y lo ves constantemente.

De hecho, este año se visibilizó mucho el ataque homoodiante a Franco Ramírez en el paseo costanero de la ciudad. ¿Hablaron con él?

Sí, claro, nos comunicamos directamente con Franco. Le ofrecimos nuestros espacios para hacer sus descargos si es que los necesitaba estaban disponibles. De ese contacto se dio la posibilidad de pensar junto con Franco un proyecto a futuro relacionado a la reconstrucción de historias de la comunidad. Estamos armando un registro de militantes de la comunidad LGBIQ+. La idea es reconstruir la historia de lo que fue la militancia en Resistencia durante los 70, 80 y 90. Toda la historia que tenemos atravesada es de Buenos Aires. Queremos ver qué pasó acá, como se desarrolló la militancia, cómo se organizaba.

Hace poco celebraron la novena edición de la Marcha del Orgullo Disidente en Resistencia.

Sí, fue multitudinaria. Vinieron algo así como 700 personas. Marchamos desde la Plaza 25 de Mayo hasta la Plaza España que es una plaza histórica de la comunidad travesti trans. Este año todo se desarrolló muy tranquilo. En la marcha del año pasado, un hombre que pasaba por el lugar le pegó a une compañere y este mismo sujeto quiso pegarle a otras dos personas más. Todo esto en la marcha, imaginate.

La Cuis lleva la estadística de sostener la primera ballroom del noreste argentino.

Es la primera, sí. Nadie esperaba la fiesta que fue porque son cosas que no existían acá. La hacemos siempre tratando de que la gente pueda encontrarse a sí misma. Solemos organizarlas en tres categorías: mejor look, vogue y lipsync. La última fue sobre Apocalipsis, así que en el concurso metimos canciones que iban de “I will survive” de Gloria Gaynor a “Till de world ends” de Britney, pasando por “Hasta el fin del mundo” de Karina. A nivel nacional la movida del vogue, de ballroom, de draguearse, explotó hace unos años. Nos interesa tomar de esa movida, pero hacerla propia. Dejar que sea blanca, hegemónica, y yankee. Y romper con todo eso es hacerla nuestra a partir de nuestra propia tradición. Le damos nuestra impronta. Nos identificamos con la drag local, bien latina, con una drag que se pronuncia política.