La llegada a principios de año de Miguel Angel Russo a la dirección técnica de Boca, de la mano del ídolo mayor, Juan Román Riquelme, le dio el equipo el plus anímico y futbolístico que le estaba faltando, tras una nueva eliminación a manos de River, por las semifinales de la Copa Libertadores del año pasado. A Russo lo contrataron por haber sido el último técnico campeón de América con Boca. Y pagó rápido la confianza depositada. En apenas siete fechas de gestión, anoche pudo ganar la Superliga viniendo desde atrás y prender la 27º estrella del ciclo profesional en el glorioso escudo azul y oro.

Si con Gustavo Alfaro al frente en las primeras 16 fechas de la Superliga, Boca fue un equipo conservador y de fútbol precario, más allá de algunos buenos resultados, con Russo jugó a otra cosa. El técnico tomó decisiones en consecuencia. Puso al colombiano Frank Fabra por Emmanuel Mas como lateral izquierdo para ganar en proyección ofensiva. Otro colombiano, Jorman Campuzano, ocupó el puesto de Iván Marcone como volante central y en la mitad de la cancha a Guillermo “Pol” Fernández, una de las incorporaciones del verano, ganó rápida titularidad.

Además, apostó por la velocidad fulminante de Sebastián Villa como extremo por ambas bandas y decidió que Franco Soldano sea el delantero de punta en lugar del cordobés Ramón “Wanchope” Abila, a quien mandó al banco de suplentes luego de algunas desaveniencias iniciales, pero nunca dejó de tener en cuenta. La idea de Russo quedó muy clara desde el principio: sin perder la confiabilidad defensiva que había mostrado con Alfaro, Boca debía incrementar su generación de juego y poder de gol. Todo lo que había faltado en el ciclo anterior.

Con los números en la mano, la apuesta rindió dividendos: tras un empate en cero ante Independiente en la Bombonera, Boca enhebró seis victorias seguidas con 16 goles a favor y 1 en contra (el que Diego Valoyes le anotó en el triunfo xeneize por 2 a 1 ante Talleres). En los 16 partidos anteriores dirigidos por Alfaro, se habían marcado 19 goles y recibido 7.

Quienes antes corrían para atrás, persiguiendo a los laterales y volantes rivales, empezaron a correr hacia adelante. Campuzano se paró mucho más arriba que Iván Marcone, quien perdió la prioridad que había tenido como volante central en el ciclo de Alfaro. Y nadie pareció extrañar demasiado la buena pegada de Alexis Mac Allister, quien luego de su paso por la Selección Preolímpica, prefirió irse a jugar al Brighton de Inglaterra y a quien Alfaro desperdició mandándolo a jugar por los costados.

Con los espacios abiertos para contraatacar, Boca fue un equipo insoportable, más eficaz que lucido. Y mejor abastecido y con más resto físico para llegar al área desde atrás, Carlos Tevez reverdeció como goleador y se convirtió en el máximo artillero del equipo con 9 goles, 6 de ellos marcados en los últimos 7 juegos, incluyendo el que anoche le dio el título. La fortaleza defensiva nunca dejó de estar: con apenas 8 tantos en contra en 23 fechas, Boca tuvo la defensa menos vencida de la Superliga.

Este campeonato es el tercero en cuatro años que se celebra en Primera División. Y despide un sabor diferente. Porque fue River el que ahora se quedó en el camino. Pero que nadie se engañe: la Copa Libertadores sigue siendo la madre de todas las batallas. Con el ánimo retemplado, Boca irá a su conquista una vez que se apague el último sonido de la fiesta que anoche estalló en la vieja Bombonera y se extendió por toda la Argentina.