Cuando me preguntan sobre la situación de las mujeres en la actualidad –cada 8 de marzo, es pregunta recurrente--, trato de analizar el contexto con la filosofía del medio vaso lleno. Destacar avances primero, los debates que instalamos, los reclamos que llegaron a la agenda pública y mediática, los cambios en instituciones, los lineamientos de políticas públicas que se esperan, los proyectos en discusión. En cinco años nuestra sociedad es otra.

El 3 de junio de 2015 marcó un hito. Con el surgimiento del movimiento Ni Una Menos –aunque el activismo feminista es histórico y muchas ya veníamos planteando estos temas desde hacía tiempo--, pongo ese mojón, como corte temporal. Para un aluvión de pibas, jóvenes y no tanto, fue un punto de inflexión para empezar a pensarse distinto. Para mirar y ver con otros ojos, el impacto de la desigualdad de género, la discriminación, las violencias machistas en nuestros cuerpos y vidas, tan naturalizadas y por tanto invisibilizadas.

Somos otras. Ya no estamos solas. Los feminismos se esparcen como fuego sin control e interpelan con una potencia conmovedora, relaciones de poder en las escuelas, los clubes, los sindicatos, la política, la calle, las empresas, los hogares...

La multitudinaria convocatoria de ayer al Congreso, cargada de glitter y pañuelos verdes, con mujeres, lesbianas, travestis y trans que marcharon sueltas, organizadas o en grupos de amigues, mostró una vez más que nuestras voces son cada vez más diversas, pero las demandas son las mismas: aborto legal, seguro y gratuito ya, que no nos maten por ser mujeres o tener identidades feminizadas, prevención de las violencias machistas, que no quede impune el abuso sexual en la infancia, salir sin miedo a la calle, educación sexual integral, que se combata la trata para explotación sexual… La lista es larga, y se podía leer en carteles y pancartas.

A pesar de esa alegría que te inyecta marchar juntas, cantar, encontrarnos, esta vez, al final del día, no pude quedarme con el medio vaso lleno. En mis oídos resonaban las palabras de Fátima Acevedo, cuyo audio se conoció ayer, contándole a una amiga, desesperada, lo “podrida” que estaba de ir a la comisaría, en Paraná, a denunciar a su expareja, Jorge Nicolás Martínez, por violencia de género. “Puede ser que cuando termine muerta por culpa de él, la Policía y el juzgado hagan algo”, le decía el 15 de noviembre, harta y con miedo.

Fátima tenía 25 años y había denunciado a Martínez en varias oportunidades. Su cuerpo fue encontrado el domingo #8M descuartizado en un aljibe, en Paraná, después de que se la buscara desde el 1 de marzo, cuando no se supo nada más de ella. “Ayer fui al juzgado a ver qué había pasado con las últimas denuncias que había hecho, porque nunca me habían llegado las notificaciones de las órdenes de restricción. ¿Y qué me dieron? Un papel del año 2018 que no me sirve ni para mierda. Encima como andaba con la cabeza recontra embolada, me di cuenta recién cuando llegué a mi casa”, contaba en los audios que le envió a su amiga Florencia López. Ella los difundió para que se conociera cómo no actuaron quienes tenían que proteger a Fátima.

“Ya no sé qué hacer. No veo la hora de que ese hijo de puta caiga preso y que pague todo lo que está haciendo. Pero bueno, como tiene gente en la Policía, como el juez Toloy es amigo de él, nunca va a pasar nada”, le decía, en referencia al magistrado Héctor Toloy. Ese magistrado fue el mismo que tuvo la causa por la desaparición de la adolescente de 13 años Fernanda Aguirre: de ella hace 15 años que se desconoce su paradero. Organizaciones de mujeres y derechos humanos denunciaron en su momento connivencia entre policía, justicia y redes de trata en su desaparición.

Martínez, el ex de Fátima, está detenido ahora como principal sospechoso de su femicidio.

Hoy me cuesta ver el vaso medio lleno: por el “Día de la Mujer” proliferaron actividades y mensajes institucionales en ámbitos públicos y privados. Cada vez hay menos flores y más reflexión en torno a la fecha. Pero me encuentro con una campaña de YPF, con grandes carteles en la vía pública y en redes. Uno dice: “Feliz día va a ser cuando… haya más mujeres en puestos de liderazgo”. Se me ocurre mirar la composición del directorio: de 19 puestos, incluido su presidente, el economista Guillermo Nielsen, solo dos integrantes son mujeres. Apenas un botón de muestra. Puede haber buenas intenciones, pero hoy ya no alcanza.

Nuestra agenda de reclamos es urgente. Y exige políticas públicas con presupuesto adecuado y acciones concretas. Discursos que suenan lindo pero no se traducen en medidas, pueden quedar en pura cáscara. No llenan el vaso.