La violencia urbana en Rosario condicionó el discurso de Alberto Fernández ayer, en su primera visita a la ciudad como presidente de la Nación. Y al encabezar el acto por los 208 años cumplidos desde que Manuel Belgrano izó la bandera por primera vez en la barranca del Paraná, la carga emotiva de sus palabras estuvo dirigida a las víctimas de la violencia. "Argentina no tiene espacio para soportar al crimen organizado", dijo ayer en el Monumento Nacional a la Bandera.

Es que Fernández, apenas aterrizó en el helipuerto de Prefectura, atendió a los familiares de Carlos Orellano, el joven a quien el lunes de madrugada castigaron a golpes patovicas de la disco Ming, en La Fluvial, y cuyo cuerpo apareció en el río, a pocos metros de donde ayer se inauguró una imagen de Belgrano, recortada en chapa naval, por obra y donación de trabajadores del astillero Tandanor.

“Estoy de cara a ustedes con este compromiso que vengo a asumir y les pido que el 20 de junio salgan a la calle todos los rosarinos, vengan a Rosario todos los santafecinos, demostremos al crimen que somos muchos más los que no les tenemos miedo y de una vez por todas, por Carlos [Orellano] y por todas las víctimas, hagámonos cargo de cambiar lo que haya que cambiar”, exclamó el presidente.

La concurrencia no fue tan numerosa como se ha conocido en otras ceremonias frente al Monumento, y solo aumentó un poco cuando el sol dejó de apretar detrás del propileo. El grupo que llegó más temprano fue el que convocó la movilización en reclamo de justicia por el asesinato del chico Orellano. Después de concentrarse frente al boliche donde la víctima fue agredida, la manifestación se ubicó frente al palco con banderas que explicitaban su causa. Fernández no podía dejar de referirla, como tampoco lo hizo el intendente Pablo Javkin en el discurso previo (ver aparte).

Junto al presidente estaban el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, sus ministros Wado de Pedro, Nicolás Trotta, Agustín Rossi y Tristán Bauer, el gobernador Omar Perotti, la vicegobernadora Alejandra Rodenas, y Javkin.

Fernández enfrentó el estigma de Rosario como ciudad bajo fuego narco. La calificó como "hermosa", aludió a algunos de sus glorias (Fontanarrosa, Fito, "mi amigo Litto Nebbia", Olmedo), y hasta se dijo "feliz por ver flamear cerca banderas de Central y de Newell's". Tras ello, cargó: "Es una ciudad donde la Justicia tiene que hacer más de lo que hace. Estoy aquí para poner la cara frente a ustedes, y para decirles que soy un rosarino más a la hora de reclamar más justicia y más seguridad”.

El palo presidencial a la magistratura estuvo dirigido al fuero federal, en sintonía con lo que el ministro Marcelo Sain, dijo días atrás en el seno del Consejo de Seguridad Interior. 

“Estoy para solucionar los problemas que el narcotráfico y el crimen organizado han creado en Rosario y en todo Santa Fe. Vamos a dar las batallas que haya que dar porque los criminales no tienen derecho a adueñarse de la vida de los rosarinos. La Argentina no tiene espacio para soportar al crimen organizado ni a ningún delito”, afirmó.

"Sé lo que pasa con la policía, sé lo que pasa con la Justicia. Haré lo que haga falta para ver castigados a los responsables de tanto delito", enfatizó.

El jefe de Estado levantó la vara solo y propuso: “Estoy de cara a ustedes con este compromiso que vengo a asumir. El 20 de junio estaremos acá y los rosarinos habrán encontrado muchas respuestas al problema de la inseguridad. Les pido que el 20 de junio salgan a la calle todos los rosarinos, vengan a Rosario todos los santafesinos, demostremos al crimen que somos muchos más los que no les tenemos miedo y de una vez por todas, por Carlos [Orellano] y por todas las víctimas, hagámonos cargo de cambiar lo que haya que cambiar".